El oposicionismo venezolano (o lo que queda de él) tiene en el uso de la mentira una herramienta indispensable en el ejercicio de su labor antichavista, porque la falsedad fue sin lugar a dudas el rasgo más definitorio y resaltante de la clase política cuartorrepublicana de la cual ella se nutre.
En su práctica mentirosa se empeña de manera sistemática en el desconocimiento de todo cuanto ha avanzado sustancialmente Venezuela al abrigo de la revolucionaria propuesta bolivariana que el presidente Chávez ha impulsado en el país desde su ingreso en la escena política nacional en 1992.
La profunda transformación que la sociedad venezolana ha experimentado en todo este tiempo, ya no sólo en términos estrictamente económicos, sino en lo social, a través de la conversión del Estado en una instancia para la promoción de la inclusión, de la justicia y de la igualdad, nos coloca hoy como uno de los países de mayor crecimiento en bienestar y en elevación de la calidad de vida de su población.
Sin embargo la irracionalidad antichavista persiste en su intento de engaño permanente anunciando calamidades a diestra y siniestra, como si el país en verdad se hundiera a cada paso en un lodazal de infernal cataclismo, creyendo ingenuamente que el venezolano es hoy el incauto e inmaduro pueblo de hace cuatro décadas al que ellos se habituaron a manipular a su antojo de la manera más inmisericorde e inhumana.
Con el paso de los años, y de espaldas siempre al innegable avance del país, esa terca y miope oposición ha convertido en mitos del absurdo lo que se suponía eran sus verdades más incontrovertibles, como aquello de la supuesta caída de la popularidad de Chávez, o el mito de la caída de los precios del petróleo (como tanto ellos lo ansían), o la bendita extinción de las libertades en el país.
Fue así como lo que en un momento hacían aparecer como realidades inevitables, fueron quedando más bien como evidencias de su ineptitud y de su incapacidad para comprender el país, porque en el fondo lo que han hecho desde siempre como única fórmula de análisis de nuestra realidad es, cuando mucho, la predicción del pasado.
De mito en mito terminan ahogados en su propia saliva, mientras el país crece y la gente se incorpora cada vez más a la vida que ellos mismos le negaron por tanto tiempo.
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