La Encrucijada

Renuente a aceptar que el fin de su hegemonía es un hecho tan indiscutible como irreversible, el Departamento de Estado norteamericano viene pretendiendo convulsionar lo que antiguamente pregonaba como su “patio trasero”. Latinoamérica actualmente se ha convertido en un gran e inestable polvorín cuya “mecha encendida” resulta Venezuela.

Lo que hasta hace poco parecía definitivamente inclinar la “balanza” hacia sus pretensiones imperiales afortunadamente resultó más “humo” que “incendio”. El supuesto y vitoreado “retroceso” de las Izquierdas terminó siendo más efímero que el pregonado “avance” de la Derecha en Brasil y Argentina. La actual realidad política de ambos gobiernos literalmente sucumbe bajo una inestabilidad claramente agonizante, y ofreciendo incluso escasas probabilidades que terminen ambos sus desacreditados mandatos.

Lo que se ha venido conociendo últimamente del Proceso de Paz, denunciado por las FARC, en Colombia resulta tan espeluznante como aterrador se hace esperar resultará la política de Santos en la Región. La crisis que han provocado en Venezuela ha permitido distraer la Opinión Internacional, e incluso granadina, ante el peligroso repunte de la violencia y la nueva proliferación del paramilitarismo, que sin el contrapeso natural que brindaba la FARC, hace temer un oscuro y sombrío panorama para los DD.HH. en esa nación. No en balde recientemente considerada el cuarto país más corrupto del mundo.

La explosiva realidad que vive hace tiempo México se torna tan preocupante para los EE.UU. que ni siquiera la construcción del polémico “Muro” podrá contener el impacto de lo que más temprano que tarde está por ocurrir en esa nación. El inestable “hervidero” en el que se sumerge esta sociedad, que al igual que Colombia, tiene por encargo garantizar el suministro de la droga a los 27 millones de consumidores en EE.UU. es una desgracia que le acarrea el hecho de ser vecino del país mayor consumidor de drogas en el Mundo (EE.UU.).

Rusia y China han venido con interés siguiendo el curso de los acontecimientos en Venezuela. Ambos países mantienen intereses estratégicos tanto en Venezuela como en la Región, y si bien no acostumbran mantener una diplomacia de “patotero”, lo que resulte en este rico país petrolero no le resultará indiferente ni mucho menos ajeno, y en el más crucial momento se puede tener por seguro que su decidida intervención será tan oportuna como determinante.

El Departamento de Estado norteamericano claramente se encuentra “entrampado” en su propio ego, en ese “destino manifiesto” que lo obliga a no tolerar ni compartir la supremacía mundial. Arrogancia que pronto lo podría llevar, como también llevó a los imperios en el pasado, a su propia y merecida destrucción. A pesar que parece estar jugando al “Tin Marin y Do Pingüé”, con eso de no decidirse atacar a Corea del Norte o a Venezuela, cualquiera sea su decisión hace seriamente temer que podría incluso originar una nueva Conflagración Mundial, donde toda Latinoamérica podría no solo intervenir sino determinar su resultado.

Si por fortuna nos lográsemos librar de esta nueva Guerra Mundial, cualquier error de cálculo que cometa en cualquier de ambos escenarios podría acarrearle adelantar un desenlace fatal para sus pretensiones hegemónicas. La permanente bravuconería que mantiene con Corea del Norte nos parece un recurso para solo despistar el verdadero blanco de sus objetivos, debido a que con este último país no mantiene directamente problemas geoestratégicos que le obliguen a una resolución tan extrema.

En Venezuela, a pesar del efectismo mediático que de manera descomunal se le viene “bombardeando” y sobrepasa considerablemente los niveles empleados en otras latitudes, podría dar “pie” a suponer que aún no les arroja los resultados esperados. Además la “ajedrecística” manera como el gobierno de Maduro ha venido “jugando” últimamente, aunada a la poca estima y credibilidad que inspira la Oposición en la población venezolana, los lleva postergar y sin duda esperar mejores oportunidades e indicios para resolver su ya histórica e incómoda Encrucijada.


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Waldo Munizaga


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