Protestantes invertidos

Últimamente a ciertos manifestantes les ha dado por exhibir la bandera de Venezuela al revés. Más que una protesta se trata de una ridiculez inspirada en la antigua tradición naval gringa de izar la bandera invertida como señal de emergencia. Era un SOS en alta mar, cuando no había acceso a radios o satélites, mostrando el pabellón estadounidense con las barras en alto y las estrellas abajo.

En aquella época voltear nuestra bandera en un navío no habría tenido sentido pues, siendo franjas homogéneas, el asunto pasaba desapercibido. Hacerlo ahora, en manifestaciones callejeras, amén de absurdo, implica irrespeto hacia nuestro tricolor.

De paso diré que nunca estuve de acuerdo con quemar banderas extranjeras, incluyendo la de Estados Unidos, en señal de repudio a su gobierno o su política. Se trata de un emblema nacional que une a todos los ciudadanos de aquel país, estén o no de acuerdo con sus gobernantes, con lo cual se insulta a todo un pueblo y no solo a los guerreristas o agresores.

Creo que la quema de una bandera venezolana obligaría a cualquier patriota auténtico a impedirlo o morir en el intento. En ese caso habría que seguir al pie de la letra la expresión de ¡Patria o muerte!

Hay quienes intentan desmitificar nuestra bandera, junto a otros símbolos de la república, como el Himno Nacional, al que trataron de sustituirle la música con una versión amariconeada de Ilan Chester, promovida, ¡miren qué casualidad! por RCTV.

Del mismo canal, en sus transmisiones postreras, surgió la

consigna de invertir el tricolor en señal de protesta. El detalle es tan grotesco como portar un crucifijo con la cabeza hacia abajo para agraviar a los cristianos.

Se trata, pues, de un grupo de supuestos compatriotas cuyos intereses les inspiran obediencia incondicional a las consignas de la política exterior gringa, en defensa de la libertad de empresa y las reglas del mercado.

Podríamos considerarlos venezolanos volteados, como los de Globovisión, en especial aquellos que revelan tendencias invertidas. A fin de cuentas ¿a quién le extrañaría que Roland Carreño y sus congéneres sientan preferencias por marchar de espaldas?

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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