Una de las calamidades que enfrenta la humanidad son las pataletas de muchos gobernantes. Kuczinsky, Macri, Netanyahu, Poroshenko, Rajoy, Santos, Temer, Trump… Son desaforados, estrambóticos, atronados, gritones, entrépitos, deslenguados. Perdieron los modales hipócritas que distinguieron otrora a la rancia burguesía.
No hablemos de los medios de comunicación. O de otros que estuvieron o no están en el poder de vaina, como Uribe, Felipillo, los Le Pen y demás neonazis, incluyendo la dirigencia opositora venezolana, que produce una mezcolanza repugnante de recelo, irritación y risa. Uf, perdón, qué negligencia tan inexcusable, ya se me olvidaba Almagro, uno de los más desquiciaditos y maníacos.
Hago una diferenciación de vehemencias: porque también del lado revolucionario hay expresiones enfáticas, pero son defensivas. Jamás ni nunca ni Chavez ni Maduro han comenzado una batalla verbal con nadie. No la inician, pero tampoco la eluden. Su deber es defender a Venezuela de irrupciones violentas, verbales o de las otras.
Los escraches —otra pataleta— se desbordaron más allá de los objetivos chavistas sino que se llevan también contra cualquiera que propicie descargar arrechera, por su modo «tuqui» de vestir o por su déficit de rasgos caucásicos o por lo que sea.
Si la persona escrachada no es chavista es detalle irrelevante, lo que importa es el pretexto para descargar el volumen de odio que se les derrama ciegamente en eyaculación precoz. Perdona la comparación poco estética, pero es como una descontrolada descarga de colitis. Es tal el odio que hay que desparramarlo sobre quien sea, incluso quemarlo vivo —aunque a la Fiscal en apuros le parece que el vídeo es manipulado, lo que hace pensar en una epistemología perturbada por una perversidad en la que no quiero pensar porque aún me resta un escombro de simpatía por ella. En tiempos de intensa confrontación la bella lealtad debe deslumbrar.
En estos días el pueblo chavista está dando ejemplos históricos de estoicismo. No parece mala idea imitarlo.
A la muerte de Hugo Chávez el presidente Maduro nos convocó a superar el maleficio de la traición, que tanto ha baldado nuestra historia. Lo vamos logrando, a pesar de excepciones dolorosas de gente que uno todavía quiere.