La entrega del periodista Joaquín Pérez Becerra al gobierno colombiano por parte del Presidente Hugo Chávez, es una falta grave, inexcusable. Como se sabe, no se trata de un guerrillero que haya entrado ilegalmente al territorio venezolano, con las armas en la mano, y que se haya convertido en un peligro público. La única arma que Pérez Becerra ha levantado contra el gobierno colombiano, desde su exilio en Suecia, es la denuncia sistemática de las constantes y graves violaciones de los derechos humanos que se han producido, y se siguen produciendo cada día en ese país.
Sin embargo, es comprensible que para el Presidente Santos esta oposición distante y eficaz, y sobre todo lejos de la capacidad operativa de sus asesinos a sueldo, constituya un verdadero dolor de cabeza y quiera ponerle término lo más rápidamente posible. Para esto, nada mejor que acusar al periodista de ser el máximo representante de las FARC en Europa –algo así como un embajador plenipotenciario- y, de paso, de ser el principal intermediario en la compra de armas para esa organización revolucionaria. Cargos suficientes para lanzar una orden internacional de captura.
En cambio, lo que resulta difícil de entender, es la actitud de del Presidente Chávez que decidió, de motu proprio, de entregarlo a las autoridades colombianas, sustituyéndose así al poder judicial, la única instancia que en esos casos puede decidir lo que corresponde hacer con un extranjero detenido y solicitado por otro país. Aparte de impedirle entrevistarse con el representante diplomático de Suecia (Pérez Becerra ha tomado la nacionalidad de ese país) y, en general, de negarle toda posibilidad de comunicación con el exterior. Una actitud propia de quien se arroga todos los poderes, y que todos sabemos que nombre tiene.
Un intento de explicación
La explicación más difundida de la conducta del Presidente Chávez tiene que ver con el caso del riquísimo hombre de negocios, de nacionalidad venezolana, Walid Makled, detenido actualmente en Colombia por tráfico de drogas y solicitado por las autoridades judiciales de Estados Unidos. Según esta versión, la detención del periodista Pérez habría caído justo para “cambiarlo” por Makled, y evitar así su extradición al país del norte.
La voluntad de evitar esa extradición no tiene nada de humanitario. Se afirma en efecto que Makled ha estado íntimamente ligado a las más altas esferas del gobierno bolivariano y que conoce demasiadas cosas en lo relativo a la corrupción oficial, que podrían ser aprovechadas por el gobierno de Estados Unidos para desacreditar la administración, reputada progresista, del Presidente Chávez.
Yo no puedo saber que hay de cierto en esta ya manida explicación. En todo caso, debo confesarlo, la que se me ocurrió cuando se presentó el caso de Pérez Becerra, tiene que ver con declaraciones y hechos que son de dominio público, relativas a la posición crítica de Chávez respecto a las guerrillas colombianas. Chávez, en efecto, como lo ha hecho también Fidel Castro, ha pedido varias veces que las guerrillas liberen a los rehenes civiles y militares, y comiencen un proceso de abandono de la lucha armada para reinsertarse a la vida política legal. Pedidos que las guerrillas no han considerado oportuno tener en cuenta y que ha provocado, por parte de Chávez, un endurecimiento de su posición, llegando a entregar al gobierno colombiano varios guerrilleros capturados en su territorio.
- Las guerrillas en la relación Venezuela-Colombia
El tema de las guerrillas es complejo. Creo que todos sabemos que, el conflicto colombiano, a corto y medio plazo, no tiene solución militar. Es decir que, ni las guerrillas, ni el gobierno, podrán obtener una contundente victoria final. A largo plazo la cosa es más difícil de prever porque toda evolución de ese conflicto va a depender, precisamente, de la evolución de las relaciones entre Venezuela y Colombia.
Para un gobierno que se dice progresista y que se siente amenazado por los Estados Unidos, la presencia de fuerzas guerrilleras en sus fronteras debe constituir, efectivamente, un problema. Tener con esas organizaciones buenas relaciones, o tolerarlas en su territorio, puede representar para los Estados Unidos un buen pretexto para lanzar una ofensiva militar contra Venezuela. Sobre todo cuando se ha decidido, independientemente de la naturaleza ultra-reaccionaria del régimen colombiano, de promover una solida imbricación económica y política de los dos países. Dicho de otra manera, de multiplicar los “acuerdos” económicos, de cooperación militar y de inteligencia como una manera de ligar la tranquilidad y el progreso de la oligarquía colombiana, al destino del proceso bolivariano.
El antes y después de la entrega de Pérez Becerra
La elección hecha por Chávez en ese sentido, siguiendo sin duda el instinto de conservación, de crear una realidad donde la agresión imperialista sea cada vez más difícil, es arriesgada. Lo que pueda ganar en seguridad, en confianza por parte de los Estados Unidos, lo va a perder sin duda en el apoyo de las fuerzas progresistas, no solo de Venezuela sino también de toda América Latina.
Yo tengo la impresión que, si con la extraña negociación para que el régimen ilegítimo de Porfirio Lobo, de Honduras, sea finalmente reconocido y reintegrado en la OEA, ya habían comenzado las dudas y murmuraciones por parte de la izquierda mundial, con la entrega vergonzosa de Pérez Becerra al régimen criminal de Colombia, Hugo Chávez ha pasado definitivamente la línea roja. En sus relaciones con esos sectores, habrá sin duda un antes y un después de ese acto abominable.
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