Como lo sospecharán algunos lectores, no simpaticé con el partido Ac ción Democrática en sus momentos de opulencia y tampoco ahora, cuando yace a punto de quedar extinto. Incluso hay quienes me tildan de antiadeco. La denominación de "antiadeco" no se utiliza con frecuencia pues, por una parte, resulta cacofónica (de por sí el término "adeco" no es, como quien dice, una palabra con glamour). Por otra parte, ser antiadeco fue un pasatiempo bastante peligroso durante la época conchupante, y hasta 1998, cuando Acción Democrática se desmoronó y el "caudillo" Alfaro Ucero se largó a Miami, junto a CAP, Lusinchi y sus respectivas segundas damas.
Hoy en día, ser antiadeco resulta algo complicado, pues uno no sabe con exactitud a quién llevarle la contraria. Desde que el partido fue desguazado, algunos componentes aparecieron en distintos lados. Liliana Hernández halló refugio en Primero Justicia, cuyos patrocinantes la aceptaron como indigente política, algo así como una niña desamparada en situación de calle.
Antonio Ledezma, cuyo equivalente en el antiguo cacharro partidista era el de tubo de escape, creador de cortinas de humo, contaminante y ruidoso, armó la Alianza Bravo Pueblo, especie de motocicleta política, que actúa como "mosca" de grupos o factores golpistas.
Unos cuantos próceres adecos están bajo la férula del compañero Alzhaimer o figu ran entre los que intentan joder el Parkinson, otro compañero que lleva la voz cantante en el coro que integra la vieja guardia.
Lo que queda de Acción Democrática: el CEN con su infaltable cogollo, uno que otro sindicalero y algunos adecos provincianos atrincherados en alcaldías y legislaturas, está en manos de Henry Ramos Allup, que los maneja a su antojo y sin dar derecho a pataleo.
Durante años expresé mi extrañeza ante la falta de un mea culpa adeco. Un dirigente tras otro metía la pata y salía tan campante, con su cara de lo más lavada. No se producían renuncias ni expulsiones, autocríticas o propósitos de enmienda.
Ahora, finalmente, tomaron la decisión más honorable. Ramos Allup decidió que el partido se hará el harakiri, el suicidio ritual para expiar el daño infligido al país. La abstención electoral evitará, además, que hagan el ridículo total.
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