1 Vale la pena analizar el caso. ¿Por qué Julio Borges, jefe del partido más votado de la oposición -Primero Justicia-, con experiencia política, dotado intelectualmente para actuar en ese campo, no acierta en optar por la dirección correcta de liderar a los sectores ubicados en la oposición que repudian la violencia? ¿Cuál es la razón para que se inhiba en momentos cruciales y deje que los radicales lo desborden? Considero que muchos compatriotas se harán ese tipo de preguntas luego de la posición que Borges adoptó en la instalación de la Asamblea Nacional, cuando fue electo presidente del órgano legislativo.
2 Con Borges conversé en diversos momentos. Me ha expuesto, personalmente o a través de amigos comunes, sus puntos de vista sobre la situación nacional y lo que sucede en el seno de la alianza de la que su partido es miembro. Son opiniones sensatas, abiertas al diálogo y críticas de los radicalismos. Pero lo cierto es que, con frustración, he observado que su actuación pública pocas veces se corresponde con las posturas que manifiesta en privado. Por ese motivo, he arribado a la conclusión de que muchas de las acciones violentas consumadas por grupos e individualidades de la oposición, se habrían evitado si él asume en su momento la línea política que suele explicar en privado. Eso sucedió el 11-A de 2002, y se repitió en sucesivos episodios de violencia como el paro-sabotaje de la industria petrolera, los sucesos de plaza Altamira con participación de oficiales golpistas, y acciones terroristas de diversa índole como la aventura guarimbera.
3 ¿Qué le impidió al líder de Primero Justicia dar la batalla por sus puntos de vista, deslindar con otros elementos, en vez de plegarse a las iniciativas aventureras? ¿Qué lo llevó a que su discurso, con motivo de ser electo presidente de la Asamblea Nacional, haya sido una ratificación de la política de Ramos Allup que metió a la institución en una absurda confrontación con otros poderes del Estado? El país no esperaba de él que bajara el tono de la polémica, sino que la ubicara en otro contexto, menos tenso, que facilitara el diálogo. Tampoco esperaba que declinara su actitud oposicionista, sino que impidiera que el estímulo de las pasiones sectarias profundizara aún más la polarización viral.
4 Borges tuvo la oportunidad de sesgar el curso fatal de los acontecimientos y asumir el momento con racionalidad. Pero prefirió repetir a su antecesor. Insistir en la salida de Maduro, es decir, el golpe parlamentario, al anunciar el juicio por abandono del cargo del Presidente, y provocar, innecesariamente, a la Fanb con un llamado velado al desconocimiento de la Constitución cuando afirmó: "Hermanos de la Fuerza Armada, Nicolás Maduro está fuera de la Constitución, y eso es inaceptable. Ustedes deciden si quieren ser recordados como los herederos de Simón Bolívar o como los escoltas de Nicolás Maduro". La ambigüedad y la retórica maximalista lograron que Borges perdiera la oportunidad de su vida: sustraer a la oposición de la tentación de transitar el atajo aventurero y de ponerla a derecho.
El diálogo, opción única
Regreso al oficio con la convicción fortalecida de que lo único que garantiza la estabilidad democrática y el funcionamiento de las instituciones es el diálogo. Que cualquier intento por impedirlo es un gravísimo riesgo. Abre, definitivamente, las puertas a la violencia. Esta posición que defiendo de forma permanente en este espacio, en foros y reuniones con participación de diversos sectores, se fortaleció con lo que sucedió en las últimas semanas de 2016 y con la reflexión que hice con motivo del receso de mi actividad comunicacional. Volver atrás la mirada, lejos del apremio de opinar sobre el quehacer cotidiano, permite evaluar la marcha del país. Por ejemplo, el tratamiento que un sector le dio al tema del diálogo, la manera como lo obstaculizó deliberadamente, con lo cual puso de relieve la sordidez de los intereses que están detrás del fracaso de la única salida civilizada de la crisis.
Nada justifica apelar a cuanta impertinencia o sofisma se les ocurre a los enemigos, abiertos o enmascarados, del diálogo. Nada justifica su descalificación a priori, como lo hacen sectores que solo apuestan por lo que favorece a sus intereses mezquinos. Que incluso llegan a arremeter contra un proceso que cuenta con apoyo nacional abrumador, con respaldo del papa Francisco, de organismos internacionales como la ONU y la Unión Europea, y regionales como Unasur. ¿Qué se pretende con actitudes como las que hasta ahora perturban el avance de un proceso claramente democrático que abre las puertas al entendimiento nacional y a la creación de un clima de paz? Solo los que apuestan por la desestabilización, aquellos que no les importa la desastrosa consecuencia de la violencia, sabotean el diálogo en vez de aprovechar los beneficios que este les rinde, como lo demuestra el éxito que cosechan cada vez que transitan la vía pacifica. Por eso, seguiré insistiendo desde esta tribuna en la opción diálogo frente a la opción violencia; es decir, en la paz frente a la guerra fratricida.
LABERINTO
Es evidente el contraste del lenguaje que emplea el nuncio apostólico de Francisco en Venezuela-, monseñor Aldo Giordano, y el que utilizan los voceros de la Conferencia Episcopal Venezolana, como su presidente Diego Padrón. El primero defiende el diálogo y reconoce que ha habido progresos y hasta "acuerdos en áreas álgidas", mientras que Padrón descalifica lo actuado, "duda que el Vaticano continúe en la negociación" y aprovecha para disparar contra el Gobierno nacional…
La jerarquía de la Iglesia católica en el país está dominada por un visión profundamente reaccionaria, anacrónica, alineada con los poderes fácticos, que la conduce a adoptar posiciones que estimulan el odio y el rechazo a cualquier proceso de cambio progresista. Desde el primer momento repudió al chavismo y se puso al servicio de oscuros intereses económicos y políticos, al punto de participar en el golpe del 11 de abril de 2002 con absoluta impudicia; de apoyar el atentado contra la industria petrolera y guardar silencio cómplice ante los actos de terrorismo -guarimbas- consumados por sectores de la oposición…
Esa cúpula burocratizada jamás reflexiona sobre los errores en que incurre, lo cual la lleva a repetirlos. En la actualidad comparte la política de la MUD, calla ante la injerencia extranjera y sirve a los medios de comunicación empeñados en el derrocamiento del presidente constitucional. Esa es la realidad hoy día. Para ese poder esclerosado, instalado en el nivel superior de la estructura religiosa, nada importan los millones de chavistas católicos que hay en Venezuela…
Como tampoco parece importarle que la confrontación que auspicia concluya en un baño de sangre. Hay precedentes históricos. Basta recordar cómo la Iglesia católica española, cardenales y obispos, secundaron a Franco en la cruenta guerra civil y en la feroz represión contra el pueblo, desatada tras la victoria del fascismo.