El Espejo

La silla vacía

El diálogo es algo serio. Quizá el tema de mayor importancia que actualmente se plantea en la política. Lo afirmo con toda responsabilidad. No creo, por ejemplo, que en la perspectiva futura sea factible considerar que el peligro de la violencia está conjurado porque el golpe guarimbero fracasó. Que la división del sector opositor garantiza el debilitamiento de la actividad destinada a impulsar salidas de fuerza. Y, mucho menos, que el cúmulo de problemas que hoy día encara el gobierno norteamericano en el mundo alivie las presiones sobre Venezuela. Nada de eso.

Al contrario. En el caso de la división de la oposición, lo sucedido radicaliza aún más al sector López, Machado y compañía. Lo coloca en el plan de liderar a los grupos convencidos de la necesidad de acelerar la confrontación con el gobierno de Maduro y dominar esa tendencia. En tanto que en la MUD la controversia la conduce a dirimir la hegemonía haciendo concesiones, es decir, extremando la conducta ambigua que mantuvo durante los sucesos que se desencadenaron en el país a partir del 12 de febrero. En este contexto, ¿qué garantiza una respuesta apropiada del Estado y del Gobierno? Dejando de lado el empleo del recurso de la seguridad institucional -tanto militar como policial-, que demostró eficiencia y respeto de la legalidad a la hora de enfrentar la violencia, el otro recurso es el diálogo. Es decir, la utilización a fondo de la política. Considero que Maduro lo apreció de esta manera cuando en las primeras palabras que pronunció el día de su victoria electoral llamó a dialogar, a los sectores político, social y económico, sin discriminaciones. Este gesto de mano tendida a todos tenía valor emblemático en un ambiente caldeado, extremadamente polarizado.

Salvo contadas excepciones, la oposición político-partidista no lo entendió así. Optó por reaccionar de la misma manera que lo hizo en el pasado ante los llamados de Chávez. No valoró la propuesta de Maduro, y, sin duda, en esa actitud jugó un papel la crisis interna que al poco tiempo afloraría incontenible. Por eso es que la oferta de diálogo tropezó con serios obstáculos, entre otros la descalificación a priori del planteamiento presidencial y la pretensión de imponer condiciones con temas que, precisamente, son parte de lo que debe ser tratado en la mesa, una vez que esta comience a funcionar. En síntesis: hubo interés en meterle palos a la rueda, en apelar al desplante, en jugar con disimulo a la desestabilización y a apostar a que si el diálogo no cogía vuelo la situación favorecería otros planes. Concretamente, los innombrables.

Menos mal que Maduro no ha caído en provocaciones. Ha perseverado en el llamado sin exclusiones, y si bien las reuniones del sector político se suspendieron las mesas con los sectores económicos se mantienen con resultados positivos. ¿Qué hacer? Insistir. No desmayar. Porque el diálogo es la única política que garantiza estabilidad institucional, unidad de la nación, superación de los problemas que afectan a la gente común y corriente, que es la que más se favorece con la paz. Es decir, que el diálogo es la política de los ciudadanos, más que la política de los dirigentes. Maduro debe ser reiterativo en el planteamiento. Formularlo una y otra vez. Liderarlo con fuerza. Con audacia. No declinar en el empeño por imponerlo, y campanear a diario que la silla -como él lo repite- está vacía, pero a la orden para la que la oposición tome asiento cuando decida hacerlo. Con garantías para tratar todo, especialmente los grandes temas nacionales. Eso sí, en el marco de la Constitución.

 
Prudencia y más prudencia
 
Me cuesta hablar del caso, pero no debo eludirlo. Aun cuando el propósito es claro, evitaré menciones personales. Advirtiendo que por lo delicado del tema he recomendado, oportunamente, actuar con prudencia. Una vieja y gratificante amistad con alguien de acrisolada honestidad está de por medio, al igual que otra que distingo y a la que le reconozco coraje para asumir la tarea que cumple actualmente. De paso, confieso estar cansado de perder afectos en el altar vacío de las controversias circunstanciales. Además, hay ya suficiente carne en el asador para disfrute de los buitres. Puntualizo: A) LA OPORTUNIDAD. Quien tiene dilatados compromisos con un proceso de cambio está obligado a ponderar cuanto dice. Así como evaluar, responsablemente, el momento en que habla, en previsión de las reacciones. En medio de una seria crisis económica como la que afecta al país, y de la amenaza de una vasta conjura interna y externa, la prudencia es esencial. Es cierto que los vínculos con determinado proceso no significan que hay que guardar hermético silencio, pero tampoco difundir versiones que el enemigo manipula a su antojo. Ya que el peso de la fuente le confiere carácter de verdad absoluta a todo cuanto se afirma. Ahora bien, ¿es totalmente cierta la versión que se da? Porque los que consideran que no lo es están en desventaja para rebatirla por su peso abrumador. B) LA RESPONSABILIDAD. Está en proporción directa al tiempo que se ha estado vinculado al tema, en este caso el económico. Que es lo que suscita la polémica y determina quiénes están más comprometidos que otros. El tiempo -hay que señalarlo- es lo que permite aclarar responsabilidades. Se es injusto, por ejemplo, cuando se pretende descargar culpas sobre la persona que trata de corregir entuertos y solventar las condiciones anómalas que se generaron en el pasado. Por último: uno participa en una política mientras la comparte. Cuando surgen diferencias, hay que apartarse. Hacerlo oportunamente y midiendo las consecuencias. Al fin y al cabo no se está en la política solo para ejercer cargos públicos. Hay otras posiciones desde las que se puede servir al país.  
 
Laberinto
 
Maduro llegó a la Presidencia en circunstancias difíciles que todos conocemos, y que no es del caso repetir. Tan solo agregaré: recibió un proceso de cambio importante, complejo, conducido por alguien que desbordó los parámetros normales del liderazgo para marcar una huella imborrable en la sociedad venezolana… *NO FUE tarea fácil asumir la sucesión, mantener la continuidad política, ideológica, carismática, telúrica, que encarnó Hugo Chávez. Sin embargo, Maduro ha sorteado innumerables obstáculos. Enfrentó la embestida de una oposición que consideró que estaban dadas las condiciones para asaltar el poder. Que intentó derrocarlo caotizando el país. En concreto: un año de prueba que muy pocos presidentes venezolanos tuvieron. Citaría solo a Betancourt, que enfrentó las arremetidas de la conspiración, pactando con poderes fácticos nacionales e internacionales y a un costo represivo brutal…
 
Maduro enfrenta tan tormentoso período con habilidad y firmeza, sin menoscabar derechos, sin hacer concesiones, reajustando el legado de Chávez a la nueva realidad nacional. Hoy se ha consolidado y, sin duda, trasmite liderazgo y estabilidad…
 
El resultado de la visita del vicepresidente norteamericano Joe Biden a Brasil fue frustrante. Su entrevista con la presidenta Dilma Rousseff -duró 15 minutos- fue catalogada por un observador próximo como “una panela de hielo”. La Mandataria insistió en solicitar excusas por la interceptación de sus comunicaciones…
 
Alerta roja: investigo información sobre torturas y asesinatos de personas por un cuerpo policial…
 
Lamento la muerte de Ramón J. Velásquez, venezolano integral. Paz a su alma y el pésame a los familiares.


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José Vicente Rangel

Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos

 jvrangelv@yahoo.es      @EspejoJVHOY

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