Cuando faltan pocos días para la elección presidencial del 3-D
2006, diversos analistas, encuestadores y activistas de oposición proclaman
como un hecho irreversible el triunfo de Manuel Rosales.
Entre los factores que motivan el optimismo del comando rosalista figura la
elocuencia desplegada por el candidato, quien ahora emite frases cortas y
elementales, sin buscarle peras al que te conté.
Los estrategas de la campaña enumeran, además, otras razones de peso que
garantizan la victoria electoral:
- Rosales tiene la energía de CAP, o sea, ese hombre sí camina.
- En simpatía se parece a Lusinchi, es decir, Manuel es como tú.
- Puede asistir a un partido de béisbol, a una corrida de toros o a un
restaurante de lujo sin que se forme un zafarrancho.
- Tiene visa para entrar a los Estados Unidos cuando mejor le provoque y
puede pasear por Miami sin necesidad de escoltas.
Sin embargo, las ventajas mencionadas se quedan cortas ante su ascenso en
las encuestas de opinión pública, las cuales revelan que la candidatura del
zuliano cogió vuelo antes de lo esperado. Así pues, el conocido encuestador
Alfredo Keller, cuyos vínculos con los demócrata-cristianos no impiden en
modo alguno confiar en su imparcialidad, anunció hace poco el anhelado
empate técnico.
Las cifras indican que un 48% de los electores está dispuesto a votar por
Manuel Rosales, en tanto que el 52% manifiesta intenciones de hacerlo por el
candidato a la reelección, Hugo Chávez Frías. Como se sabe, el margen de
error habitual es de un 3%, por lo que si dicho margen se le suma a Rosales
y se le resta al otro candidato, las líneas se cruzan a favor del aspirante
oposicionista.
Se trata del famoso ³efecto tijera², un fenómeno electoral que los
conocedores consideran básico para que un candidato novato o desconocido
corte la ventaja que lo separa del favorito.
Las encuestas revelan, además, que al momento actual la victoria electoral
podría ser determinada por una masa de electores entre los que figuran
votantes indecisos acompañados por posibles abstencionistas. A ellos se
deben sumar los que no se atreven a contestarle a los encuestadores,
temiendo que sean funcionarios encubiertos de organismos oficiales.
Los técnicos en la materia estiman que el voto oculto, cuya
inclinación todavía no la han revelado los electores, se eleva a un 30% de
los votantes, lo cual los convierte en el factor que definirá la elección
presidencial.
Para descubrir el voto oculto los expertos primero le preguntan al
encuestado quién cree que será el candidato ganador, dándole chance de que
coja confianza. La mayoría señala a Hugo Chávez, ante lo cual el
interrogador pregunta por quién votaría él; en ese momento, sin darle tiempo
a contestar, le repreguntan cómo se llaman los jardines sembrados de rosas.
Por lo general el subconsciente del votante lo obliga a revelar su verdadera
elección, que no es otra que Rosales.
De todas maneras y por no dejar, la oposición está repartiendo la
tarjeta de débito Mi Negra, debidamente acreditada a nombre del votante,
para que empiecen cobrar desde ahora.
En realidad no se trata de votantes, sino, más bien, de cobradores.
augusther@cantv.net