1 Definitivamente cayeron las máscaras. Con el diálogo pasó lo mismo que con la cultura. Cuando el jefe nazi decía que al escuchar la palabra le provocaba sacar la pistola. Göering solía expresarse de esa manera para poner de manifiesto su desprecio por la cultura. Ahora ocurre lo mismo en Venezuela con el diálogo.
2 Al principio la oposición lo pedía. El propósito, por ejemplo, cuando gobernaba Chávez -en la primera etapa-, era colocar al líder bolivariano contra la pared. Pero no lo lograron. Chávez era demasiado inteligente y astuto y, de inmediato, tomó la iniciativa. Entonces el país vivía tiempos de golpes, de paralización de la industria petrolera y de terrorismo. El resultado fue que los dirigentes de la oposición, de la conjura contra la Constitución, patearon la mesa que se instaló por iniciativa de Chávez porque tenían en la manga un segundo golpe. La máscara de dialogantes se les cayó.
3 Esa situación se repitió sistemáticamente: la oposición invocando a cada momento la necesidad de dialogar y el chavismo aceptando de inmediato. En cada caso la oposición quedaba al descubierto. Para no extenderme en esta reseña recuerdo lo sucedido inmediatamente después de la victoria de Maduro frente a Capriles, la reacción de este desconociendo el resultado y llamando a la violencia. La respuesta del Presidente recién electo fue dialogar. Una oferta oportuna que, de haber aceptado la oposición, le habría dado una vuelco a la política. Los venezolanos observaron con sorpresa esa oferta concreta de Maduro a dialogar. La reunión en Miraflores de Gobierno y oposición, trasmitida en cadena nacional, fue recibida con estupor por la opinión pública y, al mismo tiempo, con esperanza. Fue este, quizá, el primer intento serio por romper la polarización y demostrar que los venezolanos podíamos hacer política y rechazar la violencia. Pero la esperanza se disipó con rapidez, porque la dirigencia opositora entró en un proceso de cuestionamiento del diálogo y arremetió con arrogancia -presionada por sectores internos radicalizados y por Washington- con la descalificación brutal del episodio. Es decir, que otra vez la máscara del diálogo de la oposición rodó por el suelo.
4 ¿Qué sucede hoy? Que la historia se repite. Que la sola mención de la palabra diálogo desata la furia en la oposición. Pero ahora con carácter definitivo. Porque esta optó por patearla con salvajismo. Se trata de la decisión final de un conjunto de factores, en el país e internacionalmente, que apuestan a la liquidación total de la posibilidad de que los venezolanos resolvamos pacíficamente la situación y no se consume el plan de acabar, por la vía violenta, con el orden constitucional. Propósito que pasa por el derrocamiento de Maduro, que se impongan el revanchismo y el odio como ha ocurrido en otros países. Es lo que explica el coro formado en el mundo que demanda la solución del “caso venezolano” como sea. Ya no hay secreto en el planteamiento. La decisión es disparar a mansalva contra la posibilidad de que el diálogo frustre la aventura.
Almagro
Este personaje extravagante que conduce la política injerencista contra Venezuela en la OEA -aupada por la más antinacional oposición que el país haya conocido- es una vergüenza para la región latinoamericana. Pero la OEA se merece un Almagro. Un funcionario gris, oportunista, que vive el rol al que siempre aspiró en la trastienda de la diplomacia. No le podía pasar nada peor al histórico dirigente popular uruguayo Pepe Mujica que haberse resteado con la candidatura de Almagro para la Secretaría General de la OEA, en sustitución del chileno Insulza. Hay que señalar que para un hombre honorable como el ex presidente uruguayo, debe ser motivo de frustración que su recomendado resultara un bribón capaz de cualquier felonía. Así como pienso que Maduro debe recordar como una pesadilla el momento en que aceptó el consejo de apoyar al recomendado del líder uruguayo. Pero así son las cosas. Nadie sabe en qué momento se cae en una trampa cuando se atienden recomendaciones de amigos.
Laberinto
Lo cierto es que todo indica que los venezolanos vivimos tiempos de claras definiciones. El pueblo está consciente: rechaza la injerencia obscena de la alianza de la derecha internacional en la política interna del país. No quiere violencia. Está masivamente con el diálogo y con firmeza se pronuncia en todas las encuestas a favor de que no se atente contra la Constitución y que Maduro termine su período presidencial…
Pero la gravedad del complot tiene que ser asumida a plenitud. Hay que informar al pueblo cabalmente, con rigor, sobre la emergencia por la que atravesamos. La información es básica en las actuales circunstancias. Sobre todo en cuanto al funcionamiento de los servicios públicos, la reserva en materia de abastecimiento, la real capacidad operativa de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y todo cuanto tiene que ver con la seguridad nacional…
Lo que planteo no es para alarmar, para sembrar angustia, sino todo lo contrario: para fortalecer la moral. Que solo es posible cuando se tiene plena conciencia de la amenaza…
Hay que explicar que la defensa del país es obligación de todos, pero que hay sectores que sirven a los intereses de la conjura…
Ejemplo, es indigno -rayano en la traición a la patria- que haya partidos, grupos sociales, dirigentes políticos y gremiales que abiertamente auspicien y exijan que la Carta Democrática se aplique a Venezuela. Que alimenten la información con la cual se maneja un personaje abyecto como Almagro en el seno de la OEA, y aquellos gobiernos que se cuadran con la infamia de que hay que hacer lo que sea, como soliviantar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para que se vuelva contra la Constitución; para que se estimule la versión de que en Venezuela hay una crisis humanitaria; que el Estado de derecho y la democracia sucumbieron y que lo que existe es una dictadura…
Es la oposición la que enfatiza tales versiones falsas acerca del país y las pone a circular en el exterior. Por tanto hay que dejar constancia, para que quede la reseña en la historia, de la responsabilidad de aquellos que se empeñan en lanzar al país al abismo. Su actitud, en una emergencia como la que existe, es oprobiosa…
Veamos por qué: porque lo que se presenta como realidad del país no es tal. Es una falsedad montada aviesamente. En Venezuela hay democracia, hay libertad. Si no fuera así la oposición no podría manejarse como lo hace, de espaldas a principios fundamentales. Una dictadura no toleraría los desmanes en que incurre la oposición; la conspiración permanente en que está involucrada, y la constante prédica para que se produzca una intervención extranjera. Un gobierno totalitario jamás permitiría los aberrantes excesos de los medios, ni los agravios a los poderes públicos que a diario se producen…
En concreto, la estrategia es lograr que en la OEA se apruebe la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela, con las consecuencias que el acto tendría, que no son las que formalmente consagra el documento, sino el paso destinado a legitimar cualquier tipo de agresión. Pero como eso es imposible matemática y políticamente, Almagro y sus secuaces se quedarán con los crespos hechos. ¿Qué harán entonces? Persistir en el plan que los inspira…
Por cierto, el estado de alerta debe ser permanente: cinco oficiales de la Armada están detenidos y se investiga la situación en el componente.
Tomado de: Últimas Noticias