No hay que buscar mucho para
leer a los profetas del desastre, a los analistas que distorsionan situaciones
específicas para lograr sembrar confusión y pesimismo, esta señal
sola, ya debe ser un gran alerta para todas y todos los que estamos
comprometidos en este proceso. Es uno de los grandes peligros de un
proceso como el nuestro en el que conviven las dos fuerzas que se enfrentan,
es entonces donde la “libertad de expresión” por nuestra parte
debe tener bien claro las prioridades, ¿o es que vamos a contribuir
con quienes están demonizando a Chávez y apostando a la derrota de
la revolución bolivariana? A costa de seguir siendo hostigado con epítetos
descalificantes por quienes ven en mis palabras el alerta necesario,
insistiré en los tiempos y su importancia dentro del proceso que vivimos.
Los trapos sucios muchas veces se deben lavar en casa, pues de lo contrario,
ese deber de criticarnos y corregirnos termina siendo un arma para nuestros
enemigos. Aquí lo más importante es avanzar. Es tener claro y hacer
que los demás tengan claro, que no hay ningún cambio de rumbo, que
desde el comienzo se han mantenido los lineamientos que hoy siguen
vigentes: un proceso revolucionario que se gesta desde un triunfo revolucionario
que nos da el poder político y desde el cual debemos desarmar las estructuras
del poder político burgués para reconstruir la sociedad en todos sus
órdenes bajo la visión socialista, todo dentro del marco de la legalidad
democrática existente, que seguramente no es expresión de la sociedad
que soñamos, pero son las normas dentro de las que logramos el poder
y que romperlas de forma drástica implicaría un suicidio histórico
que nos haría perder todo lo logrado.
La impaciencia y la angustia
tonta, el yaismo desesperado que se respira en algunos sectores intelectuales
no está asumiendo la valoración justa de la importancia de las cosas
en el plano político histórico y termina siendo germen para el derrotismo,
la decepción y el divisionismo: peligrosísimos factores para nuestra
revolución en la actual coyuntura.
El retorno de Chávez debe
convocar nuevamente a la unidad de todas y de todos, a la calma y a
la madurez revolucionaria, a la unidad para ser victoriosos y ganar
los espacios de tiempo y construcción donde si podamos revisar y reconstruir
muchas cosas que se deben corregir, pues eso es lo que nos dice que
estamos en revolución: los cambios no indican otra cosa que el desarrollo
revolucionario, las cosas que fallan son síntomas del mismo proceso
que seguimos, esta revolución no tiene recetas ni es prefabricada,
es un camino difícil y de constante revisión y transformación para
ir logrando mejores victorias. Saber y repetir todas las innumerables
victorias logradas es un deber para que sea el mástil de nuestra lucha
en lo adelante. La revolución bolivariana es el camino al socialismo,
es la representación de la lucha de las clases explotadas, es la apropiación
del poder económico de forma gradual para crear la nueva sociedad justa
y equitativa.
Estoy seguro de que muchos
reflexionarán y asumirán nuevamente su compromiso revolucionario,
lo que no debe verse como renuncia a sus posiciones sino como una decisión
madura y firme que apunte a no dejarnos quitar el poder que ya hemos
conquistado. Basta de permitir que nos hagan frágiles y pongámonos
los pantalones bien puestos que es la hora de la más ardua lucha
para vencer y derrotar a la burguesía lacaya e imperial.
Venceremos.
ANEXO:
Recibí Este escrito de
nuestro camarada Martín Guedez, me parece una excelente reflexión
sobre el tema de mi nota, lo anexo:
POR ESTAS TIERRAS ANDINAS DE LA MANO CON RADIO NACIONAL Y SU PUEBLO
Algunas reflexiones sobre lo que estamos viviendo
Por, Martín
Guédez
Dentro del colectivo revolucionario
honesto, exceptuando a los alcanzados por ese cáncer de la corrupción
y el burocratismo -ambos se complementan-, esos que trabajan activamente
por el gatopardismo revolucionario, por frenar, obstaculizar y contener,
se está produciendo un fenómeno que no debería sorprender a nadie
pero que resulta peligroso. Mientras unos reconocen la peligrosidad
del momento y dedican sus mejores esfuerzos a identificar y combatir
las mil aristas de la conspiración, otros parecieran absortos en los
ideales de una revolución etérea y perfecta que sólo tiene cabida
en sus mentes. Una revolución ideal que poco o nada tiene que ver con
los lodos por donde ha de pasar esta carreta de la revolución real.
Lucubran sobre teorías y especulan imaginando un camino limpio, pulcro,
sin baches ni charcos, un camino ideal que obliga a recordar las palabras
de El Libertador en el Manifiesto de Cartagena al analizar la pérdida
de la Primera República.
En la construcción de este ideal olvidan lo que es vital: No hay revolución,
ni perfecta, ni etérea, ni ideal, ni sucia, ni encharcada, si esa Revolución
se pierde a manos de sus enemigos de clase. Construir el Socialismo
del Siglo XXI –vale decir el socialismo como transición al comunismo
con sus particularidades- exige en primer lugar, tener qué, con qué
y donde construir. Observar como se descuida la trinchera para abrir
un permanente hueco por donde el enemigo histórico clava su pica es
que suicida. ¿Qué se debe tener un debate permanente? ¡Y, claro,
como no!, cualquier otra pretensión es hermetismo intelectual y por
tanto contrarrevolucionario. Quien tiene su propio repertorio de ideas,
también tiene no sólo el derecho sino el deber de expresarlas. Lo
grave es ignorar los avances del enemigo o las armas que con alguna
postura le ofrecemos en bandeja de plata.
Insistir en esa actitud es vanidad revolucionaria pura y lasa. Infantilismo
revolucionario. Denota una convicción ideológica de selección, de
perfección, que en el fondo le viene de su propia vanidad. A la postre,
una construcción intelectual de carácter ficticio siempre rebelde
y problemática signada por la rabieta infantil. Siempre urgida de confirmar
una perfección ideal que nunca terminan de asumir para sí mismos,
pero que reclaman en los demás. La idea que tienen de si mismos exige
la constante confirmación en los otros para sostenerse. Resultan siendo
una peligrosa compañía en el combate. Siempre distraídos con las
luces que manan de sus dorados ombligos, no solo no se disponen a la
defensa de la barricada sino que enganchan a los demás en sus cuitas.
¡Total, al final, siempre estarán limpios, sin una mancha, impolutos,
brillantes, como una bola de billar! ¡No se mojan jamás, sólo apuntan
hacia los mojados!
Si me lo permiten, -no quiero ofender a nadie- son tontos, y el tonto
es siempre peligroso, la tontera no les permite advertirse a sí mismos.
Se niegan el supremo acto de inteligencia: la capacidad de huir de la
tontería. No se sospechan ellos mismos y eso es muy peligroso. Se sienten
cómodamente instalados en su tontería hasta hacer imposible llevarlos
de paseo lejos de sus castillos ideales. Anatole France decía que un
necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa
algunas veces; el necio lo es a tiempo completo.
No quiero imaginar siquiera que esta especie de infantilismo revolucionario
no sea inocente. Como no quiero imaginarlo, les ruego a los camaradas
apelar a toda su capacidad intelectual y su adhesión revolucionaria
para afinar la puntería hacia el enemigo real. Observar como estas
veleidades ideológicas, esta frivolización del debate, este refuerzo
constante del deber ser etéreo, aleja y va demoliendo la confianza
en el proceso de mucha gente, duele y arrecha. Va siendo también un
poderoso instrumento para la estrategia de la derecha. Sobran las amenazas
de subversión del proceso revolucionario. Están nuestros barrios minados
por drogas distribuidas por paramilitares, los medios de desinformación
enloquecen a la población sin descanso, buena parte de la derecha enquistada
en el aparato burocrático sabotea a placer la mayoría de las obras
del gobierno, el mezclote en que se ha convertido el control por gobernadores
y alcaldes de las instancias políticas del partido esterilizando su
rol “profético” para convertirlo en apañador de vagabunderías
mientras una buena parte de nuestras fuerzas se distrae en buscarle
cinco patas al gato teórico, vuelve a doler y duele mucho. El mapa
de la batalla está clarito. Distraernos en algo distinto a la defensa
del bastión revolucionario, es obrar -por activa o por pasiva- a favor
de la contra. No quiero recordarles a donde irían a parar todos nuestros
“debates intelectuales” si la contra llegara a triunfar. Imagino
que, al modo del Rey Boabdil, nos pondríamos a llorar como niños y
niñas -una concesión al género- lo que no supimos defender como hombres
y mujeres, claro, esto, para los que queden vivos para poder hacerlo.
Yo estoy clarito… ¡CON CHÁVEZ MÁS RESTEAOS QUE NUNCA!
brachoraul@gmail.com