Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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Durante sus trece años como presidente de Venezuela, Hugo Chávez ha tenido que lidiar con cinco embajadores norteamericanos y numerosos encargados de negocios. La historia de sus relaciones con el líder venezolano indica cuán exitosamente uno puede oponerse a una política de chantajes, conspiraciones, derrocamientos y revoluciones naranja.
El primerísimo embajador –John Maisto—llegó a Venezuela el año 1997. Sus credenciales fueron aceptadas por el anciano presidente Rafael Caldera, último mandatario de la corrupta Cuarta República que para la época ya había agotado completamente su potencial. Venezuela entonces se preparaba para las elecciones presidenciales y la propaganda norteamericana apuntaba contra la candidatura de Hugo Chávez.
Vale la pena prestarle atención a la carrera de Maisto. Asistió a la CIA en operaciones secretas contra el Che Guevara en Bolivia. Trabajó en los departamentos de políticas en las embajadas norteamericanas en Colombia, Costa Rica y las Filipinas, lo cual significa que estuvo comprometido en operaciones de inteligencia. Se sabe que Maisto estuvo detrás de la revolución incruenta que eventualmente derribó al gobierno de Marcos. Maisto fue jefe del departamento de políticas de la embajada de Estados Unidos en Panamá y tomó parte en la preparación de la intervención norteamericana que redundó en la detención de Manuel Noriega. Maisto también trabajó en Nicaragua adonde llegó a comienzos de los 90 para colaborar en el “desmantelamiento” del régimen izquierdista Sandinista luego de la victoria de la candidata pro norteamericana.
Repetidas veces se escuchó a Maisto describir a Chávez como un líder insurgente que apoya a los partidos de izquierda y simpatiza con los hermanos Castro.
Siguiendo sus recomendaciones a comienzos de 1998 el Departamento de Estado negó a Chávez una visa norteamericana. Esto fue una clara señal que Washington apoyaría al rival de Chávez, Henrique Salas Römer, político leal a las tradiciones de la Cuarta República. Sin embargo, Chávez ganó las elecciones con más del 56 por ciento de los votos y Maisto urgentemente tuvo que tapar el hueco. A Chávez no se le volvió a negar entrada a Estados Unidos.
Se hicieron los preparativos para su reunión con Bill Clinton y aunque el Departamento de Estado insistió en que Chávez debía primero visitar Washington, el líder venezolano señaló que antes de ir a Estados Unidos primero visitaría a Fidel.
Vale la pena mencionar que Maisto tuvo que interpretar una situación política nueva en Venezuela como “radicalmente opuesta a los intereses norteamericanos” diciendo que Chávez estaba asegurando la estabilidad en su país, incluyendo el suministro estable de hidrocarburos sin interferir con las propiedades norteamericanas. Maisto agregó que aunque Chávez no era muy cooperador con Estados Unidos, bien podría tolerársele como el líder venezolano. Agentes de la CIA, la DIA (Defense Intelligence Agency) y la DEA fueron destacados en los círculos de Chávez para no mencionar los activistas quintacolumnistas en los ministerios de la defensa y relaciones exteriores. El embajador Maisto pronosticó que Chávez no duraría en el poder más de un año y medio o dos. Ahora podemos ver cuán equivocado estaba. Maisto abandonó Venezuela en agosto del 2007 y fue reemplazado por la diplomática Donna Hrinak. Antes de ser destacada como embajadora en Caracas, Hrinak había prestado servicios como embajadora en la República Dominicana y en Bolivia (antes de Evo Morales) y solía tratar a los presidentes latinoamericanos con un dejo patronal. Cuando Chávez condenó el bombardeo norteamericano contra Afganistán –que produjo numerosas muertes de civiles—Hrinak le solicitó una entrevista personal. Ella asistió a la entrevista teniendo en mente las instrucciones del Departamento de Estado y exigió que Chávez jamás fuera tan crítico con Estados Unidos como solía serlo. Chávez la interrumpió diciéndole “Ud. está hablando con el Jefe del Estado. Respecto de su posición, Ud. no se comporta de manera apropiada, por favor, retírese ahora.” Algunas fuentes sostienen sin embargo, que Chávez le permitió leer el mensaje hasta el final. En el mes de enero del 2002 Hrinak abandonó Venezuela y fue enviada a Brasil con el propósito de impedir que Luiz Inacio da Siva estableciera vínculos muy estrechos con Chávez. El líder brasileño resultó un hueso duro de roer: él escucho atenamente las instrucciones de Estados Unidos y luego hizo las cosas a su modo.
Hasta el mes de marzo del 2002 la embajada norteamericana en Caracas estuvo a cargo del Encargado de Negocios. Mientras tanto, el gobierno de Bush sancionó un golpe de estado confiando en tres oficiales de alto rango del ejército que habían sido entrenados en Estados Unidos. La conspiración involucró a muchos agentes de la DIM, DISIP y otros servicios. Los medios pronorteamericanos lanzaron una campaña propagandística incesante contra el “régimen castro-comunista” y sus seguidores.
Las organizaciones no gubernamentales, ONGs que surgieron con Maisto, lograron reunir a muchos intelectuales, estudiantes y trabajadores petroleros. Mujeres de la clase media también participaron activamente en protestas contra la “cubanización” de su país. Y por supuesto que los viejos partidos de la burguesía y la iglesia católica no se quedaron atrás.
Un mes antes del golpe, Charles Shapiro, el nuevo embajador norteamericano, llegó a Venezuela. Conocido en su país por su experiencia en golpes de estado, Shapiro era elogiado por su trabajo como agregado militar en Chile mientras preparaba el derrocamiento de Salvador Allende. Shapiro también se destacó durante la “guerra sucia” contra la guerrilla salvadoreña y nicaragüense en la década de los 80. Washington confiaba en esta persona altamente experimentada para lidiar con el “problema Chávez.” En verdad el 11 de abril del 2002 Shapiro informó sobre el derrocamiento de Chávez. El momento de gloria del embajador no duró mucho por cuanto Chávez regresó al palacio presidencial luego de las protestas públicas apoyadas por los militares patriotas. Una semana después, Shapiro solicitó una reunión con Chávez. Estando reunidos, Shapiro informó al líder venezolano sobre una conspiración para asesinarlo. Chávez le preguntó: ¿Qué es lo que Ud. exactamente sabe acerca de la conspiración? ¿Quién está detrás? Deme los nombres: Shapiro se encogió de hombros y dijo: “Las instrucciones que recibí no tratan ese tipo de información.”
Unos años después Chávez comentó con los periodistas acerca de su conversación con Shapiro describiéndolo como un “verdadero payaso pero no un embajador”: “Teniendo a la CIA al FBI y a otras agencias, ellos declaran no tener más informaciones sobre el problema.”
Mientras tanto, nosotros sabemos, y no solo nosotros, que existe un campo de entrenamiento en Miami donde terroristas venezolanos están siendo entrenados. El gobierno norteamericano no ha hecho nada para detenerlos. Más bien Washington los ayuda. “Chávez sostuvo que la visita de Shapiro se organizó para encubrir la participación norteamericana en las protestas y desviar la atención del aplauso del embajador norteamericano a Pedro Carmona Estanga, uno de los principales conspiradores”. Realmente se trata de un fracaso devastador para la CIA que sus agentes venezolanos no tuvieran el valor para deshacerse del líder bolivariano. Después de eso, Shapiro dejó de ser una persona digna de la confianza de Chávez y sus seguidores.
De este modo, el embajador trató de aparecer solo como un mediador entre el gobierno y la oposición. Entre bastidores, Shapiro apoyó la asistencia financiera a la oposición por vía de la CIA y las ONGs. Más y más activistas sionistas se involucraron en actividades contra el gobierno. Shapiro empleó a los medios para lanzar amenazas a Chávez tratando de persuadirlo que la situación en Venezuela se tornaría un peor si sus recomendaciones no eran acatadas.
Por su parte Chávez, más de una vez indicó que Shapiro sería declarado persona non grata en Venezuela. En el 2004 culminó el período de Shapiro y abandonó el país.
El siguiente embajador norteamericano en Venezuela fue William Brownfield. Su carrera diplomática se inició en 1979 como vicecónsul en Maracaibo, la capital petrolera de Venezuela. Tradicionalmente todos los cargos en ese consulado son ocupados por agentes de la CIA o por funcionarios de inteligencia. Brownfield participó en la preparación del denominado Plan Colombia y también supervisó las políticas relacionadas con Cuba en el Departamento de Estado. Tres meses transcurrieron antes que Brownfield fuera aprobado como el nuevo embajador norteamericano en Venezuela: las tensiones entre el gobierno bolivariano y la oposición continuaron y Chávez decidió mantener al nuevo diplomático lejos de Venezuela por un tiempo.
Las credenciales de Brownfield fueron aceptadas en el palacio de Miraflores el 15 de octubre. Primeramente el embajador trató de causar una buena impresión e hizo hincapié en la necesidad de mejorar las relaciones Venezuela-Estados Unidos por lo menos en algunos niveles y sentar las bases para una mayor cooperación. No obstante, muy pronto la política de Brownfield cambió y empleó mucho tiempo conversando con miembros de la oposición y activistas de ONGs. Realizó varias visitas al Estado Zulia, demostrando abiertamente su solidaridad con los políticos secesionistas locales. Criticó prácticamente todo lo que Chávez hacía: la compra de armamento ruso, la cooperación energética con Cuba, la ampliación de la cooperación con Irán, su contribución a la integración de América Latina y la creación de un mecanismo de seguridad regional sin la participación de Estados Unidos.
En consecuencia, la Caracas oficial no prestó ninguna atención al nuevo enviado norteamericano. La misión de Brownfield terminó a mediados del 2007. Un analista venezolano comentó lo siguiente sobre la labor de Brownfield: “Se va derrotado. Fracasó al implementar los planes de Washington de fortalecer a la oposición y debilitar a Chávez. Al contrario, mientras Brownfield estuvo en Venezuela el nivel de aceptación de Chávez subió al 73 por ciento…”
Brownfield sencillamente se convirtió en un vulgar e inmoral instigador. Su único éxito fue el de entregar dólares a los “títeres” de la oposición.
Brownfield deseó a su sucesor todo lo mejor en su cargo. Describió a Patrick Duddy como “un intelectual muy inteligente que conoce muy bien América Latina. Brownfield agregó, “probablemente él logre alcanzar las metas que yo he fallado en alcanzar.” Duddy continuó con el derrotero de su antecesor, aunque de manera más moderada: su bagaje de inteligencia lo ayudó. No hubo ninguna razón para reprocharle algo, aunque la contrainteligencia venezolana recibió informes que la embajada norteamericana estaba preparando una “sorpresa” para las elecciones del 2008.
En el mes de agosto del 2008 en un gesto de solidaridad con Bolivia, Chávez dijo que Duddy debía abandonar Venezuela dentro de 72 horas. El embajador norteamericano en La Paz, Bolivia, Philip Goldberg, era una figura importante en la organización de concentraciones de oposición e instigando el separatismo. El embajador implementaba los planes para el derrocamiento de Evo Morales.
Duddy regresó a Caracas nueve meses después. Su nueva estadía en Venezuela no fue de ningún modo notable, excepto por los informes de Wikileaks sobre los vínculos financieros de la embajada con los medios de comunicación filo oposición. Los periodistas se dirigían a Duddy pidiéndole dinero supuestamente para combatir al régimen de Chávez. Duddy no estaba muy feliz con la situación debido a que los resultados eran muy pobres a pesar del enorme gasto.
Se esperaba que Larry Palmer se convirtiera en el siguiente embajador norteamericano en Venezuela. Durante discusiones en el congreso de Estados Unidos, Palmer se refirió a la “baja moral de las fuerzas armadas de Venezuela…” “los vínculos entre Chávez y los rebeldes de las FARC.” Una vez que las declaraciones de Palmer fueron publicadas por los medios, produjeron un nuevo congelamiento en las relaciones de los dos países, Chávez no aceptó a Palmer como el nuevo enviado norteamericano en Venezuela.
Actualmente los intereses norteamericanos en Caracas están a cargo del Encargado de Negocios, James Derham, quien se desempeñó en Guatemala, México, Brasil y Kosovo como miembro de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y también en Cuba como miembro de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Dicho sea de paso, Derham ya era un diplomático jubilado descansando en su casa de Williamsburg, estado de Virginia, no lejos de la sede de la CIA en Langley, cuando fue asignado al nuevo cargo. Quizás en Washington creen que el retirado Derham tendrá más éxito que los conspiradores encubiertos por el Departamento de Estado.
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