El triunfo de Barak Obama y del partido Demócrata en las elecciones estadounidenses abre un nuevo tiempo en el gobierno de los Estados Unidos. El alejamiento de los neocoms de la Casa Blanca significará sin duda algunos cambios en la política del Imperio, aunque es necesario analizar de que tipo y que significado pueden tener esos cambios.
Aunque el slogan del candidato ganador haya sido “un cambio necesario”, la realidad es que, sea quien sea el presidente de EE.UU., existen dentro de la situación general, factores operantes cuya modificación no está al alcance del poder que puedan tener el Ejecutivo y el Congreso de es país.
1. Las necesidades estratégicas seguirán siendo las mismas. En un mundo dónde la energía, los alimentos y el agua se están convirtiendo en abastecimientos críticos, la potencia mundial seguirá dependiendo para la propia existencia de su nivel de vida, de la disponibilidad de estos recursos, que casualmente se encuentran en los países de la periferia, a los que siempre ha desangrado.
2. El poderío y la influencia (y las ganancias necesarias) del Complejo Militar-Industrial, que ya denunciara al dejar su mandato el presidente Dwight Eisenhower, después de la Segunda Guerra Mundial, no sólo se mantienen, sino que se han visto incrementados por los últimos ocho años de gobierno de los neocoms.
3. Los demás factores de poder (El poder financiero y económico, las grandes corporaciones, los distintos lobbys, los grupos de presión, las mafias, etc.) cuyos intereses son quienes manejan realmente los destinos de esa nación, se mantendrán tan operantes y decisorios como siempre.
4. Aún en el caso de que existiera un presidente que enfrentara realmente a estos factores, la solución final siempre estará apoyada en una tradición histórica de magnicidio, que comienza en Abraham Lincoln y llega hasta el Siglo XX con John Kennedy.
Por lo tanto no parece apropiado generarse demasiadas expectativas respecto a un posible golpe de timón en la política exterior de los Estados Unidos. Desde que en el Siglo XIX el presidente McKinley decidió -con las invasiones a Hawai y las Filipinas y por iluminación divina- el “Destino Imperial Manifiesto”, demócratas y republicanos alternándose en el poder, han conducido esta política a través del planeta.
Probablemente exista un cambio en las formas. Los demócratas en general se han especializado en un control indirecto, provocando desestabilizaciones, golpes de estado o presión diplomática y económica (aunque también han propiciado invasiones militares) y los republicanos han manejado en general una política de guerras (aunque no hayan abandonado nunca las tácticas indirectas) de la cuales el gobierno Bush saliente nos deja dos “en pleno desarrollo”.
Es muy posible entonces que las relaciones internacionales formales (a las cuales los dos períodos de gobierno de George W. Bush han dado muy poca importancia), mejoren en el nuevo gobierno demócrata, aunque la política imperial siga manteniéndose incólume.
Claro que estamos hablando de una potencia con graves problemas internos, la actual crisis financiera que mantiene un efecto de bola de nieve aparentemente indetenible sobre la economía de la gran potencia y la mundial, la crisis de productividad de una nación cuyo poderío siempre estuvo basado en su potencia industrial, el grave deterioro de la calidad de vida del “american way of life”, parecen ser factores internos serios, que combinados a una globalización que funciona en dos sentidos, podrían ser variables que atenúen esa política imperial. Sin embargo no podemos olvidar que la crisis financiera de 1929 fue uno de los principales factores que convirtieron una guerra europea en una guerra mundial, y que los principales beneficiados al fin de esa guerra fueron precisamente los Estados Unidos.
En este contexto, la elección de Barak Obama como presidente, plantea algunos interrogantes:
1. ¿Qué significado simbólico tiene, en una nación signada por el racismo, el ascenso a la primera magistratura, por primera vez en su historia, de un afro americano?
Evidentemente, como lo reconociera el propio candidato perdedor -mientras era abucheado por la multitud republicana que lo escuchaba- hay un largo camino entre el racismo cerrado manifiesto en la historia de los EE.UU. que está presente desde su misma Declaración de Independencia y pasa por el enfrentamiento con las luchas por los derechos civiles en la década de los 60, y llega hoy hasta esta victoria electoral de un representante de una minoría tradicionalmente segregada. En lo humano y emocional, es un triunfo de esas largas luchas, plagadas de mártires y hechos heroicos. Las lágrimas escapando de los ojos de Jesse Jackson (un hombre que se enfrentó a Obama, plegado al grupo de Clinton) mientras escuchaba el discurso de victoria de del nuevo presidente, dieron un significado profundo a este criterio. Aunque matizado por los fríos números que mostraban una ventaja de apenas un 6 ó 7% en los votos reales del pueblo norteamericano. La lucha contra el racismo, a pesar de estos avances, sigue allí, muy presente.
2. ¿Qué peso tiene la figura personal de Obama en un puesto clave de poder? Este es el mayor interrogante. En los momentos de crisis, cuando los sistemas sociales se vuelven caóticos1, las personalidades destacadas tienen un inmenso peso, pueden ser los factores mínimos (de las condiciones iniciales del sistema caótico) que provocan los grandes cambios imprevisibles. En los momentos coyunturales de la historia, generalmente aparecen los hombres que concretan los golpes de timón y los cambios de rumbo. El asunto consiste en ver si este es o no el hombre adecuado en el momento preciso.
El hombre, su historia y sus hechos
Para poder intentar descifrar cual podrá ser el rol de Barak Obama en este nuevo período de gobierno, veamos un poco de su historia personal y de sus acciones.
1. Evidentemente, viendo su biografía, no es un “ciudadano común” común de los Estados Unidos. Hijo de dos intelectuales universitarios, de procedencias culturales radicalmente diferentes (Madre proveniente del Medio Oeste norteamericano –Kansas-, padre proveniente de la cultura africana –Kenia- no tuvo desde muy niño un hogar estable. Sus padres se divorciaron y su padre volvió a África, su madre se volvió a casar y se radico en Yakarta (Indonesia). Comenzó la escuela en Honolulu (Hawai) y la terminó en Yakarta. Regresó a Honolulu con su familia (a cargo de su abuela materna), y allí terminó la secundaria. Se mudó a Los Ángeles durante dos años de estudio, y de allí pasó a Nueva York, a la Universidad de Columbia, dónde estudió Ciencias Políticas con mención en Relaciones Internacionales, y se licenció en Artes Liberales. Recién graduado trabajó cuatro años para la industria privada en investigación social y económica. Se trasladó a Chicago dónde dirigió como organizador comunitario una ONG cristiana, con gran éxito en su gestión. Asesoró a una fundación también de objetivos comunitarios. Ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard. No sólo fue un destacado alumno, sino que fue nombrado director del la prestigiosa revista de derecho de esa universidad, siendo el primer afroamericano en llegar a ese cargo. Este fue el primer hecho que le dio popularidad y reconocimiento en los medios. Se graduó como Doctor en Leyes Suma Cum Laude, con los máximos honores. Durante doce años ejerció la docencia en la Universidad de Chicago llegando a profesor superior. Trabajó dos o tres años como abogado consultor para una firma privada, hasta que comenzó su carrera política. Fue elegido senador en el Congreso del Estado de Illinois (1997-2004). Intentó llegar a diputado (representante) del Congreso de EE.UU. y perdió la elección. Su próximo paso fue postularse al Senado de los EE.UU. al que llega en 2005, derrotando a su opositor republicano por mayoría aplastante. Tres años de actividad en el Congreso le bastan para aspirar a la postulación de la candidatura demócrata para presidente, la cual gana en lucha con Hillary Clinton, y hoy derrota al partido republicano y es nombrado presidente electo.
2. Acumula una pequeña fortuna personal, producto de los derechos de autor de seis libros (dos de ellos que se convierten en best sellers) el principal de ellos autobiográfico Dreams from My Father: A Story of Race and Inheritance, donde cuenta la historia de su padre y su propia niñez.
3. Está casado desde hace 16 años con una brillante abogada afroamericana egresada de Princeton, con la cual tiene dos hijas. Durante dos años al conocerse fue rechazado, hasta lograr su matrimonio.
Esta breve reseña muestra:
1. Este es un hombre de formación multicultural, tanto por su ámbito familiar como por su periplo formativo. No proviene de una familia normalmente establecida y ha carecido de una figura paterna en su niñez.
2. Es evidentemente una persona de capacidades muy destacadas, con una formación académica de primer orden y un impulso y ambición personal que le han permitido el éxito en sus actividades.
3. Es un outsider, pero un outsider real. Su éxito, a pesar de haber sido logrado dentro de las reglas del sistema (crítica que siempre le ha hecho la izquierda), fue un éxito transversal. La pirámide establecida propone a un abogado brillante, el trabajo en bufetes privados progresivamente más importantes, hasta poder saltar hacia la carrera política amparado en el éxito profesional. En este caso sin embargo su éxito económico fue logrado a partir de los derechos de autor de sus libros, trabajó muy poco tiempo como miembro de grupos de abogados, en más de un aspecto es un self made man que ha usado caminos alternativos y muy rápidos para llegar a sus objetivos.
4. Tiene una larga experiencia en el trabajo en comunidades y una evidente preocupación por lo social y por las minorías, a pesar de que en el caso de los afroamericanos no haya estado nunca identificado con sus movimientos sociales.
5. Tiene una extensa carrera académica como estudiante y docente
6. Su carrera política (y por ende su experiencia política) es mínima. Tres años como senador le bastaron para lograr ser el candidato de uno de los dos partidos. Su experiencia en relaciones internacionales está sólo en su formación académica.
Por otra parte, analizando su actuación pública (sobre todo sus discursos), aparece un hombre que mantiene la coherencia de sus planteos a lo largo del tiempo, que no habla demagógicamente sino con argumentos reales y cercanos a la vida de la gente. Su discurso de victoria fue muy significativo. En principio rompió con la tradición de hacer ese discurso acompañado de su compañero de fórmula y sus respectivas esposas. Se presentó solo en la tarima, dando un toque absolutamente personal desde el principio a su gestión.
Durante este discurso mantuvo un tono absolutamente claro, de dicción perfecta y de emotividad mínima. Emocionó a sus oyentes con parte de su contenido (al referirse a la votante afro americana de 106 años de Alabama, y los cambios de la condición de esa minoría en el período de su vida). Allí apeló a los mejores valores tradicionales de los Estados Unidos, hablando sin nombrarlo de patriotismo, de una forma no tradicional ni demagógica. Se le reconoce como uno de los mejores oradores de su país y su tiempo, pero sus discursos son efectivos sobre todo por la oportunidad o coherencia de los planteos, y no por emotividad de los mismos. Parece siempre un hombre bajo control, seguro de sí mismo y sus objetivos. No es en absoluto un orador que maneje la emocionalidad de sus oyentes, y sin embargo es convincente.
Conclusiones
Todo este análisis, que algunos podrían interpretar como una alabanza, pero que solo plantea algunos hechos objetivos, da como conclusión final que nos encontramos ante un hombre muy particular, pero del cual sin embargo poco podemos decir de sus actuaciones futuras.
Barak Obama se presenta entonces como un enigma, sus triunfos y empuje son objetivos, pero han sido siempre realizados sin quebrar ninguna de las normas del juego. Existe sin embargo un modo de hacer las cosas que es por lo menos original. Esto no nos permite adelantar mucho en conocer cuál será su papel en los acontecimientos venideros.
No parecen haber los elementos suficientes para determinar hoy si este hombre pude ser o no un protagonista de los tiempos.
Tres escenarios parecen posibles:
1. Una gestión que rompa los moldes tradicionales y presente alternativas nuevas y creativas, fuera de los parámetros establecidos. Esto nos llevaría a nuevos panoramas internacionales.
2. Una gestión de tipo liberal, que resuelva algunos aspectos de los problemas internos de los Estados Unidos. (redistribución de ingresos a través de impuestos, apoyos a salud y educación y previsión social, promoción a minorías, medidas de control a los grandes capitales) y mantenimiento de status quo a nivel internacional, buscando “limpiar la cara” de los EE.UU. frente al mundo.
3. Una gestión gris, desbordada por los acontecimientos nacionales e internacionales y las crisis, no capaz de ir mas allá de las buenas intenciones (algo así, en algún aspecto como lo sucedido en el gobierno Carter).
Cualquiera de estos tres escenarios puede ser viable. El futuro inmediato parece estar definido solamente por el propio desarrollo de los acontecimientos, cosa muy usual dentro de la Teoría del Caos, en el momento en que un sistema lineal complejo se vuelve caótico. Allí los acontecimientos no son previsibles secuencialmente y en detalle, sólo es posible intentar determinar las llamadas atractrices, los parámetros máximos entre los cuales se moverá el estado del sistema en este período.
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