Los hay de clóset, que tratan de ocultar su credo neoliberal proclamándose “progresistas”, y los hay abiertos, desenfadados, orgullosos de su visión 20-20 con pupilas del FMI, aunque por razones políticas apuestan al “gradualismo” en la ejecución del mismo recetario aplicado por CAP en 1989 y después por el dúo Caldera-Petkoff.
Así se muestran ahora los voceros de la oposición venezolana, en la antesala (vaya, es un decir) de la campaña electoral presidencial 2012.
En el primer grupo se anota el candidato, Henrique Capriles Radonski, si nos atenemos a lo que ha dicho en las pocas pausas al voto de silencio programático que le ha impuesto su comando. Atrás quedó la sinceridad de sus años más mozos, puesta de manifiesto allá por 1999 cuando el joven diputado por Copei-Zulia, en entrevista para el portal Analitica.com con el periodista Jesús Valente, hacía campaña por el NO a la Constitución que ahora dice defender y proclamaba, como todo un IESA boy, que el futuro del país era la privatización.
“¿No se sigue reservando el Estado las principales actividades económicas? ¿No se sigue con aquello de empresas estratégicas? Aquí lo que hay es que promover la iniciativa privada, promover el desarrollo de los ciudadanos, del sector privado. Allí es donde está el futuro del país”, dijo.
—¿Incluso Pdvsa?
—Pdvsa no debía ir constitucionalmente ahí establecido (sic). Si al cabo de cinco años al presupuesto se lo está comiendo la deuda externa o lo que fuera, y tenemos que vender un pedazo de Pdvsa, oye, no creamos que por eso vamos a ser menos nacionalistas, por Dios. (www.analitica.com/constituyente/articulos/e08.asp).
Como se sabe, ahora Capriles evita hablar de privatización y menos de “vender una parte” de Pdvsa. Lo suyo es el progreso, empleo, educación.
En cambio, el coordinador de su programa económico, el economista José Guerra, no oculta ni reniega de su talante neoliberal y privatista, aunque apela a la comprensión de sus correligionarios al adoptar la variante gradualista de un paquetazo con paciencia y vaselina.
En declaraciones publicadas por El Mundo el 14 de febrero, Día de los Enamorados, El Conejo Guerra, como le dicen entre amigos, anticipó el desmontaje de los controles sobre la economía “de manera gradual” en caso de que el poder político volviera a manos de la MUD.
“No podemos someter a la economía a planes de schok, ya que crearía una sensación de inestabilidad”, explicó el economista. Es de suponer que hacía referencia a la “sensación” a Caracazo que la receta suele provocar como efecto secundario aquí, en Grecia, en España y por doquier.
Guerra dejó claro que las misiones sociales serían “revisadas”.
“El subsidio a estos programas sociales es importante y representa un importante gasto fiscal. No obstante, la gran misión en Venezuela debe ser un plan de empleo para ampliar el trabajo formal, de calidad”, deslizó.
Más adelante, Guerra habló de bajar la inflación “en un mediano plazo sin afectar la actividad económica”, para lo cual consideró prioritario “devolver la autonomía al BCV”.
Se apresuró, empero, a advertir a los hombres de negocios que tendrán que esperar un poco para alcanzar la suprema felicidad de una economía sin control de cambios ni de precios ni de nada: “No podemos mejorar en seis meses lo que está mal desde hace 13 años. Los controles no los podemos levantar inmediatamente. El empresariado tiene que estar consciente de esto y tener paciencia”.
A los neoliberales de clóset y a los gradualistas que planean gobernar el país, así como a los apóstatas de izquierda que hallaron en el mercado un nuevo credo, les vendría bien leerse las “Palabras para Venezuela” que, para desconcierto de los idólatras de la “economía libre y sin controles”, pronunció en Caracas el 11 de mayo de 2004 un personaje insospechable de “comunismo trasnochado”:
“No se puede enfrentar el pasado usando el programa establecido por el Consenso de Washington. Debo decir que los propios Estados Unidos, en la época de Clinton, aumentaron la participación del Estado en la solución de los problemas sociales y económicos, y sobre todo, en lo que tiene que ver con la innovación y la educación. El mercado por cuenta propia no resuelve estos problemas. Esto lo han visto los americanos; se han dado cuenta de esto y han aumentado el papel del Gobierno en estos sectores, mientras que tratan de vender modelos que disminuyen el papel del Gobierno cuando en realidad lo más conveniente sería lo contrario (…). La vida nos ha mostrado los resultados económicos en la mayoría de los países que adoptaron, en momentos críticos, esta ideología liberal y radical: terminaron rezagados, sobre todo nuestros países. Pero en Malasia y China, que no siguieron el consejo del FMI, desarrollaron su economía tomando en consideración el pragmatismo con lo cual han evitado derrotas económicas y grandes fracasos”.
El personaje es Mijaíl Gorbachov, excomunista, promotor de la “perestroika” y último líder de la Unión Soviética.
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