Incidente en una tasca con una disociada

Ante la proximidad de las elecciones presidenciales, me parece oportuno referir una anécdota sobre algo que me aconteció a mediados del año 2004. Acudía yo de vez de cuando a una pequeña y acogedora tasca en Chacao, famosa por su gran barra y por los sabrosos y repetidos pasapalos que acompañaban siempre a las cervecitas, bien frías.

Estando yo una noche instalado en esa barra, ingresaron al sitio dos damas de buen ver que se ubicaron a mi lado y pidieron sendas birras. No tiene nada de particular que, dada la proximidad que estimula el contacto interpersonal, indicara yo al barman que la siguiente ronda de bebidas de las susodichas corría de mi cuenta, lo cual sirvió para romper el hielo y entramos en grata e inofensiva conversación. Hasta ahí todo bien. El asunto comenzó a ponerse interesante cuando, al referir mi condición (en aquel entonces) de funcionario público al servicio de la Contraloría del Municipio Libertador, el dato pareció crispar a la dama que tenía más próxima, quien inquirió bruscamente cuál era mi filiación política. Al informarle que estaba con el Proceso Revolucionario, balbuceó con los ojos desorbitados: “¡un chavista! ¡no puede ser, un chavista!”. El asunto comenzó a agarrar vuelo cuando, de seguidas, barbotó: “¿qué hace un chavista aquí, en Chacao? ¿es que no hay cervezas allá en el Centro? ¡Ahora sí nos fregamos, nos están invadiendo en nuestros terrenos!” La dama en cuestión (tipo catira oxigenada, ama de casa acomodada) no hacía sino dar saltos en el banquito golpeando el vaso contra la barra mientras su amiga le pedía inútilmente que se calmara.

Francamente, mi condición de caballero –aún injustamente agredido- me impedía adoptar otra conducta que no fuera de cortesía socarrona. Al irles a invitar a otra cerveza, saltó otra vez: “¡ni se le ocurra! ¡cuando le diga a mi esposo que un chavista me brindó una cerveza…!”, y comenzó otra vez el ataque, cada vez más alterada: “¡Váyase de aquí, váyase para Cuba! ¿por qué no se va para poder estar tranquilos? ¿no tiene miedo de que lo saquen a patadas, chavista?” Mi controlada respuesta fue de que, a) no tenía ninguna razón para mudarme para Cuba ni para ningún otro lado, y b) la única persona intranquila dentro de la tasca era ella, que se calmara un poco. La dama pidió a gritos la presencia del dueño del negocio para exigirle mi inmediato desalojo; el susodicho salió de detrás de la caja registradora –no se había perdido detalle del suceso, al igual que el resto de los presentes- y, en forma concisa, le adujo que yo era cliente antiguo y persona decente por lo que no iba a atender su petición, que su negocio no era sitio para discusiones políticas, y que si no se portaba bien era ella la que tendría que irse. A todas éstas, la acompañante de la furibunda amazona, quien había pedido y cancelado ya la exigua cuenta, la tomó del brazo y la dirigió a la salida, mientras ésta hacía mutis vociferando que más nunca regresaría a “esta sucia guarida de chavistas, deberían incendiarla por traidores, qué les pasa, no se dan cuenta…” y otras flores por el estilo.

Las estupideces que últimamente estoy presenciando en la calle, me han hecho recordar el episodio con aquella disociada. Es innegable que el vomitivo trabajo mediático de GoebbelsTerror y Compañía ha consistido exclusivamente en tratar de recrear la disociación psicótica antichavista con que forjaron la funesta Carmonada, con el más que evidente propósito de malograr ahora la INEVITABLE reelección del comandante Hugo Rafael Chávez Frías. No es oposición política, sino antichavismo del más frío, violento e irracional. Un antichavismo clasista y visceral, totalmente desvinculado de motivaciones racionales, y totalmente carente de argumentos capaces de sostener una postura cuyo único alimento es el odio hacia Chávez y lo que representa.

Resulta oportuno mencionar algo más de aquel episodio: ninguno de los presentes, presuntos habitantes del Municipio Chacao, se hizo eco de la energúmena; todo el mundo se hizo el loco y se desatendió del asunto. Quiero creer que la recordación de aquellos días de sangre y angustia de abril de 2002 y del ulterior y sucio sabotaje petrolero, y su confrontación con la actual buena marcha del país hacia un rumbo cada vez más fructífero para todos, hará reflexionar a los opositores lo suficiente para que desistan de uncirse una vez más, como manada de borregos, a una aventura golpista como la que protagonizó Carmona El Breve. Una cosa es sostener determinada posición política, y otra muy diferente es participar, voluntaria o involuntariamente, en un nuevo crimen contra la Patria y contra el Estado de Derecho. Considerando cómo, a duras penas, el gobierno Bolivariano ha logrado mantener el rumbo –y, más aún, logrado enormes e inocultables victorias y mejoras en lo socioeconómico, en el área asistencial, educativa, alimentaria, de infraestructura, etc.- a pesar de las tremendas desestabilizaciones internas causadas por los enemigos del Proceso Revolucionario, es de esperar (o de querer creer) que la aplastante realidad de los hechos haya hecho entrar en razón a un buen número de opositores, dispuestos quizás a “atreverse” a votar por el Filósofo Zuliano, pero no a prestarse a servir de carne de cañón en otra mortífera aventura, orquestada por los Enemigos de la Patria, cuyo único objetivo consiste en salir del Presidente Chávez y del Chavismo aunque para ello sea necesario destruir a Venezuela a sangre y fuego y desbaratar los logros alcanzados que obran en beneficio de todos.

Quienes apoyamos el Proceso Revolucionario en curso sabemos qué tenemos que hacer el próximo 3 de diciembre y los días subsiguientes. Ojalá que, por su parte, los opositores (al menos, aquellos no tan disociados) sepan encajar con alguna gallardía el mal trago que les espera y no se vuelvan locos. A la final, la culpa de su próxima derrota electoral consecutiva no es Chávez, sino haber seguido una pseudo-dirigencia política ciega y sorda a la voz del pueblo soberano, que no atiende sino a los “cantos de ballena” del oscuro y difunto pasado puntofijista; una dirigencia que se niega a aceptar que “no se le pueden pedir peras al horno”… o sea, que el aguerrido pueblo venezolano es otro distinto de aquel que otrora manipularon a su antojo y que está aprendiendo, desde 1999, a llevar firmemente las riendas de su propio destino.

Se lo demostraremos dentro de menos de dos semanas: NO VOLVERÁN.


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Eduardo Santana Gómez


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