A
primera vista, parece uno de esos dilemas del tipo: ¿qué fue primero, el
huevo o la gallina? Evidencia de lo anterior sería que la mayoría de
los encuestólogos prefiere escurrir el bulto, y responde con un lacónico
"todo depende", porque después de todo puede suceder cualquier cosa, de
acuerdo a las circunstancias, etc.
Visto más de cerca, el
asunto se nos revela como lo que realmente es: como un falso dilema, una
trampa lógica dirigida a sumar la voluntad de los distraídos. El
detalle es que estos últimos suelen escasear en una sociedad tan
politizada como la venezolana, lo que por cierto, y a despecho del
antichavismo, se enuncia aquí como una virtud y no como un defecto.
¿A
quién conviene la despolitización? Exactamente a los mismos que, en
tiempos de campaña electoral, eluden el debate programático a fondo y lo
sustituyen por un discurso plagado de clichés, promesas vanas, medias
verdades y falsos dilemas.
Si la omnipresente maquinaria
propagandística a disposición del ex gobernador Capriles promueve la
imagen del candidato que compite en condiciones desventajosas, víctima
constante del abuso de poder, del insulto y la vejación oficial, es
porque le interesa hacer todo lo posible por despolitizar el debate
público y desviarlo hacia el tema de la imagen de los respectivos
candidatos.
De acuerdo a esta estrategia, lo sabemos de sobra,
el comandante Chávez sería el candidato "ganador", pero uno que no es
capaz de ganar en buena lid (por eso el ex gobernador Capriles jamás
reconocerá al árbitro electoral); un candidato "poderoso", pero sólo en
lo atinente a su "autoritarismo"; un hombre "enfermo", pero
fundamentalmente de poder, que ya quisiera perpetuarse en Miraflores,
donde ha decidido encerrarse, perdiendo todo contacto con la realidad.
Se trata, como puede verse, no sólo del falso dilema entre el ganador y el débil, una reedición del mítico David y Goliat ,
sino de un deliberado desconocimiento de la verdadera naturaleza de la
lucha que tiene lugar en este tiempo, entre dos fuerzas antagónicas, entre dos proyectos históricos .
De
allí, insisto, la importancia de no caer en la trampa de la atención
excesiva en la imagen de los candidatos. Puesto que es eso, una trampa.
¿Quién
puede dudar, a estas alturas, de que el ex gobernador Capriles ha hecho
un admirable esfuerzo por labrarse la imagen de candidato gafo? Puede
que incluso no se trate de un asunto de imagen, y que efectivamente
Capriles sea tan gafo como aparenta ser. Pero como diría un amigo, lo
único peor que un muchacho gafo, es un gafo con malas intenciones y
peores compañías.
En el caso de Capriles ni siquiera cabe decir
que está mal acompañado, como hubiera podido decirse de un Pablo Pérez o
un Manuel Rosales, por sólo citar dos ejemplos. En su caso específico,
sería más preciso afirmar que él pertenece a la clase que mal acompañó a
los peores politiqueros de este país.
Capriles, por más que
intente disimularlo con su gafedad, real o aparente, encarna a la misma
burguesía que, luego de valerse durante décadas de adecos y copeyanos,
para enriquecerse groseramente, hoy hace todo lo posible por no
retratarse junto a ellos. Cada vez que se lo emplaza al respecto, dice
cosas como ésta: "
Yo creo en los partidos políticos, pero también creo en una unidad que
trascienda, pero eso no significa que no trabajemos juntos ".
¿Cómo
reacciona la vieja clase política frente a esto? Acusándolo de
candidato insípido, entre otras linduras. Pero si sabe o no sabe, si
sabe mal o quién sabe, si presume de "dulcito" aunque no sepa a nada, no
es lo central de la historia.
El asunto, de nuevo, es que la
clase a la que pertenece el ex gobernador Capriles siempre ha sido mala
compañía y nunca ha tenido buenas intenciones. Son lobos disfrazados de
mansos corderos.