La eficacia de cualquier
argumento ético reside en su parte moral; por ejemplo, en la prueba
de que una clase de conducta, más que otra, es el medio para un fin
ampliamente deseado. Cuando decimos que la moralidad de la conducta
debe juzgarse por sus probables consecuencias, queremos decir que deseamos
que se apruebe la conducta que vaya a realizar los fines sociales que
beneficien al pueblo en general, y que se repruebe y castigue la conducta
inmoral que lo perjudica; pero esto no se hace, hay ciertos manejos
tradicionales según los cuales la aprobación y la reprobación se
aplican sin tener en cuenta para nada el daño que se le hace a los
niños(as) o adultos que quedan traumatizados para el resto de sus vidas,
causado por la inmoralidad y vicio asqueroso de estos clérigos nefastos
y criminales. En el orbe en que se mueven estos curas de raras costumbres,
el bien y la justicia es un imposible moral; es más, la “justicia
y el bien” se transforman objetivamente en un mayor mal.
En su desesperación
de la realidad del país, por no poder salir de Chávez, la burguesía
acapara los productos de primera necesidad y los obispos los bendicen
y aprueban, para que el castigo del desabastecimiento caiga sobre seres
inocentes en un grado de especulación y miseria atroz, de un odio infinito,
mortal; piensan que con esa maniobra pueden cambiar la opinión del
pueblo, y que los beneficiados serán ellos con cara a las elecciones
del 26-S, y así poder salir de Chávez. Para los obispos burgueses
la palabra libertad e igualdad es: dominar, explotar y controlar el
Estado con todos sus bienes y riquezas. Libertad para matar, para odiarnos…
Esa es la verdadera tragedia de la Religión Católica; a la incapacidad
para entender sus herméticos idiomas en esta edad babélica. Debemos
rectificar su creación, creando un mundo en el cual no exista la libertad
para el mal.
Para los socialistas la libertad y la igualdad es algo histórico, político; algo adquirido por el pueblo revolucionario a costa de su esfuerzo y de su sangre: es un período, un estado, de la evolución de las masas en su permanente progreso. Según Darwin y Marx, ellos fueron quien así se expresaron, cada uno en su propio terreno. El dogma de la —evolución, revolución— exactamente, su inmanencia, realidad, verdad… y eternidad. Nosotros estamos haciendo una sociedad nueva, como debemos saber. La sociedad burguesa se ha complacido, ha gozado, se ha revolcado en todas las cosas disfrutando de ellas como una manada de cerdos disfruta del fango. Pues bien: lo que hasta aquí ha sido placer y disfrute para unos pocos pasará ahora a ser un instrumento para la edificación de la vida de la comunidad socialista.
El socialismo es: Fe
en la Razón. Fe en su dialéctica precisamente, en su dialéctica,
que hace del materialismo, de la materia, un caso determinante y no
determinado… la realidad marxista; que la evolución-revolución es
un devenir puramente dialéctico. Hay una dialéctica universal determinante
de todos los protofenómenos. Sí, si el fin está justificado. No interesa
en lo absoluto ese yo espiritual que con ser “puro, eterno y libre”
se somete siempre a lo material…; en fin, que resulta ser determinado
por la condición económica de cada individuo. Crearemos distinta economía,
distinta condición, y hallaremos otro y distinto yo social; sin matarlo,
sin transmutarlo.
La corrupta Conferencia
Episcopal Venezolana fascista, manipuladora trata de trasmutar la esencia
del pueblo, eso es matar su propio yo; fíjense, lo primero, matar,
no ya matar su vida física, sino matar su yo inmortal. Ese yo, al cual,
nadie quiere, o sabe o puede renunciar. Es ello tan inconcebible en
su realidad que sólo este falso lenguaje puede fingir la posibilidad
de imaginarlo, usando del truco de objetivar lo subjetivo, forjando
el espejismo de la imagen del yo muerto, cual si la nada pudiese retractarse.
Nadie puede querer o imaginarse otro, es contra natura, de imposible
aceptación, porque sería tanto como dejar de ser para ser, y ser y
no ser sí que es una contradicción sin posible conciliación.
Sí; la compatibilidad
nacida de la subordinación. En lo decisivo, en luchar y matar, la pasión
domina a la fascista, burguesía de la CEV y a ella obedecen…; luego,
vienen los abogados y fiscales de la Santa Inquisición que forman el
tribunal de su “razón” a sancionar el crimen, pero como abogado
y fiscal son parte de esa mafia criminal, siempre convienen en que hay
un motivo racional que justifica su acción pasional, inventando un
alto y futuro fin. Matar es una negación de la vida. Quien tenga una
sensibilidad humana y tenga valor para enfrentarse con esta burguesía
eclesiástica fascista, pedófila, inmoral y corrupta, sólo podrá
evitarse el mal privándolos de los medios para realizarlo. Porque dejarse
matar, es tener una mentalidad de res.
El horror de los capitalistas
obispos al comunismo, es muy natural en ellos dada la esencia de su
naturaleza, los llevó a una total aberración; personalizaron el comunismo,
haciendo de él, acción, un sujeto. Así vino a ser el comunismo un
ente metafísico existente por sí. Lo primero, que estos obispos capitalistas
incurren en una mitología, ciertamente, muy vieja. Su primer efecto
es potenciar a los pueblos para el mal, negándoles su calidad de sujetos,
al reducirlos a ser objetos. Es lo más eficaz para matar su conciencia…
el dar al mal categoría de “necesidad”, hasta lo consideran los
fascistas obispos, como elemento de síntesis transmutable en “bien”.
Todo les es inútil. No les cabe entonces hacer más.
El mal es obra del
capitalismo y de la religión católica; el mal auténtico y trascendente,
el que se hace al pueblo pobre. El mal, por su esencia, es dual, contradicción;
todo en él objetividad. Lleva en su entraña la negación, la nada.
Así, cuando elevamos el mal a su consecuencia última, se auto destruye
así mismo. Por tanto, el mal no puede ser absoluto ni eterno; ha de
ser temporal, humano, porque el mal muere falto de objeto; sin objeto
es nada; no es, porque la nada no puede ser creada, y el mal nada es.
Pero convengamos, por lo menos, en que sólo es una filosofía de victimas…
Los fascistas obispos y sus pares los burgueses que sólo saben odiar
y matar se destruirán a sí mismos y nada de ellos sobrevivirá. Sobrevivirán,
no los que odien, sino los que amen. Sólo el amor crea.
La docilidad de los pobres a los ricos no es producto del amor a la paz sino de la debilidad. La causa de la debilidad no reside en los pobres como tal sino en la desproporción entre las bases económicas entre pobres y ricos.
Yanquis, ¡Ho Home!
¡Libertad para Gerardo!
¡Libertad para los
cinco héroes de la Humanidad!
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net