Señalamos en artículos previos, que la verdadera incógnita de este proceso electoral no radicaba en quién sería favorecido por la mayoría de los votantes, puesto que era meridianamente clara la victoria de Hugo Chávez. Esta certeza se confirmó ampliamente con la emisión del primer boletín del CNE: Chávez ganó en forma clara, con una buena diferencia de votos. La incógnita, decíamos, era si la oposición aceptaría su derrota o si tenía fuerza suficiente para desconocerla y producir en el país una conmoción parecida o mayor que la del golpe de Estado del 12 de febrero de 2002 o la del paro general y sabotaje petrolero de 2003.
Este enigma comienza a resolverse favorablemente a Venezuela para el momento de escribir este artículo. Y digo que comienza a resolverse porque, a pesar de los malévolos esfuerzos hechos por ciertas televisoras, para exaltar los ánimos de los venezolanos con informaciones tendenciosas, las declaraciones de Teodoro Petkoff, Jefe de Campaña de Manuel Rosales, efectuadas a comienzos de la noche del domingo, han desmentido lo afirmado por ciertas denuncias mal intencionadas y han señalado que la mayoría de los reclamos efectuados por la oposición han sido atendidos y resueltos adecuadamente por los organismos competentes, por lo que pareciera, que estamos en presencia de una tendencia importante en la oposición de acatar los resultados electorales y no recurrir al expediente de la aventura antinacional como en el pasado.
Como era de esperarse, se produjeron ciertos hechos violentos por parte de opositores al Gobierno, quienes en unas pocas mesas de algunos estados y del propio Distrito Capital, rompieron las pantallas de las máquinas de votación o destruyeron sus propios comprobantes de votación, en un intento por sabotear el proceso electoral. Se trató, sin embargo, de hechos muy marginales en relación con la asistencia total de los votantes y el comportamiento de los mismos.
Las cifras iniciales reportadas dan más de un 60 por ciento al presidente Chávez y casi un 39 por ciento a Manuel Rosales, en todo de acuerdo con la inmensa mayoría de las encuestas nacionales e internacionales efectuadas. Esto significa una clara ventaja de más de 2 millones de votos para el candidato gubernamental, independientemente de que no haya alcanzado los 10 millones de votos prometidos, los que tampoco se pensó nunca seriamente que se pudieran alcanzar, por lo que tampoco en este caso hubo sorpresas. Las cifras iniciales también indicarían una caída de la abstención electoral por debajo del 30 por ciento, lo que sería un hecho positivo adicional de este proceso electoral presidencial.
Con una situación internacional nada favorable en este momento, la oposición debería reconocer de inmediato la victoria del chavecismo.