Otro rebuzno criminal de Orlando Vergüenza

Lo escuché de paso en la televisión i lo que leído ahora en el diario VEA; otro rebuzno, esta vez de connotación criminal, del payaso, mediocre i cobarde Orlando Urdaneta, un zuliano que nos avergüenza, primero por su escasa mentalidad que solamente lo convirtió en un actor de medio pelo, pese a que casi siempre mostró una cabellera desordenada en bucles que hacían dudar de su sistema hormonal. Me recordó siempre la fábula de Samaniego de la Zorra i el Busto: “Dijo la Zorra al Busto, después de olerlo: tu cabeza es hermosa, pero sin seso” i agrega el fabulista: “Como éste hay muchos que, aunque parecen hombres son bustos”. Sin embargo, en el caso de Orlandito el cobarde-valiente en la distancia “mayamera”, debe ser un busto de arena de playa mojada, jamás ofendiendo al bronce o al mármol.

Este venezolano que ha intentado de todo en la televisión, sin éxito, hasta últimamente vestirse como la gente i aparentar ser un supuesto intelectual, analista político, para repetir como un loro las consignas que daba un comando de oposición, con tantos mediocres como él; demostró un odio, una aversión patológica contra el presidente Chávez i el proceso revolucionario, sencillamente por ser un esclavo, un sigüí, un lamesuela de los dueños de las televisoras conspiradoras i golpistas (también mui mal dotados intelectualmente, aunque poderosamente ricos) porque ¿Si no es dependiendo de ellos, de qué profesión u oficio podría vivir este enano actor de pacotilla? Como actor de cine, creo que ya nadie se embarca en darle un trabajo; como jugador de béisbol, baloncesto, tenis, o árbitro de boxeo no tiene estatura (sería para encuentros de peso paja o minimosca solamente) ni fuerzas físicas, i como presentador, o jurado del Miss Venezuela o de una gallera, no tiene ni entereza varonil ni moral. Por eso, con algunos dineros malhabidos, prestados u otra cosa, resolvió irse a Miami a despotricar del presidente i a ofender la soberanía i la dignidad de su patria. Este miserable gusano humano, propone descaradamente desde allá, el asesinato del presidente i dice que solamente se necesita un hombre, un fusil i una mira telescópica. Que él estaría dispuesto a “dar la orden”. Empero, como escaso en razonar o pensar (si es que sabe razonar), no se ha percatado (si es que sabe lo que es percatarse) que de las tres cosas que se necesitan, la primera que nombra es el HOMBRE. Le sería más barato que contratar un sicario i ahorrarse el esfuerzo de dar la orden, ser él mismo en persona quien viniese a practicar o ejecutar el magnicidio. Podría convertirse en Carlota Corday, en John Wilkes Booth o un Oswald (si fuese verdad que fue él quien asesinó a Kennedy), pero quizá por “afinidades”, querría parecerse más a la que dio muerte a Marat, de la cual se diferenciaría porque esa fue una mujer valiente, i él un indefinido cobarde. En este país, los valientes de verdad, defendiendo ideales justos, mueren como Girardot, Ricaute o Pedro Camejo el Negro Primero; o fuera de las fronteras en nuestro mundo contemporáneo, como el Ché Guevara o Salvador Allende. Para morir como los valientes, se necesita ser un hombre de verdad i tener un ideal que nazca en mente i corazón, i se eleve por el universo como un rayo de luz esplendoroso. Un apátrida como Orlando Urdaneta es simplemente una lombriz de tierra, sin ojos i sin destino. Siempre, cuando imagino la grandeza de un hombre, recuerdo estas palabras de José Martí que tengo colocadas en una placa, en un sitio escogido de mi hogar: “La libertad adoro y el Derecho, odios no sufro, ni pasiones malas y en la coraza que me viste el pecho…un águila de luz abre sus alas”.


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Roberto Jiménez Maggiolo


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