Diciembre 2001 (bis)

Los norteamericanos, o más concretamente los gringos, tienen un simpático y muy contundente refrán que afirma que si algo tiene pico y plumas de pato, camina como pato y hace cuac, cuac, con seguridad es un pato.

Veamos entonces. Si algo luce como una concertación para desestabilizar, crea desabastecimiento de productos básicos, transmite desinformación y publicidad contra el gobierno y, con el fin de desalentar a los venezolanos, estimula protestas, manifestaciones y actos contra los poderes constituidos, entonces se trata de un intento golpista y lo demás son cuentos.

A estas alturas se sabe con toda certeza que los sectores de la oposición subversiva tenían una agenda desestabilizadora que se iniciaría un minuto después de que el Consejo Nacional Electoral anunciara el triunfo del SÍ en el referendo constitucional. Es más, algunos no esperaron y, aún antes del boletín inicial, fueron al CNE a clamar fraude, dando inicio al primer punto de la agenda de marras.

Lo que ocurrió el 2 de diciembre es que la escasísima ventaja del NO sobre el SÍ los agarró fuera de base, sorprendiéndolos tanto como al propio gobierno y más aún cuando, tras el boletín del CNE, de inmediato el Presidente de la República, en cadena de radio y televisión, reconoció que el resultado electoral lo desfavorecía.

¡Qué desgracia! ¿Cómo clamar fraude si ganaron y tanto el Poder Electoral como el propio Chávez se apresuraron a reconocerles el triunfo? Esa vaina no se le echa a una conspiración bien montada y basada en la premisa de denunciar un abyecto fraude.

Lo que le ocurrió a la oposición conspiradora es que no contaban con un plan A, pues pocos de ellos creían que el NO podría ganar el referendo constitucional. Lo que tenían organizado era el plan B: la invención de un fraude que denunciarían como prueba irrefutable de la imposición de la dictadura chavista contra la voluntad popular.

Así pues, rápidamente los laboratorios de ideas de guerra sucia procedieron a reorientar los programas ante el revés de una victoria inesperada que contribuye a prestigiar a Chávez como demócrata a carta cabal.

El plan C es el mismo plan B con nuevos adornos. Esta vez, sin embargo, están de nuevo envalentonados, como ocurrió en diciembre de 2001, cuando juraban que el paro indefinido, unido al saboteo interno en Pdvsa, acarrearían la caída del gobierno.

Hasta el bolívar tuvo un repunte cuando, al día siguiente, los que se preparaban a mudarse para el estado de Florida y demás centros de moda entre los emigrantes antichavistas, iniciaron la recompra de moneda local, para celebrar el triunfo con biyuyos criollos.

Pero los signos están a la vista. Tiene pinta de conspiración y es una conspiración la que llevan a cabo para salir de Chávez antes del fin del mandato constitucional.

La CIA, la CEV, Súmate, el Comando de la Resistencia, los universitarios de la alta sociedad civil y demás golpistas están apurados. Eso de esperar cinco años, ante el peligro de que Chávez haga un buen gobierno y se consolide el régimen revolucionario, es un riesgo demasiado grande.

Lo más grave es que Chávez sigue siendo el político más popular del país, líder indiscutible de la revolución y del proyecto socialista. Se trata de una desgracia que no se merece toda esa gente del petróleo.

augusther@cantv.net






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Augusto Hernández


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