Uno desconfiaba de Barack Obama desde un principio por pura teoría: el capitalismo gringo en fase imperial es impecablemente violento. El Presidente de los Estados Unidos no gobierna, los presidentes no están al mando, pues gobierna una camarilla que no da la cara porque no la tiene, es decir, se trata de un aparato práctico inerte, burocrático, obstinado, inapelable, perverso, insufrible, es decir, perfectamente kafkiano. Por eso no se necesitaba un ojo especialmente zahorí para entender que Obama no se atrevería a mucho porque no podría mucho.
Noam Chomsky dice que la de Obama será la segunda administración de George W. Bush (aporrea.org/tiburon/n133961.html). Sí, pero peor.
En menos de un año Obama, guiado por el aparato militar industrial de los Estados Unidos,
ignoró el bombardeo a Gaza siendo Presidente Electo;
incrementó la invasión de Afganistán;
derramó ese conflicto hacia Pakistán;
no se retiró de Iraq;
no suspendió el bloqueo a Cuba;
no cerró Guantánamo, pero sí
cerró la investigación sobre las torturas;
montó una dictadura en Honduras;
instaló siete nuevas bases militares en Colombia, reforzó las de las islas holandesas y abrió otras en Panamá;
bombardeó y amenaza con invadir a Yemen;
adoptó la retórica guerrerista de Bush;
saboteó la reunión ecológica de Copenhague;
regó aviones espías sobre Venezuela y
se ganó el Premio Nobel de la Paz.
Ahora amenaza a Uribe, a través de su embajador en Bogotá, William Brownfield, quien declaró en Washington que no recomienda a Uribe una segunda reelección para un tercer mandato. El Imperio es así: sacrifica a sus peones. De repente descubren que son unos bellacos y los mata, los derroca, los humilla, los recluye para siempre. La lista es monótona: Noriega, Hussein, el Sah de Irán, Chapita, Pérez Jiménez, todos eran servidores fieles hasta que el Imperio los execró, vaya usted a saber por qué, aunque parece que fue porque comenzaron a servirse a sí mismos y olvidaron al amo.
Al lado de todo eso, Bush luce como un muchacho un poco descocado y borrachín, pero buena vibra en el fondo. Por eso ahora decimos: Regresa, Bush, estás perdonado.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com