Señor Roberto López Sánchez, muy estimado profesor, historiador, erudito entre otras cosas, permítame acudir al lenguaje académico (el mismo que fue utilizado en tiempos de la colonia para engañar a indios, negros e incautos), mi posición sigue siendo la misma: No estoy de acuerdo con el acto “simbólico” de tumbar una estatua cuando tenemos problemas más importantes que resolver… Y esta opinión se fundamenta en una razón pura y simplemente política, sin profundidades colegiadas y con un profundo respeto por las etnias de todo el continente, amén de los eventos que han servido de pretexto al fascismo para tomar aire y seguir conspirando.
Hacer un análisis donde se toca la presunta “fama” que me ha despistado (algo jocosa esta apreciación) y evaluar comparaciones históricas echando a un lado el profundo mal que ha inoculado las campañas mediáticas ejecutada por los medios de comunicación privados, cuando de manera inoportuna se alimenta otra campaña en ciernes sin necesidad alguna, me lleva a reflexionar si el enemigo real está en el norte ordenándole a sus lacayos de la oligarquía venezolana, bien definidos por cierto, o si tenemos al lado una corriente que estaría provocando un cisma en el corazón de la lucha popular.
Es decir, profesor, que he opinado sobre una acción puntual que me ha parecido perjudicial y de repente me retrata usted como enemigo de todo el movimiento indigenista latinoamericano; cosa absolutamente falsa y alejada de mis convicciones. Digamos que, después del “derrumbe heroico” de una estatua de bronce, necesitaba usted, señor Roberto López Sánchez, de un chivo expiatorio o de un nuevo traidor a la revolución que despierte y aliente una nueva vía efectiva de lucha liberadora de los pueblos indígenas de la América Latina.
Recientemente, señor Roberto López Sánchez, leía un artículo muy interesante en el diario VEA, firmado por el pseudónimo Marciano y no sabe usted cuanta preocupación me ha provocado todo ese análisis sesudo de su autoría, porque ahora entiendo perfectamente que, a falta de oposición (la tradicional boquea y se coloca una cruz en el pecho), ahora nace con fuerza otra que muerde y no afloja en medio de dogmas que deben ser aceptados sine qua nom, so pena de ser enjuiciados públicamente.
Busque usted, Roberto López Sánchez, el enemigo real y no me meta en su saco de gatos. Sigan tumbando estatuas mientras nos vulneran las misiones; sigan tirando codazos a quienes les acompañan mientras los programas se hunden en manos de burócratas; sigan haciendo análisis con nuevos enemigos mientras las bases esperan concretar la articulación y, sobre todo, sigan buscando plazas donde colgar a quienes no estén de acuerdo con actos pequeñísimos que no resuelven la situación.
Finalmente, vea usted que he utilizado el lenguaje apropiado que merece, en esta vaina (disculpe, no encuentro otra palabra) existe el disenso y la libertad de opinar, porque usted no es dueño de la verdad y el debate, sin importar lo soez, abre espacios para concretar esta revolución. No siempre estaremos de acuerdo.
¡Ah!, se me olvidaba, la fama me importa un coño y hay gente suficiente que pueda corroborarlo
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