Ledezma y ledesmadre

"El desmadre dejado por Juan Barreto en el despacho capitalino no justifica el permanente cacareo del burgomaestre Ledezma."

El nuevo alcalde metropolitano del Distrito Capital anda haciendo más ruido que una claque de féminas arrebatadas sonando sus cacerolas, lo cual, de una u otra manera, produce efectos similares en la psiquis y en los oídos. Lo que pretende el imitador político de Carlos Andrés Pérez y discípulo adelantado de Alfaro Ucero no es ni remotamente la solución de los problemas que encontró en el despacho que ahora detenta, sino poner a sonar su nombre en condición de muchacho bueno de la película que se enfrenta a los villanos de la banda oficialista de los chicos malos.

Problemas, a no dudarlo, habrá heredado por montones pues el antiguo aterrorizador de los oligarcas, Juan Barreto, aparentemente perdió las perspectivas y tras los escarceos iniciales se cuadró junto a los miembros del Country Club que en algún momento amagó con expropiar para construir chanchas de bolas criollas.

Sería por demás interesante que Antonio Ledezma localice y dé a conocer las facturas o contratos entre el alcalde Barreto y el diario El Nacional, pues de seguro dichos gastos ascenderán a montos astronómicos, amén de gastronómicos, pues según versiones fidedignas las sumas se pactaban en restaurantes dignos de la guía Michelín o al menos igualmente costosos.

La conchupancia entre Barreto y Miguel Henrique Otero rebasó todos los niveles de empatucamiento, lo cual era tan obvio como, por ejemplo, la construcción del Sambil de La Candelaria, ya que los avisos de la alcaldía mayor publicados en El Nacional estaban a la vista de todos los revolucionarios, sin que alguien dotado de autoridad o tan siquiera de escrúpulos se animara a decir ni pío.

Por desgracia creo que al Presidente Chávez se le pasó ese detalle que resaltaba a la vista tanto como el grueso volumen corporal del bien llamado Alcalde Mayor de Caracas.

Aún así el desmadre dejado por Juan Barreto en el despacho capitalino no justifica el permanente cacareo del burgomaestre Ledezma. Éste pudiera hacer como sus copartidarios en el Municipio Sucre o el Estado Miranda y comenzar a trabajar, en vez de estarse lamentando cual muchacho malcriado que no consigue todos los juguetes que le dejó el Niño Jesús.


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Augusto Hernández


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