Hace apenas unos días atrás la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata distinguió, al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, con el Premio Rodolfo Walsh, "por su compromiso incuestionable y auténtico en afianzar la libertad de los pueblos".
La ceremonia de entrega se transformó en un acto de campaña electoral a favor de Cristina Fernández de Kirchner, a la cual el presidente Chávez consideró casi un sinónimo de la emancipación latinoamericana.
La centroizquierda, partidaria del nacionalismo burgués, junto a “La cámpora”, versión oficialista de una jotape aggiornada a nacional y popular, el FPDS, Quebracho y otros, recibieron embelesados y aplaudiendo a rabiar las florecientes muestras de afecto “emancipador latinoamericanista” que de golpe descubrían en los representantes del sciolismo (M. Oporto y Pablo Bruera entre otros) presentes en la tribuna y, entre cantito y cantito, mientras el socialismo del siglo XXI parecía hacer buen pie en la ciudad de las diagonales, los sapos iban atorando las gargantas. “A Cristina la reelección”, bajo la atenta y picara mirada de aprobación del ilustre invitado.
Periodismo, periodistas, militantes
El 25 de marzo de 1977, mientras la dictadura cívico-militar en la Argentina cumplía su primer año de terrorismo de estado, Rodolfo Walsh se encaminaba hacia una cita “entregada”, en los cruces de las avenidas San Juan y Entre Ríos, en la ciudad de Buenos Aires. Cuando la patota de la ESMA intentó abordarlo, Walsh se defendió a los tiros con un arma calibre 22. Apenas unos meses antes (setiembre del 76) su hija Vicki, de 26 años recién cumplidos, había caído combatiendo, junto a un grupo de compañeros en la casa donde se encontraban. Al verse acosada, junto a su compañero, por una patota de fuerzas represivas conjuntas y quedando como únicos sobrevivientes finalmente deciden suicidarse.
“Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”, contaban orgullosos los integrantes del grupo de tareas de la marina que participaron en el operativo de fusilamiento del periodista y militante montonero, mientras exponían su cuerpo al resto de los secuestrados en ese centro clandestino.
Rodolfo Walsh, no acababa de hacer pública su carta a la dictadura, aunque algunos ejemplares ya estaban en los buzones de un correo en la estación Constitución; más tarde estos escritos tomarían notoriedad, como una muestra del compromiso del periodismo militante.
La dictadura cívico-militar festejó el crimen de periodista Walsh en 1977, como festejaba el crimen de todo opositor al régimen de terror y explotación imperante, de esta manera ratificaba “su compromiso en la lucha contra el terrorismo, la delincuencia y el crimen organizado” que le había permitido asumir el poder con el concurso y el financiamiento de la burguesía.
Walsh, como tantos otros desaparecidos y asesinados, antes y después de él, encajaban en esas categorías que la derecha peronista había popularizado bajo el régimen de la triple A (´74-´76) y que la dictadura profundizó para explicar el genocidio: terroristas, subversivos, delincuentes apátridas, etc.
Ya nadie se sorprendía en aquellas épocas de que estos términos fueran heredados, junto a los decretos de aniquilamiento de la subversión, por la dictadura más sangrienta de nuestra historia, de un gobierno electo en las urnas. Ni nadie desconocía que sirvieran de amenaza para definir a toda una categoría de opositores políticos destinados a la tortura y la muerte.
Walsh era periodista, pero no respondía al modelo de periodista que tanto la derecha peronista en su momento en el poder, como más tarde los genocidas, entendían como paradigma de un buen periodista burgués, porque Walsh era periodista pero además y sobre todo era un militante.
Una especie de historia mítica en nuestro país da cuenta de ese otro modelo periodístico aceptado y festejado por la burguesía.
Un joven debutante a periodista recibe como encargo del jefe de redacción escribir una nota sobre Dios; la intención no es publicarla sino, simplemente, corroborar las dotes de las que el novato se jacta para ocupar el puesto de cronista en el diario. El entusiasta joven sale de la oficina del redactor mascullando el encargo y de golpe se ilumina, un chispazo repentino lo obliga a volver sobre sus pasos y encarando con una sonrisa cómplice a su futuro jefe, le pregunta “¿A favor o en contra, jefe?”
Esta pregunta, que quedó en el registro de las escuelas de periodismo (hoy facultades) como una marca registrada de la viveza oportunista, no sólo señala la disyuntiva vital de aquel que se encuentra frente a la posibilidad de entrar trabajar como asalariado con una pluma dispuesta al derroche mercenario o permanecer desocupado conservando sus convicciones. Más que eso, el “¿A favor o en contra, jefe?” es una toma de posición inicial, a favor… del poder.
Poco importa, a los efectos de esta nota, que este poder esté monopolizado por las corporaciones mediáticas privadas o por las del estado; el periodista que pregunta ya está institucionalizado en la ética de la libertad de empresa al momento de formular la pregunta.
Es el jefe el que decide si dios puede ser ensalzado o conjurado. De última, a quien le importa, si de ello depende el salario del que escribe, habla o canta.
Ni Walsh ni Joaquín Pérez Becerra, forman parte de este paradigma de periodistas avivados que entibian sus historias al calor de la billetera. No son esos muchachos de 6,7,8 que gustan gritar en contra de las “corpos” mientras responden a la mayor de las corporaciones burguesas: su gobierno.
Tanto Walsh como Pérez Becerra tienen historias vinculadas a la militancia popular, no al supuesto ascetismo burgués que disfrazado de objetividad habla de “periodismo independiente” mientras juegan a favor del poder.
El gobierno venezolano recibió el premio Walsh y mientras Chávez despertaba el delirio entre los presentes en su acto reeleccionista y cristinista, la policía venezolana se combinaba con la policía colombiana en un operativo que se disponía a detener y deportar a su propio Walsh caribeño: Joaquín Pérez Becerra.
Pero antes de ver como se vinculan esas historias veamos como explican semejante paradoja los 6,7,8 en versión, claro, venezolana.
“Es triste que el Gobierno Bolivariano se haya tenido que ver en la necesidad de deportar al camarada Joaquín Pérez Becerra, un camarada del movimiento bolivariano de nuestra Colombia. Es triste y lamentable, es doloroso y bochornoso, pero yo no culpo en lo más mínimo al Gobierno Bolivariano, más bien lo compadezco, siento solidaridad con mis camaradas que tuvieron que realizar ese abominable hecho, sobre todo con el compañero Comandante, quién debe haber sufrido mucho.”
TELESUR recibió el premio Walsh "por su compromiso incuestionable y auténtico en afianzar la libertad de los pueblos". La detención de Pérez Becerra y su deportación a Colombia equivale a una condena de por vida, pero la detención en tierra bolivariana se explica en el objetivo de “afianzar la libertad de los pueblos” veamos sino, antes de pedirle al caudillo bolivariano que devuelva el premio recibido en La Plata, lo que nos “confían” los “compañeros” de TELESUR.
¿Detener al compañero Pérez Becerra o no detenerlo?
“No hay que ser un genio para darse cuenta de que ambas opciones son una mierda. Si lo detienes pues te hechas encima a toda la izquierda que va pa'lante, si no lo haces te jodes con un vecino malandro, belicoso y apoyao. Si lo haces te jodes, si no lo haces te jodes, si lo haces eres una mierda, sino lo haces eres una mierda, dependiendo de quién te juzgue, ya sean los hermanos o los enemigos semi-pacificados.
Una estrategia que pone a Venezuela en situación de Perder-Perder, y a la derecha colombiana en una de Ganar-Ganar. Cuando Joaquín va en el avión, ya la derecha colombiana ganó. Cuando Joaquín va en el avión y Santos levanta el teléfono, ya el Comandante está preso, no Joaquín, es el Comandante Chávez quién queda preso de una decisión que jamás debió haber sido siquiera puesta en el tapete”.
Sorprendente; y nosotros que pensamos que no se puede ser mas forro que un Barone o una Russo.
Pobre comandante Chávez!!!, deporta a Pérez Becerra, lo entrega a manos Santos y de los mismos mercenarios que hace 20 años iniciaron una liquidación sistemática de estudiantes, obreros, periodistas, campesinos, lo que obligo al periodista-militante Pérez a exiliarse de Colombia , pero la víctima….es él!!!
En 1996, Pérez Becerra fue fundador de la agencia de noticias ANNCOL, como en su momento (1976) Walsh fundó ANCLA, (Agencia de Noticias Clandestina), y la "Cadena informativa" con un sistema de difusión de información de mano en mano que intentaba burlar la censura terrorista del videlismo.
ANNCOL como agencia de noticias se ha caracterizado desde su fundación por ser una voz independiente, por denunciar las atrocidades cometidas por la burguesía colombiana y por la defensa intransigente de todos los luchadores sociales de este país que han sido perseguidos. El mismo papel lo ha cumplido a escala mundial, poniéndose del lado de los pueblos en lucha y de los movimientos de emancipación.
Pero hay en todo este caso algo más siniestro aun y que advierte un futuro negro para los luchadores venezolanos. La misma TELESUR informa que:
“El pasado sábado, un comunicado emitido por el Ministerio venezolano de Interior y Justicia, detalló que la captura de Becerra, es otra demostración del Gobierno Bolivariano de su compromiso en la lucha contra el terrorismo, la delincuencia y el crimen organizado”.
Parejito con lo que a los argentinos nos tocó escuchar en otros tiempos. Un gran sapo chavista.
tabanuco@hotmail.com