Continuando en este orden de ideas, queremos seguir profundizando en algunos elementos referidos a la participación popular. Agradeciendo de antemano a todas las webs que han publicado estas modestas opiniones, incluyendo la de aporrea.org, ésta última de manera muy especial, ya que estamos en su semana de su séptimo aniversario y eso no podemos pasarla debajo de la mesa. Larga vida a aporrea.org.
II. La participación como construcción de conciencia:
Hemos dicho ya que la construcción del socialismo no la van a llevar a cabo las vanguardias. La experiencia del “socialismo real” nos ha demostrado que la ausencia del pueblo consciente en todos los aspectos de la lucha, es devastadora para el proceso, pues es querer construir sin cimientos. Ahora bien, para impulsar la participación del pueblo en los procesos de lucha, debemos reconocer que lo que necesitamos son sujetos revolucionarios, y no objetos que sean utilizados por los “revolucionarios”.
Esto significa que nuestra tarea no se limita “a llevar las ideas y propuestas del partido hacia la población en el supuesto de que ella es sólo 'fuerza material de realización de las ideas-verdades del partido'” sino que debemos ser capaces “de concertar voluntades, abrir los espacios a las mayorías, conscientes de que los desafíos reclaman su involucramiento pleno” .
Nuestra tarea, pues, es construir conciencia.
¿Pero qué significa esto de construir conciencia?
Cuando hablamos de construir conciencia, hablamos fundamentalmente de la capacidad del pueblo para identificar las raíces de sus problemas económicos, políticos, y sociales, sembradas en el sistema de relaciones sociales capitalista y patriarcal, así como de la necesidad de la transformación profunda de su entorno. La conciencia se construye a partir de la realidad y la reflexión sobre la realidad, es decir, es un error pensar que le vamos a enseñar al pueblo que está siendo oprimido, pues por su experiencia de vida, esto es parte de su realidad, y nadie sabe más de la opresión que el pueblo oprimido. Está ya en la conciencia del pueblo el sentir la realidad de explotación y opresión. Sin embargo, construir la conciencia significa que, a partir de estas realidades, podemos contribuir a identificar las causas y mecanismos de la opresión, que en muchos casos no son evidentes. Es decir, podemos aportar elementos para la reflexión con el pueblo y como parte del pueblo sobre el funcionamiento del sistema que produce esa realidad de la que parte la experiencia.
Ahora bien, construir conciencia también es contribuir a la visibilización de la necesidad de cambio, es decir, no sólo identificar las causas sistémicas de la opresión sino la necesidad y posibilidad del cambio. En muchos casos esto también ya es parte del sentir y el pensar del pueblo, como en los casos de las comunidades más marginadas, en donde se lleva a cabo una lucha día con día por cambiar su realidad. Sin embargo, existen otros casos en donde a pesar de la experiencia de vida en una realidad de explotación y marginación, el sistema ha logrado imponer la visión de la inevitabilidad, es decir, de que no se puede cambiar y no hay alternativa. Esto es evidente en algunos comentarios con gente del pueblo que nos dice “esto nunca va a cambiar” o “no hay de otra”. Como ya mencionábamos, el Estado actual no sólo gobierna con medios coercitivos e impositivos, sino que en mayor o menor medida busca crear hegemonía, es decir, busca también a través de sus aparatos ideológicos hacer que el pueblo oprimido acepte su opresión, que esté de acuerdo con su opresión. A través de las instituciones educativas, de la iglesia, de los medios de comunicación, de los intelectuales de las clases dominantes, el Estado busca crear un consenso en las clases dominadas que justifique el dominio de las clases dominantes. Todo esto hace que algunos sectores del pueblo oprimido comiencen a interiorizar la idea de que es inevitable y que no hay alternativa, que el orden actual de las cosas es el único posible. Estos sectores, fundamentalmente se encuentran en el ámbito urbano, estudiantil, en los jóvenes mediatizados por la televisión, las modas, etc., en los obreros, en los sectores afiliados a los sindicatos charros, a los partidos políticos, que han sido convencidos de que cualquier cambio sólo puede ser gestionado por la vía institucional. Es en estos casos en donde la construcción de conciencia debe hacer énfasis en la necesidad de cambio y su posibilidad. La construcción de conciencia debe ir encaminada hacia la construcción de una contra-hegemonía que haga contrapeso a la hegemonía del Estado.
Esto quiere decir, que debemos lograr ganarnos las mentes y los corazones del pueblo , de forma que cada vez más sectores comiencen a ver que sí hay opciones, que sí se puede cambiar la realidad, y que no sólo sí se puede cambiar la realidad, sino que es una necesidad para todo aquel que ame la vida y la humanidad.
Esto último es importante porque puede ser que alguien esté consciente de la opresión, de sus causas y de la posibilidad del cambio, pero que no tenga la disposición de actuar activamente en la lucha por ese cambio. Esto se da en muchos casos por el temor a ser reprimido, por estar absorbido en la lucha inmediata por la supervivencia, o simplemente por indiferencia, como es el caso de muchos sectores de la clase media. En este sentido, es importante que la construcción de la conciencia incluya la disposición a luchar.
Para resumir, podemos decir que la construcción de conciencia puede entenderse en cuatro dimensiones, todas complementarias, y todas necesarias para la participación del pueblo en la lucha popular:
1. Conciencia de la realidad de explotación y opresión
2. Conciencia de las causas sistémicas de esta explotación y opresión
3. Conciencia de la necesidad y la posibilidad del cambio
4. Disposición a luchar por el cambio
La relación entre lo económico-social y lo político
Cabe destacar en este punto que la conciencia de lucha, en sus cuatro dimensiones ya señaladas, tiene que desarrollarse en dos niveles relacionados entre sí, es decir, en el nivel económico-social y en el nivel político . Tradicionalmente, la formula para desarrollar la conciencia pasaba del primero al segundo, es decir, se decía que el pueblo primero desarrollaba conciencia en el aspecto económico-social, por demandas economicistas como vivienda, mejores condiciones de trabajo, apoyos para la producción, etc., y posteriormente, los revolucionarios tenían que trabajar para convertir esa conciencia económico-social en conciencia política. En palabras de Isabel Rauber, “la política era considerada un estadío jerárquicamente superior respecto de las prácticas de las luchas sociales y la conciencia en ellas construida. Contraponiendo lo social a lo político, se pretendía que tener conciencia política implicaba el abandono de lo reivindicativo para dedicarse a la militancia político partidaria. Esta era –supuestamente– la única vía para superar la conciencia economicista alienada y la enajenación en sentido general” .
Desde este punto de vista, un militante tenía que ser meramente político y su nivel de conciencia, por el hecho de ser sólo político, se consideraba superior al del pueblo que luchaba por demandas económicas o sociales.
En el otro polo, hay todavía activistas que desdeñan el desarrollo de la conciencia política del pueblo y se dedican a promover la conciencia de lucha económico-social del pueblo, enfocándose únicamente a los procesos de gestión, de marchas por derechos laborales, de huelgas estudiantiles, obreras, etc. Sin impulsar el aspecto del desarrollo político de la conciencia de lucha.
Hoy estamos convencidos de que estos dos niveles de conciencia (económico-social y político) no son independientes uno del otro, sino que son complementarios, y están relacionados dialécticamente. Es decir, no puede haber conciencia de lucha que sea puramente económica o puramente política. Es un error separarlas y buscar impulsar sólo un aspecto. De igual forma, ya no podemos pensar que un nivel es superior al otro. En este sentido Ezequiel Adamovsky ofrece un buen análisis que ilustra el por qué de esta interrelación.
Siguiendo a Foucault, Adamovsky nos recuerda que el poder no es algo externo a la sociedad, sino que ha logrado penetrar todos los aspectos de la vida cotidiana. Pensar en la mecánica del poder, nos dice Foucault, es pensar “en su forma capilar de existencia, en el punto en el que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana” .
En otras palabras, el poder no sólo se ejerce desde el gobierno, o desde las estructuras del Estado, sino que ha penetrado en nuestras vidas y relaciones cotidianas. “En la sociedad capitalista, el poder se estructura en dos planos fundamentales: el plano social general (biopolítico), y el plano propiamente político (el estado)” .
El poder político del Estado es algo difícil de ocultar. Este poder se manifiesta en el aparato de Estado, propiamente dicho, en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Se ve todos los días en las policías, en los retenes del ejército, en los juzgados, en los gobernantes, en los partidos políticos, etc. El poder político está ahí en donde se reprime violentamente una manifestación, en las comunidades militarizadas, en los paramilitares que hostigan a los pueblos en lucha, en las detenciones políticas, en los tratados de libre comercio firmados a espaldas del pueblo, en las reformas estructurales que consolidan el despojo de los recursos nacionales.
Sin embargo, lo que quizá no sea tan obvio, es el poder biopolítico . Este poder es el que ha penetrado todos los aspectos de nuestra vida cotidiana (de ahí el prefijo “bio” que significa “vida”). El poder biopolítico se manifiesta en nuestra salud , que depende de las relaciones mercantiles o en los presupuestos del gobierno; en la educación , a la que cada vez tenemos menos acceso por el proceso de la privatización; en la cultura , que se ha ido perdiendo para dar paso a la cultura del McDonalds, de la Coca Cola , de las películas de Hollywood; en nuestro hogar , en donde se reproducen las jerarquías de la sociedad capitalista cuando el jefe del hogar impone su voluntad a su mujer y a sus hijos, o cuando nos sentamos a ver la televisión para que los medios de comunicación nos digan qué pensar y qué sentir; en las calles cuando exigimos que se nos trate de cierta forma en un restaurante o una tienda de abastecimiento porque estamos pagando, y el que paga tiene poder, o en caso contrario, cuando tenemos que agachar la cabeza ante el patrón o ante el marchante que nos compra nuestra mercancía; en nuestro lugar de trabajo cuando nos gritan los patrones, o cuando nos quedamos callados por temor a perder el trabajo; en nuestros gestos y actitudes cuando nuestro criterio de valor se expresa en términos monetarios, es decir, cuando valoramos algo sólo por cuánto cueste, cuando reclamamos nuestra propiedad privada, cuando nos centramos en nuestro interés personal de individuo. Este es el poder biopolítico, el que está en toda nuestra vida, en la salud, la educación, la cultura, el hogar, el trabajo, nuestros gestos y actitudes, etc. “El poder ya no [sólo] domina desde afuera, parasitariamente, sino desde adentro de la propia vida social” .
Ahora bien, la sociedad capitalista actual precisa de ambas formas de poder (el biopolítico y el poder del Estado) para reproducirse. Para los capitalistas, no sería suficiente con el poder biopolítico para dominar al pueblo, pues cuando algún sector de la población se rebelara, o se saliera de ese orden social, no habría cómo reprimirlos. Tampoco se podría administrar la explotación y el despojo en territorios muy amplios sin el poder del Estado. Pero de igual forma, no sería suficiente para los capitalistas el poder del Estado porque entonces, cada vez más gente se rebelaría contra el gobierno. En este sentido, la sociedad actual se mantiene por la relación entre el poder político y el biopolítico.
Si esta es la realidad, nos dice Adamovsky, entonces nuestra estrategia de liberación tiene que tomar en cuenta tanto el poder político como el biopolítico. Dicho de otra forma, nuestra lucha por la liberación, y la conciencia necesaria para desarrollar esta lucha, tienen que tomar en cuenta lo propiamente político, pero que va de la mano con lo social, lo económico, lo cultural, etc. También en estos ámbitos se debe llevar a cabo la lucha por la transformación social.
Entonces, no es suficiente con que desarrollemos una conciencia de lucha política, de la necesidad de la ruptura y de la posibilidad de cambiar al gobierno, sino que además se necesita desarrollar una conciencia de la necesidad de cambiar nuestras formas de relacionarnos con los demás, se necesita democratizar las estructuras de nuestras organizaciones, se necesita luchar por la cultura, se necesita construir procesos autónomos de educación y formación, se necesita luchar por la vivienda y por la salud como espacios de poder popular, etc. Es decir, la lucha también se da en esos aspectos sociales-económicos de nuestra vida.
Desarrollar la conciencia en un aspecto tiene que ir acompañado del otro, es decir, no podemos enfocarnos sólo a desarrollar conciencia de lucha económico-social ni tampoco sólo a desarrollar conciencia de lucha política , sino que la conciencia tiene que incluir estas dos dimensiones, sin verlas como distintas o independientes . En este aspecto, Isabel Rauber nos dice que “la articulación de lo reivindicativo y lo político... traza un camino concreto de lucha contra la alienación política y por la democratización de la participación político-social protagónica de los diversos actores sujetos” .
Con todo lo anterior, nos queda claro que la concientización es algo complejo, pero de ninguna manera imposible. Este proceso de construir conciencia debe poder desarrollar la capacidad de identificar las causas sistémicas de los problemas sociales y establecer su relación con lo político, debe dilucidar la necesidad y posibilidad de cambio y generar la disposición de lucha por ese cambio tanto en lo social como en lo político. El proceso de politización toma en cuenta lo político y lo biopolítico. Así, la politización implica darnos cuenta de que la transformación social comienza desde uno mismo, desde su realidad inmediata, aunque no termina ahí; implica identificar y combatir los vicios que arrastramos, pero también construir una cultura alternativa al capitalismo. (Continuará...).
Patria Socialista o Muerte!!!
Venceremos y Estamos Venciendo!!!
*Abogado, Analista Político y militante del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). www.juanmartorano.blogspot.com , http://www.juanmartorano.tk/ . jmartoranoster@gmail.com , j_martorano@hotmail.com , juan_martoranocastillo@yahoo.com.ar