“Toda traición es indigna y bárbara”
Voltaire
Una carta aparecida ayer en el diario VEA, firmada por el ciudadano Rafael Vásquez, con el llamativo título de “Pompeyo, Pompeyo, ¿por qué nos traicionaste”, me impulsa a escribir estas líneas sobre una de las acciones humanas más repudiables, indignas i bárbaras −como dice el pensamiento de Voltaire− o quizá la más abominable de todas; bien sea cometida respecto a un semejante, a un grupo social o a la patria, la traición es infame, pues, como dijo acertadamente Napoleón Bonaparte (coloco el apellido para que no se confunda con otro, Napoleón Miseria) “siempre he mirado como un acto criminal, pedir auxilio a los extranjeros”, i las dos citas le vienen de “maravilla” a un personaje, no solamente mediocre, sino falso desde su juventud, de la cual traicionó su “ideología”, sino que, en su decrépita, miserable intelectualmente, i ridícula posición político-social, coincide con la “mirada napoleónica” a sus actos, pues se encuentra entre la más rancia oligarquía traidora a la patria, clamando por la intervención norteamericana en Venezuela, como razonablemente alarma al firmante de la carta citada: “Ver a Pompeyo, junto a los apátridas que invocan una intervención yanqui en nuestro país y que son los mismos que ayer asesinaron, a nuestros hermanos y camaradas, algo así como el fin del mundo”.
Sin embargo, una de las cosas más importantes de esa carta donde narra cómo, en los años sesenta, una juventud rebelde vio a Pompeyo como un héroe revolucionario i admiró sobre todo una foto “sin camisa, con el pecho peludo y con un fusil terciado al hombro, y al fondo de la foto se veía una vegetación montañosa”. La foto les llenó de vitalidad revolucionaria porque un líder de esa clase, héroe de una escapatoria del Cuartel San Carlos, se había incorporado a la guerrilla. Confieso que desde aquellos tiempos, acerté en no creer en tres falsetes guerrilleros que, con los años, han corroborado mi intuición: Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff i Américo Martín. Uno de mis libros preferidos en años ha sido EL HOMBRE MEDIOCRE del médico i filósofo argentino José Ingenieros, donde comprendí el fenotipo, las poses i las “realizaciones” del hombre mediocre, algo así como un “cazahuellas” de aquellos tiempos, para descubrir figurones que, eran ramplones imitadores de grande revolucionarios como Fidel Castro, Ernesto Ché Guevara i Camilo Cienfuegos. A estos guerrilleros nuestros, siempre les llamé “guerrilleros de jardín” i esa foto que menciona i describe el señor Vásquez, confirma mi opinión. Quizá ellos tuvieron su paradigma en la intriga política i en la planificación de traiciones, en un oscuro político sindicalista, como lo es el Traidor Mayor: Luis Miquilena. Mayor por edad, i mayor por ser su traición, no consecuencia de un cambio de circunstancias que lo obligaran, sino porque cuando se hizo aliado i colaborador de Hugo Chávez i del proceso revolucionarios, tenía planificada la traición, colocando a sus incondicionales seguidores, en puestos claves, especialmente en la Asamblea Nacional i en el Tribunal Supremo de Justicia. De manera que su contribución económica a la campaña electoral del comandante Chávez, sólo fue una “inversión” o la compra de un alto cargo, como resultó ser presidente de la ANC, sin méritos políticos ni intelectuales para ello.
Pompeyo, como Petkoff, en parte se parecen, porque el MAS fue una esporulación del Partido Comunista, sencillamente desprendida para ir en busca de cargos públicos; culminación de esa intención, fue el ver a Pompeyo i a Teodoro como ministros del gobierno de su, antiguo más opuesto rival, el ultraderecha de uña en el rabo, Dr. Rafael Caldera; de modo que ya para completar su evolución dextrógira, no debía sorprender: no solamente que fueron hacia el abismo, sino que cayeron en él. En lo que no estoi de acuerdo con quién escribió al diario VEA, es en decir que Pompeyo es punta de lanza de la “Coordinadora Democrática”; primero porque ya ese engendro esta de acabo (quedan algunos cuervos como en la Torre de Londres) i, segundo, porque con este historial, con su falta de lucidez mental i sus confusiones políticas, propias del hombre sin preparación i que no lee lo suficiente para estar al día, lo hacen una “punta de lanza roma”, ni siquiera una roda de barco que aparte solamente agua. Su carta es un recordatorio parecido a la extraordinaria misiva de la Sra. Elba Marín de Bottini, recordándole las acciones criminales de Acción Democrática i COPEI i la pérdida de dos de sus hijos; ofendida al ver al “viejo guerrillero izquierdoso” sentado al lado de los criminales o responsables intelectuales de esas dolorosas pérdidas. Por eso, al finalizar mi artículo sobre el Pompeyo traidor i desmemoriado, preguntaba ¿Merece que nos ocupemos de sus desvaríos actuales? Creo que no −concluía− le hacemos figurar sin merecerlo. Su deuda es con la Historia i con su propia conciencia. I, en cuento al tercero, Américo Martín, el autor juvenil de LOS PECES GORDOS, libro publicado con prólogos de Domingo Alberto Rangel i Moisés Moleiro, presentándolo como el prototipo del revolucionario viril, ha pasado (así lo dije antes) a ser un pez gordo de la misma pecera de la oligarquía estafadora, conspiradora i corrupta, i es a mi juicio, tan pobre como mediocre (es un “cuartocre”) que no merece muchas letras de la computadora i la impresora.
Cuando “pinté” a Miquilena, expuse que, la traición es la bajeza más deplorable en la existencia del hombre sobre el planeta, i del adjetivo traidor lo siguiente: La T es de tahúr o tarado moral; la R de Rata; la A es de anormal o ambicioso; la I de indigno u inicuo; la D de dañino; la O de ofensivo i la R, otra vez, de rastrero como un ofidio.
Finalmente otra exposición que hice, creo que es válida. Para mí, un traidor es peor que un asesino, puesto que muchas veces quien quita la vida a otra persona, puede hacerlo en un momento de ira, de irracionalidad o de pasión, o hasta en defensa propia. El hecho, naturalmente, siempre es condenable, pero corresponde a un mal momento en la existencia o, quien es un asesino lombrosiano, frecuentemente es un ser anormal. En cambio un traidor, implica esa idea mal manejada por los juristas, del DOLO. Hai voluntad de dañar; hai premeditación, falsedad, alevosía i cuidadosos cálculos; hai buena cantidad de maldad, de depravación i de miseria espiritual. Esto, estimado señor Velásquez, no es una epidemia ni una pandemia; es un mal crónico, perenne, de la Humanidad. Afortunadamente la vida nos ha proporcionado el tiempo suficiente, para percatarnos i cerciorarnos de estos hechos tan deplorables. Existe una constelación de traidores en toda la Historia, como estrellas fijas en el firmamento, pero algunos se distinguen como los tres a los cuales me he referido. C’est la vie.