Los Viajeros de Indias fueron, mucho más que un aporte biológico indeseable transmitido a lo largo de doce generaciones; ellos fueron la primera conciencia occidental de nuestra América y los forjadores de un mundo que despertó y creció entre sus manos. Las matanzas de la guerra de la Independencia y de la Guerra Federal resultan entonces consecuencias trágicas de las tensiones y contradicciones de la sociedad colonial, fundada por los Viajeros de Indias, esos grandes psicópatas de los que descendemos.
En efecto, la vida de la burguesía dirigente de Venezuela, hasta ayer, quizás todavía hoy, transcurre entre dilatados letargos y explosiones súbitas, resignación casi animal y repentino despertar homicida. (Caso Leopoldo López, Capriles Radonski y la Tatataranieta del mulato Machado) Se advierten en nuestra historia esas características que del viaje alucinante de los conquistadores, por paisajes de prodigio, cristalizan en una organización social sin movilidad alguna y en una constancia realmente desalentadora de defectos básicos y tendencias criminales. En última instancia, es un mal hereditario que se transmite de generación en generación, y en especial cuando por las circunstancias del medio, como fue el aislamiento de Venezuela durante la Colonia, no puede diluirse el aporte biológico indeseable mediante el injerto de gente nueva.
Numerosos y variados factores han sido invocados para explicar la elevada y creciente criminalidad de la burguesía; desde la tentadora y sobada explicación económico-social hasta los problemas psicológicos que determina en los hogares burgueses venezolanos. Se habla de analfabetismo, de éxodo rural, de ingesta alcohólica, de inmigración interna y externa, de incremento violento de la población en las áreas urbanas, de transculturización, de la crisis ideológica que vive el mundo occidental, de la quiebra de los valores, del clima, de la raza, de la ilegitimidad, del sistema democrático y el código penal.
Si analizamos con objetividad los pretendidos factores causales, nos vamos a encontrar con una serie de sorpresas, como lo es, por ejemplo, la influencia que en el aumento de la delincuencia ha tenido la Burguesía propietarios eternos de la riqueza, y la falta de valores y sentimiento nacionalista. Por todo lo expuesto, tenemos derecho a inferir que ninguna de las circunstancias ambientales invocadas hasta ahora es suficiente por sí sola, ni todas juntas, para explicar la desmesurada tasa de hechos sangrientos.
No obstante, si se observa con cuidado a mucho agitador enérgico burgués o a numerosos chistosos crónicos, no tardaremos en percibir la pobreza ideológica de sus discursos, la ausencia de esprit, la carencia de brillantez y tersura, privando, por el contrario, el ripio, la frase hecha, el lugar común, dicho como loro, sin la menor noción de su sentido. (Caso Capriles Radonski o todos ellos) Si se profundiza en su conocimiento veremos con terror cómo los sentimientos y las concepciones abstractas de patria, no son convicciones comprendidas hasta su raíz, sino palabras huecas sin significación ni huella.
La burguesía pisotea el sentido de las leyes. Los castigos que reciben no los aceptan ni los comprenden y casi siempre con un confuso sentimiento de ser perseguidos políticos o víctimas de una injusticia. Muchos llegan así a sentir una animadversión contra la actual organización social existente y se hacen enemigos acérrimos del Gobierno porque éste no los deja robar, (como era su costumbre) o los ha mandado encerrar. No logran calar por ello el respeto y sentido de las leyes. Mantienen confuso el límite entre lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso, lo conveniente y lo peligroso, siendo por ello fácilmente víctimas del imperialismo y del primer aventurero político que sepa estimular sus infantiles deseos.