Los gringos han denominado a las operaciones militares realizadas con mucho sigilo y cautela, ataques “quirúrgicos”, haciendo un uso innoble del término “quirúrgico”, puesto en la práctica médica es consustancial a la salvación de vidas.
Con tales ataques “quirúrgicos”, los gringos encabezados por el Premio Nobel Barack Obama, pretenden redimensionar su discurso político-belicista, pues por un lado dan a entender que atacan sólo a puntos militares estratégicos de una nación enemiga, con lo cual no afectan a la población civil, y por otro lado, aducen que lo hacen para defenderse y defender al mundo de países que ponen en riesgo la paz mundial.
Lo cierto es que, esa ha sido la practica sostenida gringa desde que se siente “potencia”, aunque tal acuñe de, ataques “quirúrgicos”, lo hayan hecho en el marco de la amenaza de asediar junto a Israel, al Estado Islámico de Irán en 2013 por representar una amenaza para la humanidad por cuanto estaban produciendo energía nuclear. Ese fue el formato utilizado por ejemplo, para masacrar a Gadafi y ahorcar a Hussein, así como asesinar a millones de sus connacionales, y luego excusarse de que la muerte de estos últimos habían sido errores de cálculos, o sencillamente accidentes.
En nuestra América y particularmente en nuestra Venezuela, tal estrategia asume rasgos distintos al operar en otra escala táctica. Muchos son los casos que con el tratamiento del “bisturí fino”, han impedido la autodeterminación de nuestros pueblos. “Bisturí” que ha creado y sigue creando, la idea de un genotipo de ciudadanos aptos para gobernar, que desdice de la cultura aborigen, afrodescendiente, de lo autóctono, del poder popular. “Bisturí” que delinea entre otras tantas cosas abominables, la actuación de nuestros jóvenes en movimientos como JAVU.
De ese modo, “quirúrgica” y selectivamente, son sacados del juego político connotados dirigentes sociales medios con raigambre popular. El asesinato del fiscal valiente Danilo Anderson, pieza clave cuyas acciones hubieran podido defenestrar gran parte de la casta dirigente de la vieja política lacaya del imperialismo, fue fríamente calculado, bien medido, impecable. Hasta ahora, no ha habido pruebas, sólo presunciones bien fundadas, pero sólo eso. El crimen perfecto.
Eliécer Otaiza, operador beligerante, vinculado a movimientos radicales de base, luego de ser masacrado y mutilado, comenzó a operar el descrédito comunicacional creándole antecedentes rebuscados para que el pueblo le endosara tal crimen a la venganza, al ajuste de cuentas, al hampa común, en fin desaparecer la evidencia de que estábamos en presencia de otro crimen político inducido.
Y que más decir de Robert Serra, además de todas las verdades ya escuchadas sobre su vil asesinato para no trillar en lo aborrecible.
Todos esos crímenes llevan la impronta indeleble, de esas operaciones genocidas imperiales desplegadas a distintas escalas, cuando se vislumbra algún resquicio por el cual pueden empezar los pueblos a liberarse de sus yugos.