La política es la ciencia de la realidad no visible. Esto significa que quienes puedan ver más allá de su propia nariz, tendrán mejor posibilidad de aprovechar las oportunidades que se derivan de las circunstancias. Estos serán capaces de generar escenarios favorables para los objetivos planteados y en definitiva conquistarán el poder si todavía no lo tienen, o lo conservarán si es que ya han llegado a él.
La dirigencia opositora dio un paso atrás y reconoció el triunfo electoral de Hugo Chavéz el 7 de octubre de 2012 porque presumía la probabilidad de la elección sobrevenida que finalmente se produjo en 2013. No reconoció el triunfo de Nicolás Maduro el 14 de abril porque el estrecho margen de votos facilitaba sembrar dudas y dar inicio a una campaña para debilitar al nuevo gobierno.
Ahora en ruta a las elecciones municipales del 8-D, lo fundamental va mucho más allá de la conquista de alcaldías y concejalías. Es necio debatir si este proceso electoral tendrá carácter de plebiscito pues más allá del dilema superficial de las denominaciones, lo cierto es que si la oposición despierta una sensación de victoria electoral, activará nuevos mecanismos.
Por ejemplo, habrá convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, si el bloque anti socialista triunfa en la mayoría de las alcaldías grandes donde actualmente tiene respetables posibilidades, tales como la Metropolitana de Caracas, Libertador, Sucre, Los Teques, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, Puerto Ordaz, Maracay, entre otras. También el saldo será favorable a la contrarrevolución si esta obtiene un total de votantes superior al bloque bolivariano. En ambos casos, la MUD emprendería la ruta constituyente para lo cual sólo hace falta la recolección de firmas correspondientes al 15% de los inscritos en el registro civil y electoral (art. 348 CRBV).
La fuerza política ganadora el 8-D tendrá el impulso anímico para encabezar la siguiente aventura electoral y es precisamente la Asamblea Constituyente el instrumento capaz de forzar la renovación de todos los representantes del Poder Público Nacional, incluyendo al recién elegido Presidente de Venezuela. Una vez reunidas las firmas requeridas (casi tres millones) se estima que la polarización actual dividirá la votación entre los dos grandes bloques. Lo preocupante es que quien gane por un voto impondrá la mayoría de constituyentistas y controlará la Asamblea con ilimitados poderes.
El panorama de una Asamblea Constituyente fomenta que el bloque con más representantes intente aplastar al rival minoritario. Si la oposición lograre la mayoría, prácticamente sería restaurada la Constitución de 1961 y nada podría evitar el llamado a una nueva elección presidencial en 2014 ordenada por el Poder Constituyente. Como se sabe esta Asamblea gobierna por encima de los poderes constituidos, tal como sucedió en 1999.
Si los bloques se olvidan del consenso social, incitarán la conflictividad. Falta por ver si en el imaginario escenario de una vanguardia revolucionaria derrotada, esta estaría dispuesta a entregar mansamente el poder, a sabiendas de que el entrante gobierno burgués vendrá a barrer al chavismo restringiendo garantías constitucionales y aplicando sangrienta represión, al menos así lo indica la doctrina en el período 1958-1998. La DN del PSUV debe compenetrarse con sus bases si quiere frenar la avalancha electoral opositora y mantener viva la utopía chavista.