Ayer amaneció otra Venezuela. El país, y principalmente, su ciudad capital, se tomó un día de reposo para reponerse de la adrenalina invertida en esta jornada electoral en la cual no sólo se despejaría la incógnita con respecto al arraigo social del liderazgo del presidente Hugo Chávez y del proyecto político que viene poniéndose en marcha desde hace ocho años.
Otras incógnitas revoloteaban en la mente de los venezolanos, y en realidad generaban más inquietud que el mero resultado electoral, del cual no había dudas dada la amplísima ventaja que todos los sondeos le otorgaban a la candidatura del jefe del Estado. Preocupaba saber, por ejemplo, si Manuel Rosales llegaría hasta el final, o si la jornada terminaría con altos niveles de abstención. Pero por sobre todo generaba inquietud la posibilidad de que el choque entre la marea roja y la avalancha del antichavismo se tradujera en la reedición de los peores momentos de confrontación, violencia y odio que se vivieron hace apenas algunos años.
Hoy el país respira tranquilo, porque cumplimos una jornada en la cual, más allá de las posiciones políticas de cada quien, las grandes mayorías nacionales le dieron la espalda a la violencia, al odio , al abstencionismo absurdo, al golpismo trasnochado y a sus promotores. Los venezolanos y las venezolanas le hemos mostrado al mundo que preferimos una consulta democrática, limpia, abierta, masiva y alegre como la que vivimos el domingo antes que optar por oscuras agendas en las cuales sus planificadores ponen las ideas pero se cuidan muy bien de poner los muertos y mucho menos el pellejo propio.
MADUREZ DEMOCRÁTICA
La madurez democrática ha aflorado tanto en el chavismo como en el bando opositor, y su fuerza es tal que se convierte en aislante frente a quien pretenda retornar a etapas que deben quedar definitivamente enterradas . Decíamos en nuestro artículo de ayer que el fenómeno electoral de esta jornada ha sido el alto nivel de participación, lo cual obligará seguramente a que las agendas políticas que nos esperan tomen verdaderamente en cuenta los intereses de esa inmensa masa que no sólo apoyó la paz sino que también ha respaldado de manera decidida la ruta de cambio social con paz y justicia por la cual venimos transitando.
La oposición, también lo decíamos ayer, tiene que reconocerse a sí misma como una fuerza minoritaria. Cuenta con un piso de treinta y ocho por ciento, lo cual no es desdeñable, pero debe aceptar que existe un sesenta y tanto por ciento de la población que votó, ahora sí claramente, a favor de una opción inequívocamente socialista cuyo perfil está todavía delineándose.
Esa oposición merece respeto y a la vez debe aprender a respetar a una mayoría que se ha venido consolidando año tras año, y que además ha venido adquiriendo conciencia política. Mientras la oposición se niegue a reconocer la solidez del chavismo siempre elaborará sus estrategias a partir de supuestos absolutamente falsos.
Las fuerzas victoriosas de este proceso electoral se disponen a seguir adelante, a profundizar en las políticas sociales que han venido aportando éxitos en la lucha contra la exclusión y la pobreza. También tienen, en el plano de política exterior, la tarea de seguir construyendo importantes puntos de encuentro para la la integración solidaria y para la promoción de un mundo pluripolar, más democrático, en el cual la independencia y soberanía de un país en la toma de sus decisiones no siga siendo considerada una amenaza para una potencia determinada, y en cual los conflictos se decidan pacíficamente. Y en el plano político interno, el impulso del partido que unifique a las fuerzas bolivarianas es otra de las prioridades. Por estos lados, el plan de vuelo está prácticamente definido. El rollo está en la oposición.
EL PAPEL DE ROSALES
La oposición no la tiene fácil, a pesar de que ha salido viva de este proceso electoral. Una derrota electoral, sobre todo después de que se ha alimentado un desmesurado triunfalismo, tiene sus secuelas. Si apenas la noche del domingo ya había en la Quinta Esmeralda gente con ganas de pitar a Rosales y de cobrarle a él lo que decían que había que cobrarle a Chávez, no es difícil imaginar que vienen tiempos de discusión interna, de ajuste de cuentas y deslindes en las fuerzas del antichavismo. Allí Manuel Rosales tiene un rol, que a mi modo de ver pudiera ser determinante, sobre todo después de haberse atrevido a hacer lo que le sale a un candidato presidencial perdedor : reconocer el triunfo de su adversario y dar la cara ante sus seguidores. Fue, sin duda, un buen atrevimiento.
Pero el ahora ex candidato presidencial tiene algunas situaciones pendientes por enfrentar. Una de ellas, su retorno a la gobernación del Estado Zulia. El haber perdido las elecciones hasta en su región lo obligará a replegarse y a reagrupar fuerzas ante un eventual referendo revocatorio que no luce como prioritario en la agenda del chavismo aunque no pueda descartarse del todo.
La otra situación es la necesidad de consolidar su movimiento Un Nuevo Tiempo como fuerza política nacional, y estar alerta frente a los planes propios que seguramente tiene Primero Justicia, partido que dentro de la derrota opositora salió ganando. La tercera es que debe convencerse a sí mismo de que el tránsito que les espera no es ni corto ni cómodo, pero sí es obligatorio. Sólo así podrá intentar ganar apoyo a la idea de que se desechen los atajos no democráticos para el acceso al poder.
Pero hay otro tramo por el cual el liderazgo opositor debe pasar, y es nada más y nada menos que la posibilidad de diálogo con el gobierno. No faltará quien diga que el Ejecutivo debería dar el primer paso, pero innegablemente la oposición tiene que decidir qué actitud asumir en caso de que ese telefonazo se produzca. Y debe discutir también si es necesario promover el diálogo por iniciativa propia.
RECONOCIMIENTO
Creo que la abrumadora mayoría de quienes votaron por la oposición espera que ésta asuma una conducta realmente madura y democrática. Han sido muchas las derrotas acumuladas, y no pocas las decepciones que el liderazgo antichavista le ha provocado a sus partidarios. El colectivo opositor necesita que en una hora tan difícil como la que viven le hablen con la verdad. Y Manuel Rosales, con todo y la lluvia de críticas que le hemos dedicado por su conducta política en el pasado reciente y por sus propuestas electorales, merece al menos el reconocimiento de que la noche del domingo le habló con la verdad a quienes esperaban con ansiedad los resultados electorales. “Reconocemos que hoy nos vencieron” es quizás la frase célebre de este proceso electoral. En tan pocas palabras se le ha ahorrado al país innecesarios momentos de angustia, violencia, miedo y tal vez muerte.
n tan pocas palabras pudiera estar la clave para que la oposición se ubique finalmente en el país que hoy tenemos. Al admitir el triunfo de las fuerzas bolivarianas, los adversarios del proceso de cambios también comienzan a reconocer que existe una Venezuela frente a la cual han estado de espaldas. Y comienzan a reconocerse a sí mismos como parte de una nación donde también tienen un espacio.