Hay un sector del oposicionismo que, por mucho que ellos digan que no, menosprecian de pensamiento y verbo a los chavistas, es decir, a aquellos hombres y mujeres que seguimos el camino y los ideales trazados por el Gigante Hugo Chávez.
Estos oposicionistas no son precisamente esos encopetados señores y señoras de la alta sociedad, que se creen dueños del mundo por el simple hecho de tener más poder adquisitivo que el resto de los mortales y por vivir en casas lujosísimas en el este del este de la ciudad.
No, lo peor de todo, es que se trata de gente como uno, gente de a pié como nos llaman comúnmente, que tienen que bregarse el sustento diario como cualquiera de nosotros. Es decir, gente pobre como uno, pero que cree, quien sabe porqué; que está por encima de los demás y que sueña con, algún día, formar parte de la alta sociedad.
En días pasados tuve la oportunidad de escuchar una conversación entre tres señores. No se trataba de tres muchachitos, no; eran tres señores de considerable edad, que ya tienen un camino de vida trazado y andado, por lo que se supone que tienen cabeza y experiencia suficiente para entender algunas cosas y recordar otras.
Uno de ellos contaba como durante una conversación con una vieja conocida que se autodefine como chavista, según él mismo dijo; ésta hacia algunas observaciones sobre lo ocurrido en los últimos días en el país, por lo que el hombre le increpó diciéndole, palabras más, palabras menos, que lo que ocurría en el país era culpa de ella por votar “por esta gente” y remató “te tengo una mala noticia. Entérate, Chávez murió”.
Fueron estas dos últimas palabras las que me llevaron a esta reflexión. Chávez murió, es verdad. Su cuerpo físico ya no nos acompaña, ya no está más entre nosotros, nadie lo duda. Todos lo tenemos claro, muy claro. Pero lo que nosotros también tenemos claro, y cuando escribo nosotros me refiero a los chavistas, los de verdad, verdad; es que a nuestro lado están sus ideas.
Y esto es justamente lo que los señores oposicionistas no terminan de entender, ni comprender, que Hugo Chávez nos dejó el testamento más importante que un ser humano le puede dejar a otro: su legado. Un legado de ideas, de pensamientos, de accionar diario y consecuente de vida y obra para el presente y el futuro.
Si, señores oposicionistas, no sigan menospreciando al pueblo, a sus compatriotas, a sus vecinos, no somos tan tarados y tan ignorantes como ustedes creen que somos, Chávez lo dijo mil veces y ustedes no terminan de hacerle caso. No se trata de un hombre, se trata de que Chávez somos millones de seres tanto dentro como fuera del país, que seguimos sus ideas y queremos hacer de este mundo un planeta más vivible para todos por igual, sin distinción de ningún tipo.
Aquí no aplica el refrán aquel que reza que “muerto el perro se acabó la rabia”, no. Ustedes creyeron que porque nuestro comandante se fue físicamente se cayó la quinta república y volveríamos a ser lo que éramos antes de la Revolución, pues no.
Se fue físicamente, pero nos quedaron sus ideales y, para más arrechera de ustedes, para usar el término favorito del eterno perdedor; afortunadamente tenemos un gobierno que se guía por esas ideas, con sus aciertos y desaciertos, pero allí va, guiado por la estrella de Hugo Chávez, aunque a ustedes les duela.
Cuando decimos “Chávez vive, la lucha sigue”, no se trata de una expresión bonita, se trata de un sentir, para nosotros Hugo Rafael Chávez Frías sigue vivo en nuestros corazones, de donde nada ni nadie podrá borrarlo, ni matándolo.