La Venezuela adeco-copeyana

Adecos y copeyanos se constituyeron en castas, dividiéndose, hipócritas, en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No hicieron nada fecundo; no crearon una Nación, no remediaron la esterilidad de las tierras; no suavizaron el malestar de las clases proletarias. Fomentaron la corrupción y el robo antes que la educación y la salud, las pompas regias antes que las vías comerciales y los problemas de la producción agrícola.

Era esa Venezuela, a comienzos de 1999, un país que vivía dentro de los moldes de lo que se ha llamado “viejo régimen”, o sea: con una economía de puertos; la salud, la educación, la industria petrolera, las de energía eléctrica y básicas de Guayana propiedad del Estado camino de la privatización. Un país eminentemente agrario, dominado por la propiedad rústica (conucos) y los latifundios, en que la oligarquía, los apátridas de Fedecamaras y la Iglesia detentaban la mayoría de las fuentes de riqueza y del poder.

Los vestigios coloniales eran tan acusados, que en multitud de casos la propiedad de las tierras llevaba aparejada la potestad sobre los habitantes de pueblos y tierras. En los campos existían verdaderas relaciones de vasallaje. En las regiones los amos de las tierras tenían derecho a nombrar gobernadores, alcaldes, justicia, jefes policiales y demás funcionarios municipales. Había lugares, en que los latifundistas eran denominados de “horca y cuchillo”. Éstos gozaban del monopolio de aprovechamiento de las aguas, tierras estatales y municipales, percibían tributos y derechos de transito de los ganados.

Únase a eso el régimen de aduanas interiores, (peajes) la multiplicidad de impuestos indirectos, la pluralidad de monedas en curso, (dólares, euros) etc., para formarse la idea de cuánto distaba Venezuela de las fronteras de la Edad moderna. En esa sociedad, el poder de la Iglesia en el orden espiritual era de primerísima importancia. Otro factor importante de la realidad material venezolana era la exportación del petróleo desde 1912, los oligarcas se adueñaron de los beneficios de la renta petrolera, sin tomar en cuenta al pueblo, por lo que siguió aumentando geométricamente la miseria en las clases más pobres. Más tarde comenzaron las exportaciones de mineral de hierro y metales preciosos que eran mucho más cuantiosas. Pero esa masa dineraria se la apropiaba la burguesía y la otra parte, salía de nuevo del país para pagar la importación de productos manufacturados para el consumo interno.

En esa Venezuela IV republicana, gobernaban conjuntamente adecos, copeyanos, las barraganas, la burguesía, la Iglesia y los politiqueros de turno. El sistema de centralización de la administración pública, con sus administradores y gobernadores, no había quebrantado, sino más bien consolidado, el régimen de fragmentación medieval de las regiones. En torno al Gobierno central pululaba la oligarquía de los grandes propietarios de la tierra, los banqueros, los pulperos de Fedecamaras y sus derivados (perdón grandes industriales).

El sátrapa Rómulo Betancourt, después del derrocamiento del gobierno de Marcos Pérez Giménez con apoyo de los yanquis, se instala en el poder, traiciona al pueblo que lo eligió, nos impone un gobierno impopular, criminal, represivo, y corrupto, y alió a nuestro país a las aventuras de la política imperialista de los Estados Unidos. No es necesario insistir cómo esta alianza costó a Venezuela la entrega total a las transnacionales norteamericanas de su petróleo y la riqueza minera. Y como los gringos, utilizando la ambición de la oligarquía, (Fedecamaras y politiqueros apátridas) y la inepcia de los gobernantes de turno, instalaron a sus anchas las transnacionales a lo ancho y largo de Venezuela.

Cabe decir, para completar este ligerísimo esbozo, que, en el plano de las ideas, la Venezuela tradicional del viejo régimen encontraba ya fuerte oposición, engendrada tanto por la difusión (a despecho de la Iglesia) de las ideas socialistas, como por el desarrollo material del pueblo, más acusadas en las ciudades centrales del país, cuyo proceso de desarrollo social estaba paralizado desde el Gobierno de Gómez. Era la Venezuela oficial quien estaba en bancarrota. Estados Unidos, sólo creyó en la existencia de esa Venezuela e ignoró la Verdadera Venezuela, pletórica de energía y ansiosa de renovación.

Vemos, pues, que desde los gobiernos adeco-copeyanos se perfilan estos fenómenos: ausencia del poder real y del Estado, que tiende a ser reemplazado por formas espontáneas de organización política; fragmentación y multiformidad de las reacciones, consecuencia de la dispersión real de Venezuela, pero tendencia a recomponer esos fragmentos en una supuesta unidad. Desde 1958 que se apropiaron del poder, los diversos gobernantes adeco-copeyanos tienden a ponerse de acuerdo para crear un gobierno o dirección central anti-venezolano, mezclado con exclusión social y prejuicios raciales.

Entre los grandes rasgos de ese período histórico, su carácter impopular ocupa lugar preferente. Para situar esta apertura del siglo XXI venezolano cúmplenos buscar esos rasgos. Sobre todo, intentar comprender en qué medida significaba una innovación y cómo algunos de ellos determinaron el planteamiento de los grandes temas en torno a los cuales había de girar el país.

Pero ¿para quien son ya una noticia las dificultades que los cuerpos legales, que las viejas autoridades constituidas opusieron a la revolución socialista? En efecto, la oligarquía y la administración, vinculadas al imperialismo y no a Venezuela, no supieron o no quisieron defenderla ante la traición. Ignorando otra soberanía que no fuera la del gobierno Norteamericano, les violentaba menos el acatamiento de un gobierno extranjero, que seguir el impulso del pueblo, cuyas consecuencias no dejaban de temer.

La idea de Venezuela va indisolublemente unida a la idea de revolución. No hay derecho para alegar escrúpulos constitucionales. Las revoluciones se hacen revolucionariamente o no se hacen de ningún modo. Los parlamentos sirven para consagrarlas, más no para hacerlas.

—Cuando los pueblos hacen algún hecho heroico o alguna extraña virtud y hazaña, entonces nacen de nuevo y cobran otros mejores ideales, y pierden los que antes tenían.

¡Yanquis Go Home!

¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!

Hasta la Victoria Siempre y Patria Socialista

¡Venceremos!

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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