Definitivamente los adecos son impredecibles, camaleónicos y capaces de adaptarse a las más disímiles circunstancias. Cuando uno los considera reducidos a su mínima expresión ellos reaparecen, como el paludismo o el dengue, que aunque erradicados en apariencia, sobreviven y readquieren niveles epidémicos, contagiando a los endebles física e intelectualmente.
De manera sorpresiva el secretario general de Acción Democrática, un cargo que en sus tiempos de gloria equivalía al “capo di tutti capi” y hoy no se equipara al del lechuguino que comanda la FCU de la UCV, recuperó momentáneamente su antigua resonancia y hasta podría decirse, sin temor a exagerar, que disfruta un alto grado de notoriedad.
Ello se debe a la habilidad de algunos adecos para escurrir el bulto. Recordemos el caso de Carlos Ortega, sindicalero de la CTV, quien tras conspirar al alimón con el gerente de Fedecámaras, se pintó de colores el 12 de abril, dejando a Carmona Estanga rodeado de generales sin tropas y “jaletis” buscando cargos.
Ahora, en la mejor tradición de tirar la piedra y esconder la mano, Henry Ramos Allup permitió que algunos petimetres y un espécimen bastante obsoleto acompañaran al coordinador del próximo golpe a una cita con sus financistas gringos en Puerto Rico.
A diferencia de Antonio Ledezma y otros pantalleros segregados del partido, Ramos Allup no se retrata en grupo ni participa en conjuras de novatos, a menos que tenga los pelos en la mano.
Por eso, y por otras razones igualmente justificadas, el jerarca de los adecos suele contestarle al periodista que le hace alguna pregunta incómoda: “¡No me vas a provocar, no me vas a provocar!”, empleando un tono regañón y rítmico que provoca inmensos deseos de bailar.
El ritmo en cuestión, gracias al arreglo de un acucioso disc-jockey, está pegado como la canción más popular del carnaval con el título de Changallup. En Margarita se baila en discotecas y en las playas de moda, donde las chicas en tanga (las tangallup) exhiben sus habilidades para menearse al pegajoso ritmo.
Aunque era lo que Ramos Allup intentaba evitar, se trata de un arreglo altamente provocativo.
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