La oposición.- menos que la nada

La oposición venezolana es tan incoherente, que busca los elementos y las formas más absurdas que puedan existir para levantarse en acción de protesta. Esta vez han optado por las cacerolas. Al parecer, piensan que con cacerolas, pitos y berrinches pueden anular o erradicar un gobierno constitucionalmente electo por el pueblo venezolano, o mejor dicho, por la mayoría del pueblo venezolano.

Esta práctica de la cacerola, ciertamente, no es nada nueva. Ya se ha utilizado otras veces y, en cierta ocasión, el Comandante Chávez mandó a responderle al absurdo, con el absurdo. Esto último, en forma de guiño, inteligente e irónico, ante una situación de poca importancia o de total vaciedad.

En todo caso, esta acción de las cacerolas tiene una connotación. Más allá de lo vacío, de lo poco propositivo y serio (sin mencionar lo fastidioso) simboliza la vacuidad de la nada-inerte en la que opera la oposición, la derecha en este país.

El golpeteo de la cacerola, esa acción mecánica, desprovista de toda reflexión, hija de la espontaneidad irracional, se erige como un monumento de la no palabra. Ante la imposibilidad argumentativa y la carencia del dialogo sostenido y sustentado, se levanta el telón de un show mímico-automático en el cual la inteligencia y la verdad no tiene arte ni parte.

Ese sonido ensordecedor, que se multiplica y expande con facilidad entre los grupos frenéticos y desocupados, cristaliza la vileza que existe en la concepción política de un grupo minoritario, vale decir, de nuestra sociedad. Una vileza y desorientación que busca un desesperado escape en la repetición y la simpleza del uso de la fuerza.

El traqueteo de la cacerola anula toda posibilidad de interacción. En todos los sentidos. En un hipotético caso A) Un constructor de la patria que se acerque a un desesperado cacerolero, al intentar esgrimir argumentos sobre la fatuidad de la acción ciega, no encontrara oídos para la razón. Y en un hipotético caso B) Un fanático cacerolero que se le acerque a otro envenenado cacerolero, al intentar preguntar el por qué cacerolean, no encontrará posibilidad de respuesta, ni mínima protesta, dejando así intacto el sin razón generalizado.

Así las cosas, la cacerola se convierte en un recurso fácil, para el cual la lectura no es necesaria. En estos términos, la cacerola se presenta como una opción cómoda, cuyo uso no exige mayores reflexiones sobre la realidad social circundante. Es la cacerola, en todo caso, el arma del desespero, el recurso barato, vago y pueril al cual recurren aquellos sectores improvistos de toda inclinación constructiva, productiva, creativa.

Hoy, cuando el país opta por la profundización de un proceso de cambio y transformación, cundo los jóvenes toman distinguidas posiciones en la construcción del sueño bolivariano y chavista, y cuando toda la nación se conduce sobre la ola que produce un proyecto de profundización del socialismo, la oposición política, lejos de asumir el papel histórico que le otorgase Lenin a principios del siglo XX, se conforma con la inútil máxima de la caverna, la fuerza y la irracionalidad.

Quien recurre a la nada se anula en la plenitud de su acción. Hoy, esa masa informe y sin cerebro que se hace mal llamar oposición política, se diluye en eso. Recuero una sentencia dicha por el Comandante Chávez. Esta sentencia, inmensa, clara, y que sintetiza al sujeto operante de la cacerola, aseguraba que el opositor, o “la oposición, son menos que la nada, porque incluso la nada es algo”.

@Franc_Ojeda


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Francisco Ojeda


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