Poner tres en uno. Cierta izquierda vacilante está cacareando, en subido tono, porque van a “poner la huella” ya que se han sumado a llamar al revocatorio en contra del mandato presidencial del camarada Nicolás Maduro. Como si se tratase de gallinas celebrando cada huevo que ponen, este sector de compañeros al que nos referimos, parece más bien enfilarse a poner la cagada.
Creen y afirman estar arrebatándole a la derecha, auténtica convocante del revocatorio del mandato presidencial del constitucional y electo, para el período 2013 – 2019, Nicolás Maduro Moros, la iniciativa y el liderazgo. Les escucho o leo argumentar, con poquísima creatividad, las mismas razones que fueron cuidadosamente diseñadas y diseminadas desde los laboratorios imperialistas de la central estadounidense de inteligencia, conocida por sus siglas de CIA. Repiten su apetito voraz por salir de Maduro y corean junto a sus otrora “enemigos” de clase que éste “es un gobierno autoritario, que atenta permanentemente en contra de la democracia” y cierran su duodecálogo de consignas, con desesperado tono que anuncia que “la mayoría quiere revocar a Maduro y yo soy parte de esa mayoría”.
Quiero dejar claro que cuando asumo escribir sobre este tema, para nada lo hago en tono personal, aunque haya tenido que tomar frases sueltas y firmadas públicamente por alguno de esos neooposicionistas de coyuntura. Tomo el fenómeno de alienación, de rendición y vencimiento ante las ideas de la clase dominante, que sí es mi preocupación pública y reiteradamente expresada, cuando observo cómo cuajan y se reproducen las víctimas del trabajo ideológico de la burguesía, de sus trampas mediáticas, de sus acosos a través del entretenimiento, la publicidad y lo lúdico.
Constato una realidad en la que las bajas se producen de nuestro lado debido al acierto del fuego de la artillería mediática enemiga. Me causa preocupación porque, más allá de ciertas fragilidades individuales propias de pequeñoburgueses tremendistas que carecen de claridad de conciencia clasista proletaria, la vocería asumida por los neooposicionistas se hace desde una supuesta “radicalidad” socialista, de un deseo por profundizar la “revolución” y rescatar el “auténtico legado chavista”, supuestamente traicionado por el actual presidente, a quien –al menos yo, para no hablar por hipotéticos colectivos- escogí o elegí, muy conscientemente, alejado de religiosidades o de fanatismos personalistas.
Yo voté por Maduro y defiendo hoy, clara y conscientemente, su gestión, no porque crea que es la óptima, incuestionable e insustituible, sino porque es la que, históricamente, nos puede asegurar otro paso hacia adelante en la construcción del sueño de la Patria socialista. No me anoto a dejar otra huella que no sea la de la perseverancia revolucionaria. Creo tener al enemigo de clase perfectamente identificado, a su poder imperial claramente diagnosticado, a sus armas del entretenimiento, de información, de la publicidad y de la mediática global, completamente afiladas (o, para decirlo más claro, para nada melladas) y con sus efectos claramente tangibles y cuantificables. Así que, cuando esa cierta izquierda a la que nos referimos, expresa o cacarea sus deseos de “poner la huella”, entiendan que a lo que se aproximan es a poner la cagada.
Esta no es una historia nueva. Otros países de Nuestramérica lo han experimentado en otros tiempos, como el Chile de los 70, la Nicaragua de los 80 y esta Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil y hasta Venezuela (con su poder parlamentario) en pleno siglo 21. Seguramente vayan a insistir en poner la huella, total, lo que les importa son sus ombligos y muy poco el pueblo ni la revolución. Les importa cacarear el huevo que ponen sin mirar para nada que lo que terminarán poniendo es la gran cagada.
