Esencia de lo que denominamos democracia participativa, es la gente tomando parte de la actividad pública. Participación “es el conjunto de mecanismos e instancias que poseen los ciudadanos y las comunidades para incidir en las estructuras estatales y la políticas públicas, sin requerir necesariamente de la representación partidista, gremial, clientelista o de las vías de hecho, cívicas o armadas”, así la define el autor colombiano Darío Restrepo.
Con ésta tercera entrega cerramos la Serie “SIN PARTICIPACIÓN CIUDADANA, NO HAY CAMBIO”. La Cátedra Comunal ha querido reflexionar sobre este punto base del Poder Popular. La democracia participativa NO es una utopía, quienes piensan lo contrario no entienden el concepto, o son adversarios de la participación. Existen mecanismos para hacerla real y eficiente; las democracias modernas tienen instancias directas de participación como son la elección de funcionarios, la revocación de sus mandatos, la aprobación o abrogación de leyes, y otros referendos; pero adicionalmente disponen de vías para que el ciudadano se haga presente en lo público.
La participación, tal como la entendemos en Venezuela, debe ser activa, consciente, libre y responsable, así como eficaz.
La participación sólo puede entenderse como un acto libre y responsable de la ciudadanía; la participación obligada podrá ser tiranía, pero no será participación; ella es activa, porque requiere que el ciudadano se inserte en la tarea común de la conducción de lo público, conjuntamente con los funcionarios elegidos o designados. La participación es consciente, libre y responsable, porque no es movida por otros, sino por el propio ciudadano quien, con consciencia de su responsabilidad, asume su posición.
Los ciudadanos no deben esperar que todo llegue de arriba y que otros se ocupen de hacerlo. Es bueno reconocer que no todos estamos igualmente dispuestos a participar, por más que se nos abran los caminos. Hay gente que nunca participa, que no le gusta o que no quiere, así como hay otros que parecieran vivir para la participación, que la buscan y la necesitan como el pez al agua. La participación es eficaz si la inserción del ciudadano en la toma de decisiones logra resultados positivos, mayor satisfacción y realización.
Derecho, deber y corresponsabilidad, eso es la participación ciudadana. Tan es un derecho que me atrevería a decir que es un derecho humano, es connatural con el ciudadano y hoy, en marcha hacia el Poder Popular, podemos afirmar que este no existe sin la gente activada en beneficio de si misma. “Todos los ciudadanos tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos”, así lo leemos en la Constitución, mientras que sobre el Estado pesa la obligación de “facilitar la generación de las condiciones más favorables para sus prácticas”. También la participación es un deber, es la otra cara de la misma moneda, es la obligación de quien tiene vida en común y desarrollo en la sociedad: “la solidaridad, responsabilidad social, y asistencia humanitaria corresponde a los particulares”, establece nuestra Carta Magna. Por último, participación es corresponsabilidad; Estado y ciudadano deben luchar por el mejoramiento de sus condiciones de vida, sin que el esfuerzo de las comunidades sustituya las responsabilidades inherentes al sector público.
Sin la interacción gobierno-ciudadanía no puede concebirse la participación ciudadana, y sin ésta no hay cambio, tampoco hay democracia participativa.
Con la entrega de hoy concluimos ésta serie de Cátedra Comunal sobre la participación, recordando que sin ella seguiríamos en el viejo esquema de la democracia representativa, aquella en la que el ciudadano se limita a designar gobernantes y representantes, para que actúen en su nombre, pero según el criterio de ellos, y no de lo que la gente quiere y decide. Es hora del pueblo, no de los cogollos.
EL LLANTO DE LOS BARRIOS (En honor a Juan Pipa)
El llanto de hoy es por Guarenas, por la falta de agua blanca y los tubos rotos. Ya son numerosas las comunidades que levantan su airada voz de protesta por la falta del líquido indispensable e insustituible, sin que Hidrocapital ni la Alcaldía se sientan obligados a actuar. El Dividivi y Cotoperí son dos de los barrios sedientos, mientras El Torreón es una de las urbanizaciones que no tienen agua. También numerosas escuelas han tenido que devolver a los muchachos a sus casas por falta de agua. En estos días el turno fue para mi hijo Elixo, quien llegó a la casa pocos minutos después de haber salido, porque en Ciudad de los Muchachos, en Fe y Alegría, no había agua, pero a las puertas de la Escuela, en una inmensa tronera, los muchachos se bañaban como en piscina. Que Hidrocapital y la Alcaldía escuchen el llanto de los barrios.
* Municipalista
cesar_dorta@hotmail.com