Nadie
que revise a fondo aquellos acontecimientos políticos y de lucha social
que se vivieron en nuestro país en la década del 50 y 60, podrá dudar
de la intachable acción progresista e incansable que caracterizó a
este hombre que hoy recordamos. Un ser humano como cualquiera de nosotros,
con aciertos y desaciertos, pero que supo derrotar el miedo y los prejuicios
que impone la sociedad. Esa virtud le permitió ser un hombre para la
historia, y hoy, su pensamiento, su desprendimiento y su capacidad de
corregir en momentos cuando las cosas no marchaban bien, recobran vigencia
en una Venezuela que construye la revolución social.
El
diputado que abandonó el campo del reformismo y la institucionalidad
infuncional para abrazar la lucha revolucionaria en las montañas, ese
ejemplo y espíritu de desprendimiento lo necesitamos en los actuales
momentos, ya que para poder construir la revolución será vital la
coherencia en nuestra acción. La revolución social implica transformarlo
todo, es decir, plantearnos nuevos esquemas de vida que vayan orientados
al rescate de lo humano, partiendo desde el hogar y lo cotidiano hasta
en la forma de hacer política, sino hacemos esto estaríamos dejándonos
arrastrar por la corriente de la insensibilidad humana que impera en
el mundo, y sería un grave error manejar un discurso muy revolucionario
pero que en el fondo reproducimos todos aquellos antivalores heredados
de las democracias burguesas que nos han antecedido.
Nuestro
proceso revolucionario debe ser revolucionado, y esto debe verse como
un paso natural y un ciclo vital permanente que debe ocurrir dentro
de los procesos transformadores, con la finalidad de evitar un estancamiento
en la construcción de lo que queremos. Nuevos retos nos esperarán,
y tal como lo demostrara Fabricio en su momento, será necesario afrontarlos
con firmeza revolucionaria. Las fuerzas enemigas de la revolución sumergidas
entre el miedo y el egoísmo afinan su avanzada, en este bloque contrario
no sólo se encuentran la derecha convencional y las fuerzas extranjeras
que han atentado en contra de nuestro proyecto político sino además
existe un enemigo interno, es decir, el que se encuentra en nuestras
filas, aquel que lleva la revolución en la boca para vivir de ella
y que está tan interesado como los dos antes mencionados en que las
estructuras de este país se mantengan intactas, apostando al fortalecimiento
del Estado burgués y negándole al pueblo la oportunidad histórica
que se le presenta de avanzar hacia la democracia directa.
Sólo
unidos y organizados podremos materializar aquella frase del Comandante
Fabricio Ojeda “Luchar hasta vencer…”
“Nosotros en las campañas electorales vamos a buscar los votos de las clases populares que constituyen mayoría en Venezuela; pero parece que después que tomamos las riendas del poder; no volvemos la mirada a esas clases populares sino en nuevas campañas electorales”.
Fabricio Ojeda (1960)