¿Orgullo ante qué?

El 28 de junio del 2010 se cumplieron 41 años de la movilización de carácter político y reivindicativo que se dio en New York tras los atropellos constantes de la policía hacia las personas no heterosexuales que se reunían en el bar Stonewall Inn de la misma ciudad. Un año más tarde, grupos organizados de diversidad sexual marcharon en conmemoración de aquel levantamiento que agitó a gran parte de la población estadounidense a repensar el por qué las personas homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y transgéneros no pedían exclusivamente dejar de ser víctimas de abusos policiales sino de vivir en equidad de derechos como el resto de las personas. Esta manifestación traspasó rápidamente los límites de EEUU, hasta el punto de que actualmente en muchos países se celebra en el mes de junio la Marcha del orgullo GLBTTI (siglas para gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, transgéneros e intersexuales/hermafroditas).

En Venezuela, desde hace diez años se lleva a cabo esta Marcha que fue impulsada por grupos de diversidad sexual, asociaciones civiles, colectivos e individualidades que, en principio, quisieron visibilizar a las personas no heterosexuales que hacen vida en los trabajos, centros educativos y espacios públicos de todo el país. Cada año más personas se han ido sumando a esta manifestación que ya no se celebra solo en Caracas sino en el interior del país, desde Margarita hasta Altagracia de Orituco. Ante la creciente participación que llega incluso a más de treinta mil personas la pregunta es por qué esta manifestación masiva no logra una verdadera trascendencia política, quizá la respuesta es el mismo vacío político de la Marcha en la que lamentablemente lo que se ha legitimado es el “orgullo” del espacio privado, el “orgullo” por la práctica de la sexualidad que es en realidad un asunto íntimo, el “orgullo” de ser lesbiana o transexual u homosexual. Esta importancia de las prácticas íntimas de la sexualidad solo acentúan la discriminación a partir de las mismas, ¿acaso nos importa si nuestra compañera de clase es heterosexual, es decir, que sus prácticas erótico-afectivas están sobre o por debajo de su desenvolvimiento en el resto de los espacios públicos y de su interacción con el resto de las personas? No se trata de estar orgullosos u orgullosas de cómo, cuándo y con quien nos vamos a la cama a tal punto que marchamos una vez al año por ello, en ese caso cabe preguntarse si a falta de un orgullo de los y las heterosexuales ellos y ellas serán menos felices que quienes marchan legitimando sus prácticas sexuales íntimas.

Este tipo de discurso genera por consiguiente la banalización y rechazo de una lucha que debe ir en búsqueda de la igualdad y equidad de derechos, y aquí también se hace necesario detenerse un momento para establecer cuáles son exactamente esos derechos con los cuales el Estado venezolano está en deuda. Hablando con unas cuantas personas después de esta última Marcha para saber sus impresiones y el por qué estaban allí, las respuestas fueron, no en todos los casos por supuesto, un poco etéreas y desconsoladoras porque, aparte del rechazo ante la discriminación, se hablaba de igualdad de derechos pero sin la seguridad de cuáles eran. No estaba clara la necesidad de derechos patrimoniales, de salud, educativos, adquisición de vivienda entre parejas del mismo sexo, el derecho a la identidad de las personas trans y la educación, formación e información en el caso de las personas intersexuales. Parte de la responsabilidad de que esto no esté claro es tanto del Estado como de las mismas organizaciones encargadas de estructurar la Marcha. ¿Qué potencia puede tener una manifestación de participación masiva cuando los mismos grupos vulnerados nos conformamos con “pan y circo”? Con un triste espectáculo de música alienante, promoción de discotecas de “ambiente”, festejo y fiesta llamada “orgullo”, ¿orgullo de qué si ya ha quedado claro que el orgullo no es precisamente la manera en que disfrutamos de nuestra sexualidad íntimamente? Sería más bien el orgullo por los logros alcanzados en cuanto a reivindicaciones legales y sociales, pero el gran detalle es que tales logros no existen. Las noticias del día siguiente solo enfatizan las carrozas, lentejuelas y ropas “estrafalarias”, como reseñó un conocido diario, pero en ninguna de las notas aparece consolidado un discurso político, y cuando aparece se trata de los argumentos de una persona que no los socializa hacia la colectividad.

Esta falta de discurso político va en detrimento de una movilización tan importante en cuanto a asistencia y visibilización, pero aquí tenemos que detenernos nuevamente a pensar por qué un asunto tan obvio no ha sido tomado en cuenta seriamente. Existe de parte de algunos y algunas asistentes y organizaciones esa inconsistencia o, dando el beneficio de la duda, confusión entre discurso político y discurso partidista. Demostración de ello es la falta de consignas que no van más allá de la legitimación y orgullo de no ser heterosexuales o simplemente el decir que finalmente todos y todas tenemos diferencias que son un punto de encuentro entre todas las personas. Un movimiento tan insustancial y falto de muestras culturales (poesía, teatro, pintura, fotografía, etc.) y de apoyo de otros sectores discriminados, como los movimientos de mujeres, campesinos, afrodescendientes y obreros, no puede ser tomado en cuenta con seriedad, primero por sectorizarse a sabiendas que no se trata de la lucha de una minoría, ya que si sacamos lo legitimado por nuestro (porque ya se ha hecho casi un familiar) sistema capitalista nos queda una gran mayoría discriminada, es decir, quien no es hombre-blanco-heterosexual-burgués; y segundo por esa inmensa ausencia de exigencias políticas mencionando únicamente que tenemos derechos sin exponer con exactitud de cuáles se tratan dejándolos como una figura divina de la que no se puede hablar o describir con precisión porque jamás ha sido vista.

La cantidad de personas asistentes a la Marcha del orgullo GLBTTI no ha sido, hasta ahora, garante de alguna reivindicación, y lo más probable es que esto solo se logre en la medida en que los y las asistentes sepan en realidad el por qué están allí y qué exigen y puedan reconocer en el resto de los grupos discriminados una potencialidad a la cual sumarse para la lucha conjunta, hasta que se nos reconozca con efectividad y respeto y empiecen a ser tomadas con seriedad nuestras demandas.

Debemos asirnos a más que la fe en las lentejuelas, ha de ser nuestro discurso y posición política el mejor atuendo que nos garantice el acceso a los espacios públicos, y a sentirnos orgullosos y orgullosas de salir a la calle en unión no una vez al año sino cada día en la medida en que tengamos iguales derechos que el resto de los hombres y mujeres. Empecemos, pues, a sembrar conciencia de que no somos solo carrozas y vestidos, sino que nuestra lucha es, como reza una conocida consigna, la de la dignidad rebelde, la del corazón olvidado de la patria.

Miembra de ASGDRe*

* Alianza sexo-género diversa revolucionaria
alianza.sg.diversarevolucionaria@gmail.com


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Katherine Castrillo

Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela, trabaja su tesis en el Área de Creación desarrollando un largo cinematográfico de ficción. Militante de la Alianza sexo-género diversa revolucionaria (ASGDRe). Ha colaborado para Diacrítica como articulista sobre cine nacional. Desde el año 2006 trabaja en la Fundación editorial el perro y la rana donde actualmente es editora de libros para niños, niñas y adolescentes. Ponente en Contrapuntea Tiuna sobre sexo-género diversidad y desde el 2009 en el Encuentro con la literatura infantil y juvenil de Valencia, en el que en su 6ta edición (2011) abordará la sexualidad, sexo-género diversidad y roles de género relacionados a la literatura infantil y juvenil.

 @ktikok

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