Entre poesía, gramática y revolución

Estudiaba Castellano y Literatura en el Pedagógico de Barquisimeto - hoy UPEL – y mantenía una relación clandestina con mi maestro Manuel Moreno Jimeno, educador y poeta peruano de silenciosa y trascendental acción difusiva de las vanguardias estéticas y revolucionarias en nuestro país, amigo de Argüedas y estudioso de las tesis de Mariátegui, quien fuera destituido de su cargo en esa institución puntofijista por su consecuente militancia en la indianidad y el antiimperialismo, cuando apareció, de la mano del poeta Alvaro Montero, quien recién concluía estudios de derecho en la Universidad de los Andes y uno de los más importantes poetas del siglo veinte larense y nacional, un joven moreno, de baja estatura, sonrisa franca y mirada inteligente, con quien realizamos algunas conversaciones sobre los movimientos transformadores continentales. Una noche, en casa de Juan Arcadio Rodríguez y la negra Camacho, mientras Milagro Camejo tocaba la guitarra y cantaba boleros de Armando Manzanero, el amigo, que con rapidez se había integrado al grupo, me entregó una hoja de papel, ajada, como suelen ser las notas de los poetas, casi siempre escritas en la barra de un café o en un terminal de pasajeros, por lo menos en aquellos días cuando todavía corría fresca la sangre derramada por Raúl Leoni, confundida con la correspondiente a Rafael Caldera, sangre de la patria quiero decir, porque la propia de Leoni era fría como la de las serpientes y, según el Chino Valera Mora el Dr. Caldera lo que tiene en el corazón es un rollo de alambre de púas; en esos días, digo, porque ahora las notas de algunos poetas vienen en sobres lacrados, papel oficial y lenguaje imperativo, o, los menos formales, las envían mediante celulares y correos electrónicos.

La nota, breve, produjo en mí sorpresa y alegría, era, precisamente, del Chino Valera y me pedía brindar toda la solidaridad posible al hiperquinético y audaz portador: Rafael Antonio Uzcátegui, nombre que conocí años después cuando vimos su fotografía con el rostro desfigurado en el diario del desaparecido novelista Miguel Otero Silva, luego de ser torturado por los cuerpos represivos, como consecuencia de su captura en una urbanización caraqueña a raíz de un enfrentamiento armado en el cual participara para preservar la vida de los camaradas Douglas Bravo y Sergio Briceño quienes se reunían en la casa materna de Sergio, hijo de la extraordinaria luchadora política Margot García de Briceño. Ese rostro golpeado era el de Freddy, el de Bob, el de Fonseca… El del amigo recomendado por el Chino, y quien junto a Laura Prada y José Tovar, hubo de organizar a los poetas de Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy, Zulia y Barinas, y del país en general, en torno al PRV, contradictoria derivación del PCV, fundado el 23 de abril de 1966.

Mis compañeros de estudios, farras, amores y poesía; personalidades del mundo cultural, político y religioso; dirigentes gremiales y comunales, aceptaron las propuestas organizativas de ese equipo acosado por delatores y asesinos. Fue lo mejor que nos pudo ocurrir. La militancia en el PRV nos salvó de la desolación autodestructiva, la crueldad puntofijista y la tristeza de posguerra, alimentada por el existencialismo y otras expresiones filosóficas eurocentristas que consumían nuestra desesperanza entre bares y polémicas inútiles. Los poetas nos echamos al hombro la retaguardia y la logística de la última guerrilla, la misma que, según el incansable programa de la TV dominical, el casi adolescente José María perseguía con denuedo.

He allí, en esa nota del poeta que “amanecía de bala”, la comprensión de las palabras que en algún lugar de su obra dicen: “la revolución no vendrá por nosotros, pero tampoco sin nosotros…”

Pero el recién estrenado jefe junto a quien nos tocara compartir vivencias y discusiones, que aportan elementos para futuras escriturías o conversaciones, para poder conquistar nuestra definitiva militancia, hubo también de aprender algunas de nuestras destrezas dionisíacas y de nuestras lecturas. Intercambiábamos experiencias, miedos y locuras. Nos caía a leninazos limpios y nosotros a Vallejazos y Bretonazos. Destripamos a Marcuse y celebramos a los anarquistas. Recitábamos a Fanón… Sartre, Camus, Argüedas, Scorza, Freud, eran trasnochos continuos. Bayardo Vera, en Mérida, le proyectaba hasta dormirlo todas las películas de Chaplin; escuchaba textos inéditos de su amigo Salvador Garmendia, de Carlos Contramaestre, de Palomares, Pepe Barroeta, mientras Betania y Luis Cornejo horneaban un lechón y Alvaro, el Chino y el Catire Hernández entonaban rancheras de la revolución mexicana, o, en Barquisimeto recibíamos el alba oyendo bossa nova y los boleros de Milagro, Oda e Ilsen Castillo, tratando de escondernos de la madrugadora doña Chita Octavio quien nos ponía a regar sus flores para comprobar si éramos poetas de verdad, asombrada de que la modernidad había traído consigo poetas negros lo cual ella nunca vio en su juventud. Uzcátegui, proveniente de la mejor escuela del partido comunista, fraseaba las canciones de los republicanos españoles, el chimichimito y la lancha Nueva Esparta, que había aprendido de niño, cuando la dirección local del litoral central organizaba vendimias o fiestas para darle la bienvenida a Jesús Farías o bautizar un libro de Salvador de la Plaza.

El Catire Morales Rossi y Víctor González Camejo trabajan en un libro sobre la historia del partido comunista venezolano hasta nuestros días. En esa obra se hablará del papel político del PRV en nuestra contemporaneidad; en ese entretejido histórico están la energía y el coraje de nuestro amigo Rafael Uzcátegui, el hijo de María Cartaya y de Rafael Marcano, genesia de montaña y mar, unión de enigmáticos fulgores, de telúricas y estremecedoras potencias.

Yo sólo me atrevo a mencionar estos asuntos del afecto, lo que no se ve, pero nos insufla fuerza para las tareas cotidianas, para las batallas del colectivo, y para la rendición de cuentas a los nietos que ya empiezan a hacer preguntas impertinentes que, en honor de la vida, merecen milimétricas respuestas. Nosotros sabremos darlas; otros tendrán algunas dificultades para hacerlo.

Lo que diga la historia, y en ella el valioso libro de Alexis Rosas, sobre la contribución del negro Uzcátegui al proceso revolucionario, siempre será poco para expresar en su justa dimensión la nobleza de espíritu, la valentía, la lucidez y la perseverancia de este hombre, a sus sesenta años ejemplo de desprendimiento y constancia, a pesar de los obstáculos que el poder oficial ha atravesado en su camino, hasta el día de hoy. Desde muy niño, como pionero del PCV, Bob ha sabido cumplir su tarea constructiva.

Le queda camino por andar, sobretodo en esta hora cuando se abre la oportunidad de impulsar un gran frente popular latinoamericano que haga de la Soberanía, el antiimperialismo y el diseño de nuevos modelos societarios donde triunfen la pluralidad y la armonía planetarias, el plan de acción fundamental del espíritu libertario.

Creo haber cumplido en estas cuatro décadas largas de fraternidad, el encargo del Chino, el cual me alegró mucho recibirlo, y me sorprendió, como dije al inicio, por los ocho errores ortográficos relucientes en tan cortas líneas. Para un estudiante de lenguaje era inconcebible que un poeta escribiera con anomalías gramaticales. Además de los encantos de su poética, el Chino nos dejó dos enseñanzas: “Hay que salir temprano de la farra, porque mañana hay que trabajar…” y “Es necesario escribir como se habla…”, lo último es discutible, pero aprendí que la poesía tiene poco que ver con normativas, y debe rezumar la esencialidad ética.

De ese papelito de finales de la década de los años sesenta, brotaron, gracias al Chino, Freddy y los demás amigos, grupos culturales, congresos como el de Cabimas 70 o el “Aquiles Nazoa” que deslindó rutas en el PRV, a pesar de su aparente fracaso; pero también germinaron células que llevaban comida y armas a la guerrilla; escuelas de formación obrera y campesina – ERFOC -, y una tenaz organización político-militar, la cual no supo ni ha sabido resolver el dilema y la interrelación entre un partido de cuadros y un movimiento de masas, ni entender que todo partido será de cuadros en cuanto se nutre de la voluntad y la elección del individuo ante un menú preelaborado por tendencias filosóficas e intereses grupales, y un movimiento de masas siempre será el mar donde desembocan las frustraciones y los sueños populares… En este momento de fuertes marejadas Poseidón convoca a diestros capitanes que unifiquen las fuerzas de las olas, aunque improvisados timoneles insistan en embarcar a las masas en inútiles goletas cuyas bodegas esconden los eternos pecados bucaneros: la gula, la avaricia, la ira… Y el papelito del Chino tantas veces referido en esta oración, también fortaleció, en un segundo envión, al frente guerrillero “José Leonardo Chirinos”, fundado por Douglas Bravo, pero en la etapa a la cual nos referimos dirigido por Elégido Sibada, nuestro querido Comandante Magoya; y el frente “José Antonio Páez” - nosotros no destruimos sus estatuas -, con el flaco Prada, el camarita Daniel Buitrago y Agustín Mejías a la cabeza, mientras asumía presencia política el Buró del área occidental, jefaturado por Alí Rodríguez, quien sí ha sabido dar uso a esa herencia organizativa en cuya construcción trabajamos con Uzcátegui; y quedan en la memoria las vidas heroicas de Hilario Navarro – Choropo -, asesinado en el barrio Santa Isabel, de Barquisimeto, por individuos hoy militantes del sector oficial como antes lo fueron de los cuerpos represivos copeyanos, y de su primo Honorio Navarro - Colina – digno representante de la clase obrera, asesinado en los Teques frente a su madre. Y recuerdo los poemas de Robles escritos en las piernas de su pantalón en la vigilia del campamento, y al Treco cantando el corrido de Chimiro, y estoy convencido de que toda esta experiencia poética, política y militar, justifica actos como el de esta noche yconvoca a Capitanes como Rafael Uzcátegui a salir a las calles para enfrentar a la derecha tradicional por un lado y a la improvisación desaforada por el otro. Este es el momento de dar un gran salto ¡ Adelante !

¡ Luchar Hasta Vencer !

Paso Real, Centro de Investigaciones “Dr. Pedro Duno”.
14 de agosto de 2009.

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Tito Núñez Silva (*)


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