El Negro –entendámoslo bien- es esa parte de pueblo que votó –apasionada para gozarse a la Negra- por el candidato Manuel Rosales. La Negra era demasiado ambiciosa y demasiado infiel a su Negro.
Generó contradicción en el propio seno de quienes la amaban y querían
llevarla a dirigir el destino de este país como si fuera un panal de
abejas. Cada vez que alguien decía “Esta
Negra es mía”,
se expresaba una pugna ambiciosa y desmedida de propiedad privada y no
de propiedad social, olvidándose que es ésta la fuente del horizonte
redentor del mundo actual. Suerte que nunca el Negro fue plenamente convencido ni del triunfo de la Negra
ni de que una sociedad se redime cobrando su gente sin trabajar,
institucionalizando la holgazanería y el parasitismo social en medio de
los tentáculos del capitalismo salvaje que, precisamente, se nutre y se
enriquece la minoría sobre el sufrimiento y el esfuerzo de la mayoría.
El Negro tiene su dolor, se le murió su Negra. Y ninguno de
quienes nos hemos solidarizado con el Rojo tiene algún derecho o deber de burlarse de ese dolor, porque una cosa es el Gris –que desde arriba maquina y miente- y otro es el Negro, que por seguir el amor de su Negra, fue víctima del engaño y votó atraído por el perfume provocativo de la Negra que incitaba a gozarla de placer de cobrar sin trabajo productivo, pero… pero si llegaba primero al poder.
El Rojo sabe que combinado con Negro
es bandera de revolución. El socialismo no es cosa de minoría sino de
mayoría. Es la creación de un nuevo régimen, en teoría y en práctica,
que sustituya para siempre el capitalismo y todas sus perversiones. Esa
parte de pueblo que actualmente no comparte la idea del proceso o del
socialismo tiene que se ganada por políticas generadoras de bienestar
social. Eso también vale para esa parte que sigue siendo indiferente y
se abstiene de participar electoralmente en la elección de su destino.
El Negro
no debe ser excluido, porque entonces lo que se le hace es alargar su
dolor. La misma justicia que se propone la mayoría de los que votaron
por el Rojo viene siendo la misma que clama el Negro que perdió a su Negra, porque ésta era muy falsa y muy de barro y ya no existe un Dios que se la
convierta en carne y hueso. Hay que confiar en el hombre y no en la superstición.
Viene,
téngase por seguro, el período más difícil para el proceso bolivariano.
Cualquier resbalón de éste, levantaría todo el cuerpo caído de sus
enemigos. Si nos concentramos en vivir del optimismo ciego, el
adversario consciente se va a deslizar sigilosamente como hace la
víbora para capturar y aniquilar a su víctima distraída en el disfrute
de sus propios encantos reflejados en el espejo en que se mire. Si le
ganamos la base a la dirigencia política de derecha, que es el Negro hoy adolorido por la muerte de la Negra, los enemigos al sentirse solos tendrían que pensar demasiado para actuar y, lo
demuestra la historia, los generales sin tropas no ganan guerra.
Es
menester que los seguidores del proceso, los dirigentes del proceso,
los cuadros del proceso, sepan tender su mano solidaria al Negro, que padece el dolor de la muerte de su Negra pero
que es también pueblo propiamente dicho, para que entienda que en el
proceso tiene cabida, tiene espacio, tiene oportunidad, tiene futuro,
porque al igual que el Rojo se beneficiará de las políticas económicas que se implementen para servir a los intereses de la mayoría y no de la minoría.
Nada es eterno en el mundo, como lo dice la canción. Si el Rojo, que es esa buena parte de pueblo que está con el proceso bolivariano, execra, desprecia, acosa, y vive atacando al Negro,
nada se gana y es mucho el riesgo de lo que se pueda perder. Nunca
olvidemos que los imperios, que explotan y oprimen a la humanidad, se
sostienen esencialmente por el nivel de pugnacidad y
de contradicción que crean ficticiamente en el seno del mismo pueblo, y
que desgraciada y equivocadamente lo divide en sectores opuestos, y a
éstos los pone a pelearse y matarse entre sí disputándose –unos-
intereses que no son de ellos sino de sus explotadores y –otros-
defendiendo la causa que los libere de toda expresión de esclavitud
social.
No
es rendición ni una conciliación que vulnere los principios de un
proceso revolucionario lo que acá se está exponiendo. Es, en mi rústica
manera de interpretar la política y sobre todo la lucha por el
socialismo, una idea digna de ser considerada y necesaria de llevar a
cabo. Si por la mente nos pasa la necesidad de un nuevo triunfo en
2013, ganémonos al Negro y a la mayoría de los incoloros
con justicia social y hagamos que su dolor se extinga en el afecto y
simpatía hacia el proceso bolivariano. Sólo así aseguraremos la masa
indispensable para el socialismo.