Etimológicamente, la palabra “candidato” viene del latín, y se relaciona con la expresión “cándido”, cuya raíz latina hace referencia al color blanco y denota pureza, limpieza, integridad. Según parece, en algún momento histórico de la antigua Roma, la ocupación de un alto cargo público era cuestión a ser decidida por consenso, sin que el personaje electo tuviera participación alguna en ello. Los criterios para su selección giraban en torno a su HONORABILIDAD, a su HONESTIDAD (PUREZA MORAL), por lo cual los romanos lo ungían como elegible y le hacían vestir una toga blanca, refiriéndose a él como el Candidātus. Nótese entonces que, básicamente, la selección dependía de la REPUTACIÓN y estatura moral del individuo objeto de dicha distinción.
Si aplicamos la anterior definición al autoproclamado “candidato único de la oposición”, obtenemos como inevitable conclusión que el concepto actual, en lo que a él concierne, se ubica a años luz de distancia de su raíz latina original. Considerando el oscurísimo prontuario que distingue a Frijolito III –suscriptor del Decreto que materializó el fracasado golpe de estado de 2002, promotor y participante activo del ulterior sabotaje petrolero, guarimbero, mal alcalde y pésimo gobernador, y pitiyanqui adeco para más señas-, parece más bien que la oposición radical lo hubiera seleccionado como “candidato único” por resumir, en su persona, todos los rasgos conspirativos y delictuales de Pedro Carmona, Carlos Ortega, Manuel Cova, Enrique Mendoza, Ignacio Velasco, Baltasar Porras, Patricia Poleo, Orlando Urdaneta, Antonio Ledezma, Henry Ramos, Álvarez Paz, Marcel Granier, Alberto F. Ravell, los militares alzados de la Plaza Francia de Altamira, etc., etc., etc. O sea, el “candidato” puntofijista antipueblo y vendepatria por excelencia. El cenáculo de la ultraderecha venezolana dejó de lado a otros aspirantes con un pedigree político más aceptable, y decidió lanzar, como adversario electoral, a quien constituye un recordatorio viviente de todas las canalladas cometidas contra Venezuela y su pueblo a lo largo de casi medio siglo, antes y después de la llegada del Comandante Chávez al poder. Con semejante elección se rompió estrepitosa e inexplicablemente el molde del candidato presidencial prefabricado por una maquinaria electoral del cual salieron Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera, Jaime Lusinchi y Luis Herrera Campins, e incluso Frijolito I, Henrique Salas Römer. En suma, Manuel Rosales es un anticandidato.
Entonces, ¿Qué pretenden? Los únicos votos seguros para este anticandidato, serán los de aquel minúsculo sector ultra radical disociado que cree ciegamente que no hubo golpe de estado sino vacío de poder porque el Presidente sí renunció, que los militares que lo apresaron actuaron preñados de buenas intenciones, que el sabotaje petrolero que desangró económicamente al país era un paro cívico y que los saboteadores son unos héroes, que es preferible que nos invadan los gringos a que siga mandando el zambo Hugo Chávez que quiere convertir al país en una sucursal de Cuba, que con los adecos sí se vivía mejor que ahora… Y el resto, aquel resto antichavista que fue movilizado como manada de borregos hacia Miraflores el día del Carmonazo, que impulsó el Referendo para revocar el mandato presidencial, ¿no le interesan sus votos? Porque, hablemos claro, ni el opositor más bruto se va a comer el cuento de la tarjeta Mi Negra para recibir mensual y puntualmente la renta petrolera, ni eso de que el gobierno rosalista va a mantener económicamente a todos los desempleados del país, y demás flores de demagogia barata. ¿Y así se pretende convencer a la población de que la derrota electoral del Comandante Chávez es un hecho? Ciertamente, semejante cosa se presta a plantear dos alternativas: o la cúpula opositora persiste en considerar al pueblo venezolano como un hatajo de atrasados mentales que a punta de manipulación mediática puede ser convencido para votar por quien sea (al más puro estilo de las fenecidas maquinarias verdiblancas del pasado puntofijista), o, tal como se ha afirmado repetidamente, la selección del anticandidato obedece a una agenda oculta conspirativa fabricada desde afuera, donde lo menos importante, para asaltar Miraflores y apoderarse de Venezuela, es la victoria del susodicho en los venideros comicios electorales.
También puede ser que los enemigos de la Patria piensen que es tan “cándido” el pueblo venezolano, que va a permitir así por las buenas la resurrección de los ladrones y expoliadores adecos y copeyanos que ¡gracias a Dios! ya no son más que un sombrío capítulo de nuestra historia política, los cuales… ¡¡¡NO VOLVERÁN!!!
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