El “Realismo socialista” fue una teoría establecida por el naciente estado soviético, como directriz fundamental para el desarrollo de todas las áreas de la actividad cultural y artística. Sus postulados se fundamentaban en la obligación de los creadores de hacer el eje de sus temáticas en base a logros y realidades positivas de la construcción socialista. Este positivismo burocráticamente impuesto, fue objeto de las más duras críticas, como expresión del estalinismo que según muchos, atentaba frontalmente contra la sagrada libertad creadora.
“Con la revolución todo, contra la revolución nada” serían los postulados enunciados unas décadas después por el propio Fidel, para orientar las actividades culturales dentro de la revolución cubana. Estos postulados aparentemente tan parecidos, eran algo más que una simple evolución tropicalizada del realismo soviético.
Dos de las más grandes creaciones de principios de la Revolución Cubana, además de la reforma agraria y la creación del partido, fueron La Casa de las Américas y el ICAIC. La primera para el impulso de la creación literaria, un faro que dimana cultura para la América y el mundo.
La segunda para la producción de una cinematografía revolucionaria que especialmente en los primeros años, produjo verdaderos clásicos en blanco y negro. De esa época son Lucía, Memorias del subdesarrollo, La muerte de un burócrata y decenas de producciones, contentivas muchas de ellas de elementos altamente críticos del propio proceso revolucionario. Lo cual al fin y al cabo encaja en el principio de “Con la revolución todo, contra la revolución nada” siendo como lo es la autocrítica, herramienta de oro de la revolución.
Después, ya en con el cine a color películas como “Retrato de Teresa” y “Fresa y Chocolate”, se plantean de una forma altamente crítica agudos problemas del acontecer revolucionario. Con alto nivel político se confrontan los problemas dentro de la misma revolución, ello no solamente es bueno, sino necesario.
Ahora se nos presenta “Habana Eva” como una gran obra del séptimo arte, realizada por La Villa del Cine, institución cinematográfica creada por la revolución bolivariana en coproducción con el ICAIC avanzada de la revolución cubana.
Se trata de una “divertida” comedia dirigida por Fina Torres, donde las estrellas principales son dos actores venezolanos. Lo demás, absolutamente todo el resto del elenco son cubanos. Y absolutamente todos los espacios, lo más tétricamente miserable de La Habana y sus gentes. El retrato minuciosamente detallado de las ruinas de la histórica opulencia de las grandes mansiones de una Habana otrora rica ciudad portuaria, devenida hora y desde hace mucho tiempo, en miseria extrema. Paradójicamente adornada con desteñidos retratos de Fidel Castro y el Che Guevara. Una ciudad triste y oscura, donde lo único iluminado es una gran valla de Fidel Castro.
La protagonista con su familia, habita en uno de esos miserables cuartuchos. El padre es un atolondrado veterano militante y combatiente revolucionario, que ahora desanda sus pasados sueños y glorias, cargando una gallina a la que condecora colocándole las distinciones y medallas que él ha recibido, cada vez que ésta “sobre cumple sus metas” en la postura de huevos. Difícilmente una burla mayor a la heroica historia de un pueblo y sus símbolos.
Una muchacha tan inteligente, no se sabe a fin de cuentas si estudió o no estudió, en un país donde una de sus mayores conquistas es la educación para todo el mundo. Pierde sus días y su gran capacidad creadora como una costurerita más en un taller que es un verdadero templo al burocratismo y la mediocridad. Su más cercana amiga una negrita buenamoza y jinetera (prostituta) quien además es abogada “suma cum laude” y su novio un arquitecto que trabaja de albañil y lleva todos los años del mundo fabricando un cuartico para los dos en la azotea del solar.
No vamos a recrearles la historia que Uds. Probablemente han visto o verán. Lo cierto es que Eva termina mandando para el carajo al taller y su burócrata jefa, para asumir junto a un par de viejas con la cara verde una pequeña empresa privada o individual, donde además de desarrollar su talento para el diseño y la costura, las prendas se exhiban en una exquisita sala de té. El sueño de toda la vida de las viejas verdes y que no habían podido desarrollar debido a la revolución.
He allí a fin de cuentas, según esta historia, la solución a una revolución en crisis: la empresa privada. Pero lo más cumbre del asunto es que la instalación y puesta en funcionamiento de la nueva empresa es asistida por el fantasma de la negrita jinetera quien murió atropellada por un carro en el malecón y a quien ahora si le sirve para algo el título de abogado “suma cum laude”.
Una producción “inocente y divertida”, donde el discurso político está aparentemente ausente, pero cargada de un arsenal de mensajes subliminales. Donde se destacan altamente y de una manera unidimensional graves problemas que realmente existen en la revolución cubana, pero magnificándolos y convirtiéndolos en un todo y por sobre todo negando por omisión importantes y numerosos logros del estado socialista. Son abundantes los mensajes de irónica crítica a la revolución.
Por supuesto tanto Fina Torres como cualquier realizador cinematográfico, tienen todo el derecho a hacer y producir lo que les dé la gana. Lo grave es que empleen recursos, aportados por instituciones revolucionarias para hacer cine, tanto venezolanas como cubanas. Y más grave aún que estas instituciones creadas para la cultura revolucionaria se los otorguen, ¿Será que estamos afilando cuchillo pa´ nuestra garganta?
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