La burguesía no se explica

“Hay cosas que no se acaba nunca de explicarse bien la burguesía—dicen en toda ocasión los tan cándidos honrados burgueses—; vamos, que no me las explico”.

Estaba un burgués una tarde contemplando, sin que lo vieran ellos, porque sabía lo que molesta a los trabajadores que les esté mirando trabajar un paseante, estaba contemplando, digo, cómo trabajaban unos obreros en la construcción de una vivienda. No pueden ustedes figurarse el tiempo que perdían en balde, la lentitud de sus movimientos, el parecer que meditaban algo, el espiar al capataz y, en una palabra, la mala gana con que lo hacían y la holgazanería que allí se revelaba. De repente se oye una llamada y voces que gritan: ¡fuego!, ¡fuego! Y allí hubieran ustedes visto a todos aquellos perezosos dejar al punto su trabajo y, al enterarse que el fuego era allí cerca, casi al lado, lanzarse a la casa que se quemaba y trabajar en ahogar el incendio, pero ¡como!, de firme, con verdadero empuje. Otra vez vio a un hombre, que hacía todo lo posible por perder tiempo en una tarea de carga y descarga, arrojarse al río al ver que había caído un niño, y hacer esfuerzos desesperados para salvarlo. Y pensando en esas cosas se sumía en un mar de confusiones, porque no acababa de explicárselo del todo.

El honrado cuanto cándido burgués que tal decía podía muy bien haber generalizado sus observaciones y verlas confirmadas en otros muchos casos de aparente holgazanería. “Ha dicho Tolstoi, no recordamos dónde, que llamamos holgazán y vago al prójimo cuando no quiere hacer lo que nosotros queremos que haga”. ¡Puesto que cobran su salario, que trabajen!, se dice. Pero el que ve que lo mismo lo cobrará, sí puede eludir esfuerzo lo elude. Se trabaja sin afición ni alma cuando sólo se trabaja por el salario, por el mero salario, y es natural que así suceda.

Pero el hecho tiene una justificación y a la vez una justificación más honda. A todos nos pasa que hay trabajos que emprendemos por ganarnos la vida con ellos, y en cuya utilidad social apenas creemos o la creemos muy subordinada. Cuando no se sabe, se puede o se quiere darles una dirección y sentido tal que se aproveche de ellos la mayor utilidad social posible, se los lleva a cabo de mala gana.

El trabajo humano no tiene toda la eficacia que debía tener por haberse convertido en mero valor de cambio, por enderezarse al mantenimiento de privilegios de clase y a la producción de artículos de elevado valor mercantil, en prejuicio de otros de mayor utilidad social. ¿Con que cariño se quiere que cumpla la labor que se le ordena el criado a quien su amo manda que vaya al río a jabonar la perrilla faldera de la señorita? “¡Para eso le pagan!”

¡Para eso le pagan! ¡Vaya una razón! También se les paga a muchos para hacer atrocidades y hasta para cometer crímenes. Y no se crea que sea tanta la diferencia que hay de un crimen a ocupar los brazos de un hombre útil, mientras haya quien se muera de hambre, en jabonar a un animalito, si bien se mira repugnante, como lo son las galguitas de lujo.

Es tal y tan grande la confusión de ideas que en punto a cuestiones económicas reina en el espíritu de las gentes trabajadoras, y hasta tal punto de embrollo ha llevado sus más claras nociones eso que llamándose economía política no pasa de ser muchas veces más que economía mercantil, que a todas horas se oye repetir en elogio de ciertos capitalistas que dan trabajo.

No hay ceguera mayor que la de empeñarse en no distinguir en el trabajo clases, ni apreciarlo más que por el beneficio que da al empresario, como la fabricación de un producto por el interés que el capital en ella invertido dé a los accionistas.

Y he aquí la razón de no poco de la sorda desesperación que se va apoderando de no pocos trabajadores que vislumbran que en realidad, y por lo que hacen al beneficio social, están dando al manubrio de las perrillas de la señorita.

—Y como quiera que este sofisma, a pesar de ser tan burdo, haya echado raíces en las mentes de no pocos trabajadores, a la burguesía conviene deshacerlo.



¡Pa’lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre y Patria socialista.

¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco héroes de la Humanidad.

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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