Mérida: agoniza en la putrefacción

Los que han vivido en Mérida pero que se marcharon hace algunos años a otros lares a construir sus destinos y, por una u otra necesidad, regresan ahora a visitarla -por lo general- como turistas, no encuentran forma de explicar el terrible y horrendo cambio que ha sufrido la Ciudad de los Caballeros, esa que se ha sentido, desafiando tiempos, orgullosa de haberle otorgado el título de Libertador a Simón Bolívar y de ser madre de don Tulio Febres Cordero, don Mariano Picón Salas, de haber cobijado al eterno rector de rectores don Perucho pero, igualmente, de haber albergado en su seno a prestigiosas personas de otras regiones del país, tales como: el Gato, el Piolín, Draculín, el Chivo, el Gavilán, el Gallo Piroco, Caraecrimen, Burro Negro, el Conejo, el Lord, el Conde, Cabeza de Periódico, Hombre Nuevo, el Matador, el Mágico y paremos de contar. Mérida es la única ciudad de este planeta que cuenta con dos escritores activos y muy lúcidos sobre la obra y el pensamiento del miserable Diablo.   

                Me encuentro por una poderosa razón de salud. En este momento estoy enfrentado a un cáncer en el pulmón, el cual obliga a no equivocarse en las tácticas médicas. Es una guerra, sin duda, que requiere de un excelente y capacitado Estado Mayor que no es otro que los médicos que me tratan y donde destaca el oncólogo como especialista en cáncer. Es una enfermedad que necesita de una poderosa concentración mental, no dejarse influir por el desánimo, no permitir que el estrés se apodere de tus movimientos y de tus pensares. Saber, por ejemplo, que el enemigo es poderoso pero no debe ni subestimarse ni sobrestimarse. Es en el campo de batalla de la lucha de clases donde se tiene que decidir el destino. Es, al fin y al cabo: una cruenta lucha sin hacerle un cerco completo a la posibilidad del diálogo.

                Ya a Mérida no le está quedando nada de ese pasado que bien vale la pena conservarlo como legado cultural de generaciones que todo lo dieron por su región y por su país y hasta por hacer posible un mundo donde reine la paz con verdadera justicia social. Mérida, en fin, no ha progresado sino que ha retrocedido a un escalafón que antes nunca conoció ni vivió. Mérida fue la tierra de los timotocuicas, los aborígenes más cultos de su época y luego de la gran Universidad de Los Andes graduando a profesionales en diversos campos de las ciencias.  Ahora, Mérida ya no se parece a una universidad con una ciudad por dentro sino un vertedero de basura con una ciudad y una universidad que -por lo general- le están dando la espalda para  ser académicamente indiferentes a sus realidades y necesidades.

                Tan sólo entrar a Mérida por Ejido o por La Vuelta de Lola produce nausea. Ya no es aquella hermosa ciudad que olía a mezcla de flores después de vencer al rocío y darse de la mano con la neblina. Las águilas blancas no pueden convivir con la basura y la indiferencia dominando o imponiendo su caos en las calles y avenidas de la antigua Ciudad de los Caballeros. Todo indica que el gobierno municipal  cuando cree que va a salir de Mérida por Ejido choca en la curva de la Vuelta de Lola y cuando piensa en lo contrario no se percata que va derechito  a tener un accidente en la variante de Lagunillas.

                Mérida viene, hace meses o pocos años, enfrentándose a  la basura y, especialmente, a quienes pretenden convertirla de por vida en un vertedero de desperdicios. Y de vez en cuando o de cuando en vez, la basura hace alianza con las protestas irracionales, esas que no tienen ni pies ni cabeza, esas que carecen incluso de aval del sentido común. Esas que ninguna organización estudiantil en el pasado, ni de derecha ni de izquierda, hubiese realizado amparándose en palabras de democracia,  libertad o justicia.

                La indiferencia por la basura ha sido tanta que ha creado cierta cultura de afecto por la hediondez y un gozo por ver las montañas de basuras en las calles y avenidas de Mérida. Si el camión del aseo pasa y recoge las bolsas de basuras ubicadas en cualquier esquina o en el centro de las avenidas, nueva modalidad de crearle caos a la ciudad y hacerle ver un rostro mugriento a la misma, no pasan dos minutos cuando nuevamente se hacen montañas de basuras en los lugares limpiados. Es, una barbaridad que desdice de la conciencia de la sociedad urbana. Mérida, actualmente, acumula demasiados aspectos que la desmejoran, que la afean, que la hacen invivible. Mérida necesita de manos amigas para asearse porque la higiene es parte importantísima de la cultura.

                Para finalizar, debo decir que en el caos que vive Mérida y la hace la ciudad más sucia y hedionda del país, muy por encima de la Barquisimeto de hace unos meses atrás, no tiene sólo responsabilidad el Alcalde del Municipio Libertador, un muchacho que seguramente no ha sabido hasta ahora qué significa  vivir a la pata de un basurero. La sociedad misma es cómplice o, por lo menos, esa porción de sociedad que no levanta sus manos contra una tropelía tan nefasta como esa de mantener a una ciudad ahogándose en la basura. Sin embargo, desde hace semanas el camarada Alexis Ramírez ha debido tomar cartas en el asunto y poner orden donde el Alcalde mantiene desorden. Los postulados o los objetivos de una revolución  tienen que estar, para asegurarle futuro al pueblo, por encima de todos los funcionarios, de los alcaldes, de los gobernadores, de los ministros, de la Asamblea Nacional, del Tribunal Supremo de Justicia y del propio Presidente de la República. Alguien tiene que ponerle la cascabel al gato, es decir, la Gobernación de Mérida debe generar en lo inmediato una política que le ponga fin al caos, a ese lado mugriento que no merece una ciudad como Mérida. Si el Gobernador tiene que pasar por encima del Alcalde, que lo haga lo más pronto posible y le devuelva a Mérida lo que es de Mérida: belleza, higiene y orden. La inmensa sociedad de Mérida sabrá agradecérselo aun cuando política e ideológicamente la porción mayoritaria se encuentre mucho más a la derecha que a la izquierda. Es todo: por ahora.



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Freddy Yépez


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