No suelo escribir sobre la oposición. Creo que ya demasiada gente lo hace, en la inmensa mayoría de nuestros programas de TV y en las repetitivas declaraciones de nuestra dirigencia. Y, por el otro lado, las declaraciones de sus voceros, locales o foráneos, no lo ameritan. Nosotros, como principio, no deberíamos "seguirle el juego" a lo obvio, y menos al compendio de banalidades y lugares comunes que suelen difundirse. Una respuesta en un par de frases, una ironía, cuando mucho, y basta… Y no recuerdo ningún discurso de dirigente de la derecha, de las últimas décadas, que merezca ser analizado o debatido. Quizás alguno de Obama cuando inició su primer período presidencial, también habría que agregar algunos del papa Francisco (si lo ubicamos en la derecha). Y seguramente algún otro que no recuerdo, pero son bien escasos. Suelen ser discursos previsibles en defensa de una democracia insustancial y sólo formal. Sin contenido. Eso contrasta con los discursos de Fidel y Raúl, de Chávez, de Correa, de Cristina y Evo, o de Mandela…
Sin embargo, nos encanta responder sandeces. Basta que cualquier idiota de la oposición envíe un tweet con cualquier barbaridad que, inmediatamente, iniciamos un estudio semiológico del mensaje. Eso no sucede sólo en Venezuela, parece un deporte universal. Por eso señalaba, en el anterior artículo de opinión, que vivimos una época "donde la banalidad y la frivolidad prevalecen". Se pierde tiempo en ejercicios inútiles.
Sin entrar a analizar el discurso del Presidente Maduro, en la VII Cumbre de las Américas, siento, y lo digo con todo respeto, que lo que, previamente, habían señalado Raúl Castro, en su magistral exposición, Cristina Fernández y Rafael Correa, sobre el "Decreto Obama contra Venezuela" era más que suficiente y contundente, y sólo un par de frases de Maduro hubieran bastado, ante una silla, además, de un Obama ausente.
Le damos demasiada importancia a la oposición. A sus voceros y a sus declaraciones. Y las proyectamos ad infinitum... Obviamente, debemos seguir sus acciones, pero no sus palabras sosas… Uno, se pregunta, por ejemplo, ¿Vale la pena prestarle tanta atención a las muy frecuentes declaraciones de los 25 ex Presidentes iberoamericanos, Aznar, Felipe González, Fox, Toledo, Uribe y compañía?
