“El estudio de la Historia es no sólo útil, sino también necesario. Los más escépticos no la descuidan; porque aun cuando no le admitiesen como propio para conocer la verdad, al menos no le desdeñarían como indispensable. Además que la duda, llevada a su mayor exageración, no puede destruir un número considerable de hechos que es preciso dar por ciertos si no queremos luchar con el sentido común”.
Así, uno de los primeros cuidados que deben tenerse en esta clase de estudios es distinguir lo que hay en ellos de absolutamente cierto.
Señor General: La facultad llamada sentido histórico, cuya aplicación a la economía política es obra, sobre todo, de los socialistas, e imperecedero mérito de Marx en la ciencia, es un sentido que, por singular aunque naturalísimo caso, en cualquiera suele hallarse menos en los atacados de lo que podemos llamar historicismo, menos en aquellos que se atiborran de historias, más bien que de Historia, que se embuten el coco de fechas, nombres y sucesos y pierden lastimosamente el tiempo leyendo extractos de cronicones y de opinadores de oficio. Sucede con éste lo que con el sentido científico, y es que nadie suele estar más lejos de él que los que se nutren de meras curiosidades científicas. Si el sentido histórico no fuese tan raro como es, tan raro como el sentido científico en general, pasaría como cosa de clavo pasado lo de que lo que ha sido, ha sido necesariamente, pues de otro modo no podría haber sido, y que todo lo que es, es como es y no puede ser de otro modo.
Señor Baduel: Si el socialismo puede aspirar al dictado de científico, es por su sentido histórico, por atribuir los males sociales a incoercible proceso, y señalar su crisis y solución como necesario resultado del proceso mismo económico-social. De la falsa concepción del proceso histórico brota una falsa política. Si se desconoce la racionalidad de todo lo que es, llégase naturalmente a la idea de que lo que a uno no le agrada en las relaciones existentes debe pasar como morboso. Investigase la enfermedad y se halla una receta prescribiendo lo que se le aparece a uno cual estado ideal. De aquí brotan las utopías todas, las organizaciones puramente imaginativas que se intenta aplicar al pueblo, los cuadros de una futura organización popular.
No ha de ir por ese camino nuestro socialismo, sino que, estudiando atenta y lealmente el proceso económico-social moderno, tratará de sacar de sus entrañas mismas indicaciones respecto a su dirección para cumplir la labor de facilitar el camino del progreso, destruyendo los obstáculos que le retardan y haciendo que las fuerzas divergentes concurran a la gran corriente central. Por eso, nadie más y mejor que los socialistas reconocemos la función de la burguesía. Nadie más convencido que un socialista de que, sin el capitalismo burgués, el régimen socialista no se habría hecho posible; que la burguesía ha sido el elemento más activo de progreso; que el industrialismo moderno, hijo de la propiedad privada de los medios de producción, es el padre de la asociación y del socialismo, el que ha de hacer posible un régimen más racional. Cierto es que el socialismo corrige y hasta destruye el liberalismo burgués; pero es brotando de él. Nada más engañoso y peligroso a la vez que pretender entroncar el moderno socialismo con el espíritu que produjo los viejos gremios, en buena hora muertos. Cierto, sí, que de aquel espíritu lleva algo; pero lo lleva vivificado por la libertad y la emancipación del pueblo.
Señor Baduel: Hay gentes que han viajado, que han visto tierras y que de cada viaje traen alguna cosa nueva con que dar el golpe. Hay admiradores de Miami; de Europa y de su progreso industrial, y de su amenidad de vida. Todos ellos cuando no son egoístas, se preocupan de meternos algo de todo eso. Pero no ven el fondo de la cuestión. De todo se preocupan menos que de lo hondo, de las condiciones del trabajo humano, de la cuestión de los pueblos. Sabrán la última moda en ropa, en música, en muebles, él ultimo modelo de automóviles, pero ignoran por lo regular los resultados de las últimas informaciones sobre las condiciones del pueblo. Desdeñan los problemas económicos.
Así es que todos esos insustanciales no han caído aún en la cuenta de un principio archicorriente por los países de donde nos traen sus novedades, y es que el principal propulsor de todo progreso artístico, industrial y hasta científico es el mejoramiento de la calidad de vida del pueblo, por virtud de sus esfuerzos propios. Ignoran que los pueblos europeos han impulsado no pocos progresos, han hecho posibles no pocas aplicaciones industriales, y lo han hecho no más que haciendo la ley a los salarios, mediante su resistencia. La insustancialidad de nuestros hombres prácticos (así se creen) es enorme. Entre ellos el discurrir o hablar acerca de la cuestión del pueblo es de tan mal tono como discurrir o hablar acerca de la religión. Y los tales fatuos suelen sacar a colación el nombre de Europa, donde más se escribe y discute acerca del socialismo. Si se les dice que el movimiento de los pueblos europeos, más extenso y vivo cada día, que ese formarse sociedades de resistencia de que apenas tienen noticia, que la labor del socialismo allí es la más segura garantía del futuro y progreso, si se les dice que el desarrollo de esas sociedades que desdeñan puede llegar a ser el factor de la introducción de progreso. Siga, siga la insustancialidad, y preocúpense del último cantante que llama la atención, o del último modelo de automóvil, o de la vestimenta a la moda más practica.
Señor General: En unos años nadie se acordará de usted, para las nuevas generaciones pasará desapercibido, no les dirá nada su nombre. Sin embargo hubo una época en que usted para muchos fue, un verdadero héroe de la revolución. Es cierto que su influencia fue menos considerable para los que conocíamos sus antecedentes del 4F del año 1992, y que le veníamos haciendo seguimiento, sabemos que lo del 12 de abril 2002, usted fue forzado por las circunstancias, y que lo hemos visto a usted señor general como un oportunista; no obstante eso se explica por el intento de la oligarquía y sus medios de difusión mediática de tratar de presentárnoslo como si fuera el verdadero salvador del proceso Bolivariano, ya que daban por sentado que cuando cambiaran las condiciones objetivas sabría armar la revolución por otros métodos y les entregaría a ellos el poder como un Páez; pero no fue así, el surgimiento de una etapa de crisis y choques reveló su carácter anti-revolucionario. Chávez en buena hora rompió decididamente con usted y nos demostró que usted se comportó como un renegado. Pero en lo que respecta a usted mismo solamente semirenegó, por así decirlo, de su pasado juramento del Samán de Güere: cuando los problemas revolucionarios se plantearon con toda su agudeza, y se vio obligado a llevar hasta las últimas conclusiones su oportunismo orgánico.
Señor Baduel: Los hombres como usted, conspiran y agreden en la sombra, escamotean vocablos ambiguos, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad. Nunca lucen un galardón inconfundible: cierran todas las rendijas de su espíritu por donde podría asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira y la traición.
Señor general: Cuando no hay patria no puede haber sentimiento colectivo de la nacionalidad –inconfundible con la mentira patriótica explotada en el país por los mercaderes y los militaristas- cada piara se forma un estado mayor que discute su pretensión de gobernarnos, encubriendo piraterías con el pretexto de sostener los intereses del pueblo.
“Somos el país de la improvisación, de la “suerte”, de la “viveza”, de “las reputaciones consagradas y las nulidades engreídas” –como afirmó Romerogarcía.- “Nuestra tragedia reside en haber llegado sin llegar.”, dice Mario Briceño.
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