Escualidismo, guarimbas en el 23 de Enero y Cotiza:
El pueblo nos da una regla de conducta muy importante diciendo: “Piensa mal de los majunches escuálidos y no errarás”. Conviene no ser demasiado cándidos —se nos advierte continuamente—; es necesario no fiarse de estos sujetos, son muy rastreros y traidores, siempre están con el puñal en la manga. La máxima perniciosa, que se proponen nada menos que asegurar el acierto con la malignidad del juicio; son tan contrarios a la solaridad humana como a la sana razón. En efecto; la experiencia nos enseña que estos sujetos dicen la mayor cantidad de mentiras. Mienten en toda ocasión en que, faltando a la verdad, creen favorecer sus intereses o lisonjear su vanidad necia; el ladrón roba, el liviano se desmanda, el pendenciero riñe, cuando se les presenta la oportunidad, estimulando la pasión, que si estuviesen abandonados de continuo a sus malas inclinaciones serían verdaderos monstruos, su crimen degeneraría en demencia, y entonces la paz y buen orden del pueblo reclama imperiosamente que se les aparte de su entorno.
Caben en esta materia reglas de juiciosa cautela, que nacen de la prudencia de la serpiente y no destruyen la candidez de la paloma. No se debe fiar de la virtud del común de estos fascistas puesta a prueba muy dura el 11 de abril 2002. La razón es clara: el resistir a tentaciones muy vehementes exige virtud firme y acendrada. Esta se halla en pocos. La experiencia nos enseña que en semejantes extremos la debilidad humana suele sucumbir, y el dicho popular nos previene que quien ama el peligro perecerá en él.
Con estos ejemplos vemos que en todo momento es muy prudente desconfiar de la virtud de estos sujetos, lo que acontece cuando el obrar bien exige una disposición de ánimo que la razón. La experiencia y la misma cotidianidad nos enseñan ser muy rara en ellos. Es claro, además, que para sospechar mal no siempre será necesario que el apuro sea tal como se ha pintado. Para el común del pueblo suele bastar mucho menos, y para los escuálidos decididamente malos, la simple oportunidad equivale a vehemente tentación. Así, no es posible señalar otra regla para discernir los casos, sino que es preciso atender a las circunstancias del escualidismo que es el objeto del juicio, graduando la probabilidad del mal por su habitual inclinación a él o su adhesión a la virtud.
Debemos cuidar mucho de despojarnos de nuestra tolerancia y afecciones y guardarnos de pensar que los escuálidos obrarán como obraríamos nosotros.
La experiencia de cada día nos enseña que nos inclinamos a juzgar a los demás tomando por pauta a nosotros mismos. De aquí han nacido los proverbios: “Quien mal no hace, mal no piensa”, y “Piensa el ladrón que todos son de su condición”. Esta inclinación es uno de los mayores obstáculos para encontrar la verdad en todo lo concerniente a la conducta del escualidismo; expone con frecuencia al virtuoso a ser presa de los amaños de los malvados, y dirige a menudo contra probada honradez, y quizá acendrada virtud, los tiros de la maledicencia.
La reflexión, ayudada por grandes desengaños, cura a veces este defecto, origen de muchos males particulares y públicos; pero su raíz está en el entendimiento, y es preciso estar siempre alerta si no se quiere que retoñe el árbol por debajo del injerto.
En la mayor parte de estos raciocinios procedemos por analogía. “Siempre ha sucedido esto; luego ahora sucederá también” “Comúnmente, después de tal hecho sobreviene tal otro; luego lo mismo acontecerá en la posterioridad.”
Cita de Mario Briceño: “Y, nosotros fuimos (somos) la voz de América. Un destino oculto preparó en esta colonia pobre la gestación de los más grandes americanos de los siglos XVIII y XIX”.
¡Pa’lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.
¿Gringos Go Home?
¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Hasta la Victoria Siempre y Patria Socialista.
manueltaibo1936@gmail.com