La oposición calienta las orejas

Una de las expresiones que con más frecuencia se oye en estos días es que "la oposición está calentando la calle". Se supone que el fulano calentamiento constituye una alusión simbólica, pero en muchos casos se trata de sucesos reales, pues las calles y avenidas las calientan no solo con manifestaciones de protesta, sino a base de incendiar cauchos y, de vez en cuando, quemar algún vehículo.

La acción de calentar la calle forma parte del libreto o manual para el golpe de Estado, redactado por los organismos de inteligencia estadounidenses y ensayado en otros países donde la "libertad", la "democracia" y el neoliberalismo se han impuesto mediante hábiles maniobras.

Dicho maniobras desestabilizadoras cada vez son más fáciles de identificar para quienes respaldamos al Presidente Chávez. Se trata de un decálogo que especifica una por una las acciones que deben integrar el intento golpista. Éstas se llevan a cabo tanto en el campo interno como en el internacional, siempre desplegadas en los medios de comunicación, en una escalada de noticias ominosas y/o sensacionalistas.

En lo externo figura, en primer lugar, el señor José María Aznar actuando como agente de su socio en cuestiones de política y negocios, George W. Bush. El ex presidente del gobierno español recorre Latino América pregonando las maldades del Chávez y del régimen castro-comunista que impera en Venezuela. Lo mismo hacen otros mandaderos de los gringos, al estilo de Vicente Fox y los candidatos derrotados en Nicaragua, Bolivia, Ecuador y otros países donde han surgido mandatarios progresistas.

En lo interno, apelan a protestas que copian procedimientos usados en Europa Occidental, tales como pintarse las manos de blanco y otros recursos efectistas: mordazas, vendas en los ojos, así como ponerse de rodillas con las manos en alto frente a los policías, como si estuvieran siendo agredidos. Todo ello mientras claman por una "libertad" que nadie les ha quitado, puesto que desfilan, manifiestan y protestan sin impedimentos de ninguna especie.

Claro está que no todas las manifestaciones son pacíficas dado que eso crearía la impresión de un gobierno respetuoso de los derechos humanos. Es importante que los camarógrafos capten imágenes de ahogados por el gas lacrimógeno, "ballenas" arrojando chorros de agua a gran presión y manifestantes recién impactados por perdigones plásticos. Luego los expertos en edición y montaje de las televisoras privadas las arreglan para presentar imágenes espeluznantes.

La escalada de protestas implica pronunciamientos estudiantiles, seguidos de otros gremios: la Conferencia Episcopal, Fedecámaras, sindicaleros, militares en retiro y diversos sectores partidistas. Las desertores del oficialismo son recibidos con fanfarrias y ruedas de prensa durante varios días.

Ahora llegamos a la fase de las encuestas falsas. Diversos expertos en auscultar la opinión pública calientan las orejas de los opositores con demostraciones, mediante gráficos y estadísticas, de la apabullante impopularidad del gobierno.

Falta el pacto solemne que congregará a los opositores en un solo paquete. A lo mejor tiran el resto en una gran marcha en Caracas. Ojalá no se vuelvan locos, como les pasó en abril del 2002.

Esta vez ya estamos prevenidos.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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