Durante dos días consecutivos un conocido diario nacional la agarró contra la Guardia Nacional Bolivariana dedicándole sendos titulares principales de primera plana. La razón para semejante acoso periodístico estriba en la foto igualmente publicada por el periódico, donde aparece un efectivo antimotines de la GNB portando un aparato de siniestra apariencia.
Como es fácil suponer, el susodicho guardia no cargaba un garfio de pirata o una cabilla forrada. Se trataba más bien de una especie de rezón que el comandante del CORE 5 denominó un “garapiño” y consiste en una serie de ganchos metálicos apuntando en diversas direcciones, insertados en una estructura que los une a una cadena.
Ciertamente el mentado garapiño luce como una garra de acero o un aparato de torturas. Al efecto la locutora emergente de “Aló ciudadano”, la señora Pérez Osuna, localizó en Internet una guarandinga que se le parecía vagamente, la cual era denominada “araña española” por los verdugos de la Santa Inquisición. Demás está decir que la “araña” de la Pérez Osuna se usaba con el fin de producir dolores inenarrables, sirviendo para colgar a las víctimas insertándoles los ganchos por diversas partes del cuerpo.
Todo ello fue explicado en detalle y con deleite inocultable por la acuciosa animadora de Globovisión, haciendo ver que a los manifestantes alebrestados les esperaba un destino similar.
La realidad era bastante más sencilla y fácil de suponer, pues la garra en cuestión se usa para jalar los cauchos y otros objetos incendiados y retirarlos de la vía pública, tal como señaló el comandante del CORE 5.
El asunto me recuerda varios cuentos sobre situaciones equívocas, los cuales, por desgracia, no puedo narrar por esta vía. La moraleja, sin embargo, es que las apariencias engañan, a menos que quien interpreta el asunto tenga la mente cochambrosa o embasurada.
Por otra parte y lamentablemente se ha perdido el profesionalismo de quienes debieran dar ejemplos de periodismo investigativo antes de lanzarse a inventar aparatos de tortura que solo existen en la imaginación de un observador novato o, peor aún, de algún interesado en sembrar el pánico.
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