El pasado 15 de octubre el gobierno cubano impidió la entrada al país al diputado del Partido Popular Jorge Moragas. El gobierno español se apresuró para llamar a consultas a las embajadora cubana en Madrid con el objeto de escenificar así su protesta.
Como tantos hechos noticiosos que implican a Cuba, la opinión pública se sitúa en una u otra posición sin parar a reflexionar sobre la cuestión. Por ello, no está de más que hagamos algunas reflexiones sobre los objetivos del diputado, la expulsión y lo que entendemos por las
relaciones internacionales y los derechos humanos.
En primer lugar, el diputado del PP, como se ha dicho en diversas ocasiones, había gestionado un visado de turista al tiempo que anunciaba su intención de tener encuentros y reuniones políticas con miembros de la oposición cubana. Asimismo, viajaba con otros dos diputados holandeses. No es lo mismo ir de turista a Cuba con unos amigos o la familia, que ir con otros diputados europeos del país que –casualmente- preside la Unión Europea a reunirse con organizaciones políticas y representantes de la opinión.
En España no hubiéramos considerado razonable que el cantautor Silvio Rodríguez, tras solicitar visado para entrar en nuestro país para celebrar una gira musical se reuniese con Arnaldo Otegui, convocase una rueda de prensa y le entregara un premio. Eso es lo que hizo Moragas la última vez que fue a La Habana con el disidente Osvaldo Payá. Del mismo modo, quiero recordar que si un periodista se acredita como turista en un país extranjero puede esperar que en cualquier momento las autoridades lo expulsen en el ejercicio de su labor de prensa.
Por ello, no tiene sentido apelar a ninguna inmunidad diplomática del diputado del PP, su visita, como él mismo gestionó, era turística no política. No puede proceder ningún privilegio.
Es evidente que existía una intención premeditada por parte del PP de crear un conflicto diplomático. La reacción del presidente de su partido Mariano Rajoy afirmando que se trataba de un desaire al pueblo español por tratarse de un diputado tampoco puede ser de recibo.
Moragas dijo que iba como turista y yo no me siento representado ni afectado por los avatares que le sucedan a un diputado del PP durante su estancia vacacional dondequiera que esté. Pero, además,si a alguien representa un diputado del PP, es a un votante del PP. ¿Acaso los votantes del PP se sentirían representados por un diputado de Batasuna si los hubiese?
Otra de las quejas del Partido Popular es que a su diputado no se le permitió ser asistido por el consulado ni la embajada española. No podía ser porque no entró en territorio cubano, no se le permitió, se le reembarcó en el mismo avión que vino. No hace falta solicitar ninguna asistencia diplomática si no has llegado a entrar en el país extranjero y se te está mandando a tu propio país.
Algunos columnistas de prensa y líderes del Partido Popular han puesto lo sucedido como ejemplo de la violación de derechos humanos en Cuba. El que un país deje entrar en sus fronteras a quien considere oportuno podrá ser discutible, pero eso no son los derechos humanos. Se trata de un derecho soberano de cada país.
La hipocresía es tal, que nuestro gobierno llama a consultas a la embajadora cubana, pero no llamó al embajador norteamericano mientras tenía durante dos años retenido a un ciudadano español en la base de Guantánamo sin abogado, ni cargos algunos. Eso sí que eran derechos humanos.